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SOBRE A DEFICIÊNCIA VISUAL


La Ceguera como Motivo en 'Ensayo sobre La Ceguera' de José Saramago

Marco Antonio Fonseca

Quatro Cegos (alegoria)  Cornelis Massijs, c. 1550
Quatro Cegos (alegoria) Cornelis Massijs, c. 1550
 
   1.  La ceguera como motivo literario
   2.  Breve recuento del Ensayo sobre la ceguera
   3.  La ceguera como motivo
   4.  La ceguera como alegoría
   4.1.  La extrañeza y la deshumanización en la ceguera
   4.2.  La abyección, la crueldad y la perversidad en la ceguera


1. La ceguera como motivo literario

Para empezar a identificar y analizar la forma en la cual el motivo de la ceguera funciona en 'Ensayo sobre la ceguera', iniciamos con un corto recuento del tratamiento de este motivo a lo largo de la literatura universal. Debemos entonces remitirnos al breve, pero sumamente interesante y esclarecedor estudio del crítico ciego Kennneth Jernigan, “Blindness: Is literature against us?” (“Ceguera: ¿Está la literatura contra nosotros?”), ensayo en el cual se analizan las diversas manifestaciones que la ceguera ha adoptado a lo largo de la historia de la literatura que son nueve en total de acuerdo con la investigación de Jernigan:

Yet upon closer examination the principal themes and motifs of literature and popular cultures are nine in number and may be summarized as follows: blindness as compensatory or miraculous power; blindness as total tragedy; blindness as foolishness and helplessness; blindness as unrelieved wickedness and evil; blindness as punishment for sin; blindness as abnormality or dehumanization; blindness as purification; and blindness as symbol or parable (Jernigan, 1974: 2).

El trabajo crítico y analítico que realiza Kenneth Jernigan sobre la relación de la literatura y la ceguera es sumamente interesante, y ofrece una breve pero necesaria revisión crítica de la manera como los temas y motivos literarios relacionados con los ciegos y la ceguera han sido abordados desde distintas perspectivas, y con variaciones por numerosos autores de las más diversas clases, estilos y épocas. El resultado es un rico y desconocido panorama de símbolos, temas y motivos, que la mayoría de las veces no han sido analizados ni tenidos en cuenta dentro del campo de la tematología comparatista literaria.

La conclusión a la cual llega Jernigan, después de sopesar y analizar los ejemplos anteriormente mencionados, es que la percepción que se tiene del ciego y de la ceguera dentro de la literatura no ha cambiado con el tiempo, y que esta apreciación ha sido la continuación de un pensamiento que se extiende desde los comienzos de la civilización occidental, la cual tiende a representar y a clasificar al ciego como un ser extraño y diferente, aislado del resto de la humanidad, pues su enfermedad entraña una ruptura total con lo que se entiende y se define como lo humano, especialmente en los casos más negativos. Es el caso del personaje del pirata ciego Blind Pew, de La isla del tesoro (1883), de Robert Louis Stevenson, o del ciego malvado del Lazarillo de Tormes, que representan a los ciegos como lo peor y lo más malvado que pueda existir en el mundo. Incluso cuando el ciego tiene poderes extraordinarios o habilidades fuera de lo común, como es el caso del detective ciego Max Carrados, personaje creado por el escritor Ernest Braham, dotado de un sexto sentido que le permite resolver casos difíciles y sobrevivir a situaciones peligrosas, inclusive en este caso no deja de ser visto el ciego como un ser diferente; más aún, su estatuto como ser extraño y alienado aumenta de manera negativa:

They might worry us, as well; for all this mumbo jumbo about abnormal or supernatural powers doesn’t lessen the stereotype of the blind person as alien and different, unnatural and peculiar. It makes it worst (Jernigan, 1974: 3).

A raíz de su enfermedad, el ciego queda excluido de la realidad en la que participan quienes sí pueden ver, y rápidamente su figura cae presa de los más diversos lugares comunes y estereotipos que la literatura ha reproducido y continúa reproduciendo hasta nuestros días, sin que haya habido un cambio radical con respecto de esta actitud:

To the question Is literature against us? There can be no unqualified response. If we consider only the past the answer is certainly yes. We have has a bad press. Conventional fiction, like conventional history, has told it like isn’t. Although, there have been exceptions, the history has been monotonously and negatively the same (Jernigan, 1974: 8).

Esta consideración negativa de la ceguera en la literatura se origina, primordialmente, al relacionar de manera simbólica esta enfermedad como subversora de una manera de ver y de concebir a un mundo que está regido por el sentido de la visión, y de todo lo que de este sentido se desprende:

In virtually all of these symbolic treatments, there is an implied acceptance of blindness as a state of ignorance and confusion, of the inversion of normal perceptions and values, and of a condition equal to if not worse than death (Jernigan, 1974: 8).

Esta idea de la ceguera relacionada con la muerte, la anormalidad y todo lo que va en contra de lo humano, sirve para la articulación y el desarrollo tanto de la forma como del contenido de Ensayo sobre la ceguera, el cual recoge una tradición antiquísima de interpretar y de clasificar al ciego desde esta vertiente negativa y evidentemente sesgada que ha difundido la literatura a través de la historia, para ampliarla con un contenido alegórico y simbólico, como suelen tener las novelas de José Saramago. Sin embargo, esta visión de la ceguera en la literatura occidental también ha servido para crear memorables personajes, obras y situaciones, entre los cuales se encuentran el Edipo Rey de Sófocles, el adivino ciego Tiresias que forma parte de la tradición mítica y teatral griega, el ciego malvado del Lazarillo de Tormes y muchos otros. En este trabajo consideramos que de todas las funciones que enumera Jernigan la simbólica es la más importante, no sólo en Ensayo sobre la ceguera sino también en el Informe sobre ciegos, pues es en la vertiente simbólica o alegórica del motivo de la ceguera donde pueden caber las otras interpretaciones y visiones que se han utilizado a lo largo de la historia para representar a la ceguera y a los ciegos.

Es en el pensamiento de los griegos donde el antagonismo entre la vista y la ceguera se hace evidente y empieza a desarrollarse con mayor intensidad esta dualidad. Así, se equipara al sentido de la visión como la fuente por excelencia del conocimiento y de la realidad que nos rodea; la vista da origen, forma y coherencia a nuestra manera de entender, comprender y organizar el mundo, mientras que la ceguera, es decir, la incapacidad de ver, es representada no sólo como la negación de las cosas materiales y tangibles que únicamente se pueden aprehender por medio de la vista, sino también como la pérdida de algo esencial que nos permite ser definidos como humanos:

Y en esa pérdida de situación de quien se ha quedado ciego, de momento nada le garantiza que pueda seguir participando de la realidad de los videntes, porque la vista, como lo sanciona Aristóteles, es la fuente primordial del conocimiento, vínculo directo entre el estar en el mundo y el distinguir y pensar el mundo en relación con uno mismo (Cuartas, 2001: 34-35).

Incapaz de ver el mundo que lo rodea, el ciego debe construir desde su ceguera una nueva forma de entender la realidad. Pero aquella realidad en la cual habita ya no es la misma de los otros seres humanos, de aquellos que sí pueden ver, pues una persona ciega es incapaz de concebir el mundo de la misma forma como lo hacen las personas que lo ven con sus propios ojos. Entonces, la figura del ciego se vuelve extraña en un mundo dominado por las personas que ven, hasta el punto de ser asociado en muchos casos con lo malvado y lo misterioso, como apunta la tradición. Cabe destacar, igualmente, el simbolismo con el que se ha relacionado la oposición entre vista y ceguera: la luz y las tinieblas, lo brillante y lo oscuro, una dualidad que aún se sigue conservando en nuestros días. La luz es considerada desde siempre como el símbolo del conocimiento, de la plenitud y del esplendor alcanzados por la vista, mientras que la oscuridad es la negación de las cosas, de la capacidad de entenderlas y percibirlas; con de la oscuridad no podemos ver ni la belleza, ni el orden, ni el sentido del mundo; tampoco podemos movernos, ni ubicarnos, ni orientarnos, a menos que se desarrollen otros sentidos como el oído y el olfato. En definitiva, el verbo ver, la acción en sí misma de la visión, es sinónimo primordial y fundamental de saber; no ver es la negación de ese saber legitimado y originado en el sentido de la vista:

“Saber” que, como afirma Ludwig Wittgenstein, tiene un significado primitivo análogo al “ver” relacionado con él, ocupa en el proyecto racional humano un lugar de privilegio: se sabe porque se ve, y sabiendo una cosa, se sabe a continuación otra y otra y otra más, como ocurre también cuando se ve esto y a continuación aquello y lo de más allá. En esta prioridad del órgano de la vista, tan celebrada desde Aristóteles, y aún antes, cuando sencillamente no se declaraban los vínculos entre ver y saber, queda por supuesto excluido quien no ve, como si aseguráramos que quien no consigue ver, en consecuencia no consigue saber o asegurar su participación en un mundo continuo que sólo la vista regala, como tal, ningún otro órgano, ningún otro conocimiento (Cuartas, 2001: 46-47).

Esta concepción del saber como conocimiento relacionado directamente con la vista es el origen del racionalismo que ha gobernado a la humanidad desde los griegos hasta nuestros días, concepción que niega y olvida otras formas de saber que no tengan que ver directamente con la seguridad y la certeza que da la vista. Como consecuencia, se considera a la ceguera como la negación por excelencia de la realidad y la verdad que emanan de la visión:

Por otra parte la elección de la ceguera como gatilladora de la acción narrativa resulta bastante acertada considerando la carga metafórica que esta palabra posee en nuestra cultura. De esta manera sabemos a priori que, cuando escuchamos los lugares comunes: “estar ciego de amor”, “estar ciego de ira” o “estar ciego ante la realidad”, no se nos está hablando de personas que perdieron la facultad de sus órganos visuales (Alfonso, 2006: 2)

Por esto, la ceguera es un motivo que recuerda, por un lado, tanto en la tradición literaria occidental como en los trasfondos de nuestra herencia cultural aspectos del ser humano que no conocemos e ignoramos, aunque formen parte integral de la condición humana; por otro lado, la ceguera se refiere a las cosas que nos negamos a ver y a aceptar. Ambas formas del motivo se encuentran representadas en Ensayo sobre la ceguera pero, principalmente, se concreta en la última de estas representaciones, en la negación a ver la realidad de las cosas, que impide al descubrimiento de lo que está oculto y de lo que se ha querido negar.


2. Breve recuento de Ensayo sobre la ceguera

Ensayo sobre la ceguera, publicada en 1995 por el premio Nóbel de literatura de 1998, el portugués José Saramago, es una de las pocas obras en la historia de la literatura contemporánea cuyo argumento y temática se centra en el motivo de la ceguera y en una serie de temas relacionados de manera simbólica y alegórica con esta enfermedad. Ensayo sobre la ceguera narra la insólita epidemia de ceguera que sufre un país cuyo nombre jamás es mencionado por el narrador o por los protagonistas de la obra. Las personas empiezan a perder la vista de manera repentina, victimas del llamado “mal blanco”, una clase de ceguera sumamente extraña y desconocida nunca antes registrada por la ciencia, que, a diferencia del resto de las enfermedades de la visión, se contagia sin que se puedan detectar sus causas, dejando al contagiado enceguecido dentro de una blancura deslumbrante.

Debido a la rapidez con que se propaga la epidemia y a la incapacidad de controlarla de manera eficaz y pronta, las autoridades se ven obligadas a mantener a los primeros ciegos en cuarentena, aislándolos del resto de la población, para impedir que el contagio se expanda aceleradamente entre aquellos que aún no están infectados.

En un manicomio abandonado, donde ocurre la primera cuarentena, será recluido junto con otros cientos de infectados el grupo de personajes que protagoniza la novela: el primer hombre en quedarse ciego, hecho que ocurrió de manera repentina mientras manejaba su automóvil, y su esposa; el médico oftalmólogo que lo atendió por primera vez, la esposa del médico y varios de sus pacientes – una joven prostituta que usa gafas negras, un niño que padece de estrabismo y un viejo con un parche en uno de sus ojos –, quienes, al parecer, también fueron contagiados cuando el primer ciego entró al consultorio del médico para ser revisado. Exceptuando la mujer del médico, que nunca pierde la vista, y que por este hecho extraordinario es dentro de la obra quien sostiene al grupo de los ciegos contra todas las adversidades, el resto de población del país se va quedando paulatinamente ciego, hasta que finalmente la sociedad colapsa. En el manicomio donde se encuentran recluidos los protagonistas, los ciegos, aislados del mundo exterior por las autoridades, transforman rápidamente el lugar en un infierno donde la crueldad, la codicia y el desprecio por los semejantes se apoderan rápidamente de los confinados. Después de la lucha contra un grupo de ciegos “malvados”, que se ha adueñado de la distribución de los alimentos y exige dinero y mujeres a cambio de la repartición de la comida, un incendio, provocado por una ciega en medio de la confrontación, destruye el edificio y facilita la huida de los ciegos al exterior. Al fugarse descubren que todo el mundo está ciego y que la anarquía y el caos imperan en el país, pues sólo existen grupos de ciegos que se unen para la búsqueda de comida y de refugio. La civilización, en ese momento de la novela prácticamente ha colapsado, ya que los ciegos están limitados a las tareas básicas de la supervivencia, y es imposible volver a funcionar en un mundo que no está diseñado para que lo habiten los ciegos:

Blindness is clearly a sign of limitation in this novel. It causes the entire society no longer function. It also places blind people in the condition of physical jeopardy and psychological torment. The society no longer functions because the blind are not able to provide the ordinary services that we are routinely dependent upon for survival: the production and distribution of food, water and electricity and the maintenance of the infrastructure of transportation and communication (Snedeker, 2001: 4)

El grupo de los ciegos protagonistas decide volver a sus antiguas casas, pero al darse cuenta de que están ocupadas por otros ciegos, o que sus familiares no están en ellas, deciden permanecer unidos y refugiarse en el hogar del médico y su mujer, confiándole a ésta la búsqueda de alimentos y el mando del grupo. Finalmente, después de innumerables dificultades, cuando ya parecen haberse acostumbrado a su condición, empiezan a recuperar de manera inesperada la vista. Lo que esperaba a ser un final feliz, un retorno a la normalidad de las cosas, deja, sin embargo, una serie de dudas y de interrogantes, tanto por la enigmática epidemia cuyo origen jamás se llega a esclarecer, como por las consecuencias que aquella enfermedad ha generado en los seres humanos, mostrando que lo peor de la condición humana, puede –a pesar de la bondad y la humanidad reflejada en la actitud compasiva y bondadosa de la mujer del médico a lo largo de la novela- apoderarse de nosotros en cualquier momento.


3. La ceguera como motivo

Recordemos que la ceguera es un motivo que evoca, por un lado, aspectos del ser humano que no conocemos e ignoramos, y, por otro lado, lo que nos negamos a ver y a aceptar. Ensayo sobre la ceguera es, desde su perspectiva de novela que combina ficción y ensayo, un alegato contra una manera de entender la realidad desde la razón pura y también de ignorarla, la cual nace de la concepción de la visión como la fuente de todas las verdades, encarnada simbólicamente en la “ceguera blanca” que afecta sin misericordia a los personajes en la novela. El hombre, abrumado por las imposiciones de la civilización y de la racionalidad que lo conducen vertiginosamente a una serie de situaciones que cada vez más se le escapan de las manos –pobreza, desigualdad, guerras, inequidad, falta de oportunidades para la gran mayoría de la humanidad- ha olvidado que es mucho más que razón pura y objetiva y debe, por lo tanto, enfrentarse a otras realidades que también anidan dentro de él y que lo constituyen, para lograr un equilibrio y un desarrollo integral en todo el sentido de la palabra:

Con la marcha de los tiempos, más las actividades derivadas de la convivencia y de los intercambios genéticos, acabamos metiendo la consciencia en el color de la sangre y en la sal de las lágrimas, y, como si tanto fuera aún poco, hicimos de los ojos una especie de espejos vueltos hacia dentro, con el resultado muchas veces, de que acaban mostrando sin reserva lo que estábamos tratando de negar con la boca (Saramago, 1995: 30-31).

El mismo ser humano que ha confiado tanto en la razón y en la credibilidad que emanaban del sentido de la visión, ha presenciado cómo en los últimos tiempos ese proyecto luminoso ha ido decayendo y ha degenerado en una suerte de ceguera frente a la realidad, la cual es al mismo tiempo otra variante de esa misma ceguera, tal como lo pretende demostrar la novela. Si, por un lado, la realidad que entra por nuestros ojos y que aceptamos como única y verdadera es una ceguera ante otras formas de entendernos y de comprendernos como individuos y como especie, igualmente estamos ciegos al negar esa ceguera que está frente a nosotros. La afirmación de Juan Manuel Cuartas representa una aproximación a lo que el motivo de la ceguera logra en el Ensayo sobre la ceguera: indagar qué podría ocurrir en un plano artístico, literario y simbólico como el de novela, cuando el sentido más preciado y valorado desde tiempos ancestrales, la vista, nos es arrebatado, y la humanidad a partir de ese instante tiene que percibir no sólo la realidad que la rodea de otra forma, sino también empezar a construir un nuevo proyecto de lo que entendemos como humano, una nueva humanidad que se ha dado cuenta que, con o sin el sentido de la vista, ha estado y continuará ciega frente a sus verdades más profundas y complejas. Esto queda reflejado en las palabras que pronuncia la mujer del médico, ante el horror que debe contemplar y soportar diariamente en el nuevo mundo de los ciegos:

De qué me sirve ver. Le servía para saber el horror que hubiera podido imaginar alguna vez, le servía para desear estar ciega, nada más que para eso (Saramago 1995, 207).

Tomar conciencia de la ceguera se convierte entonces en un horror para el que la puede ver, pues se da cuenta del fracaso del proyecto racionalista que pretendía llevar a la humanidad por un único camino, el cual solamente ha traído una negación constante de lo que en realidad es el ser humano.

Lo que hace Saramago con Ensayo sobre la ceguera es indagar y tratar de precisar lo que se debe considerar como humano, los límites, virtudes y falencias que nos hacen ser lo que somos, tanto en lo colectivo como en lo individual, integrándolo en la búsqueda de una nueva concepción del mundo y de un ser humano armónico con su entorno y con sus semejantes. Y qué mejor forma de hacerlo que recurriendo al simbolismo de la ceguera, que evoca en la mente de cualquier lector pensamientos e inquietudes, especialmente de orden negativo, los cuales generan dudas e interrogantes respecto a la pregunta de si nos habremos vuelto ciegos frente a la propia realidad. Esta pregunta se responde con los hechos y con los actos que realizan los protagonistas de la novela cuando se quedan ciegos.

Porque a excepción de unos cuantos actos solidarios, como los que realiza la mujer del médico, y de la unión y hermandad que disfrutan el grupo de personajes protagonistas, el resto de la humanidad continúa igual o peor durante la epidemia de la ceguera. Aunque el ser humano esté o no ciego ante su realidad, ya sea de verdad o de manera simbólica, ello no impide que siga siendo cruel, violento y vengativo con sus propios semejantes y consigo mismo, como lo ha sido a lo largo de la historia. Precisamente es durante la epidemia de la ceguera, cuando el ser humano se manifiesta de la manera más salvaje y brutal, negando cualquier asomo de humanidad, demostrando que el proyecto de plenitud humana al cual aspira José Saramago en su obra literaria, es aún utópico e inalcanzable:

José Saramago expone con instinto pionero una idea globalizadora: paralelo al proceso biológico de la hominización, hay que discernir en el hombre un ‘proceso de humanización’, de naturaleza intelectual y espiritual, menos manifiesto que el primero, pero argumentable en cualquier caso. La historia del hombre se trazaría, en esta dirección, sobre las señales de un dilatadísimo movimiento que puede conducirnos a la humanización, denotado como estado superior de evolución. Avanzar en esta trayectoria y culminarla con relativa satisfacción supondría salvar la fractura esencial que demedia al hombre. ‘Quizá’ completa el escritor, ‘nosotros no seamos más que una hipótesis de humanidad’ mermada aún por excesivos horrores y vacíos (Gómez Aguilera, 1996: 40-41).

Por ello, y ante la evidencia innegable de esta ceguera que se extiende por todos los ámbitos de nuestra relación y convivencia tanto como especie y como individuos, las conclusiones de José Saramago en Ensayo sobre la ceguera son inquietantes y pesimistas: el proceso de humanización aún no se ha realizado completamente, tal vez ni siquiera ha empezado, como lo demuestran las actuaciones de la mayoría de los personajes de la novela. Incluso, una vez los ciegos en la novela han recobrado de forma milagrosa y repentina la visión, no es posible determinar si continuarán por el mismo camino de antes, o si podrán alcanzar el estado de “humanización”.

Al igual que en otras novelas del Nóbel portugués, el tema o los temas que las componen parecen ser siempre los mismos: ¿qué es lo que entendemos por la humanidad?, ¿qué es lo que nos hace ser humanos de verdad, si es que realmente lo somos? Para resolver estas y otras dudas similares, José Saramago le da al género de la novela una misión de suma importancia: tratar de resolver qué es lo que se entiende por la “condición” humana.

Entonces, en Ensayo sobre la ceguera el motivo simbólico y alegórico de la ceguera estaría encauzado a lograr este objetivo: tratar de definir lo que se debe entender como lo humano.

La ceguera no es sólo un motivo que articula y estructura la novela, sino también es prácticamente una variación de ese gran tema de Saramago, que consiste en el sentido del ser humano, y si éste ya ha llegado al nivel de humanización propuesto por el escritor. En efecto, en la obra de José Saramago hay un concepto o concepción de la humanidad o de lo humano que busca ser expresado y desarrollado por medio de los temas y motivos que componen cada una de sus novelas. En todas las obras de Saramago aparece una noción de humanidad, o más bien de pre-humanidad, que el escritor muestra desde diversas perspectivas: en Ensayo sobre la ceguera, la noción de humanidad se manifiesta por medio del motivo de la ceguera, que a su vez remite al tema de lo que se debe considerar y definir como lo “humano”. La ceguera forma entonces parte del concepto de lo que se entiende como “humano”, y de éste se desprende tanto el motivo de la ceguera, que da forma a la novela, como el tema de una humanidad que se encuentra ciega y que, por lo tanto, es incapaz de reconocer su verdadero estado.

En el caso de Ensayo sobre la ceguera, el autor escoge de antemano el título de ensayo para nombrar a su novela. Ensayo sobre la ceguera no es una simple obra de ficción que quiere contar o narrar una historia, ésa no es la principal intención de su autor. Su cometido va mucho más allá al mostrar y analizar por medio del género novelesco, recurriendo al motivo de la ceguera y a la alegoría que de éste se desprende, la problemática de la condición humana, condición en la que sólo por medio del ensayo – género que encarna la reflexión por antonomasia- se puede ahondar con suficiente holgura, profundidad y riqueza. Al combinar la forma de la ficción que es la novela, con la función del ensayo, cuyo objetivo es expresar una serie de puntos de vista y llegar al lector a un punto de comprensión y de reflexión y de interrogación continua frente a la realidad que lo rodea, Saramago logra de manera notable tender un puente que permita expresar su visión de la humanidad, sin abandonar la calidad estética y literaria de la obra de ficción, combinándola con el rigor y la calidad analítica y reflexiva del género del ensayo:

La filosofía aborda la realidad por medio de conceptos, y la novela que no quiere ser novela de tesis aborda esa realidad por medio de la alegoría y de la fabulación. No es, pues, porque Saramago incluya pasajes de reflexión o de especulación que se hace de manifiesto en los dos libros en cuestión ese deseo de verdad. No es porque el autor ponga en boca del narrador o de sus protagonistas consideraciones de índole política o social que leemos estas dos novelas como gritos de revolte. Como apuntó con lucidez Theodor Adorno, en un mundo que ha traicionado a la razón, las obras de arte que no quieran venderse como fáciles consuelos deben ser igualmente siniestras y absurdas como la realidad. (Marulanda, 2001: 29).

En la obra de Saramago, especialmente en Ensayo sobre la ceguera, el ensayo y la ficción van de la mano, se unen para que el motivo y la temática de la ceguera logren el cometido de enseñar y mostrar al lector, el auténtico rostro de la deshumanización que impera entre los hombres:

La obra de arte sólo puede aspirar a su verdad en forma metafórica. Y Saramago lo logra desde la entraña misma de la escritura, con la materia de su imaginación, construyendo grandes alegorías que nos hablan de la desazón y el sin sentido de la vida en un siglo que logró conquistar las estrellas pero se encuentra en la oscuridad: “Creo que nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegos, ciegos que viendo, no ven” (Marulanda, 2001: 29).

Adicionalmente, Ensayo sobre la ceguera supone una ruptura con la obra anterior de Saramago: Memorial del convento, El año de la muerte de Ricardo Reis y El evangelio según Jesucristo estaban situadas en otras épocas, eran novelas de un fuerte contenido histórico, aunque se refirieran de una forma u otra al presente. Por el contrario, en Ensayo sobre la ceguera se opera un cambio radical: se narra desde el presente de cualquier sociedad contemporánea, con personajes comunes y corrientes, prácticamente anónimos, como el mismo país en donde se desarrolla la historia, reforzando de esta manera el componente alegórico, universal e intemporal del motivo de la ceguera.

Una vez hecho este breve análisis tematológico del motivo de la ceguera y de los fines con los cuales Saramago lo utiliza en Ensayo sobre la ceguera para expresar sus preocupaciones y obsesiones con respecto a la humanidad, pasaremos al análisis de su función alegórica en la novela.


4. La ceguera como alegoría

Entre los motivos de la ceguera en literatura clasificados por Jernigan, podemos ver que existen tres que se ajustan a los tratados por Ensayo sobre la ceguera de José Saramago: la ceguera como maldad y perversión sin límites, la ceguera como deshumanización y anormalidad y, finalmente, la ceguera como símbolo, parábola o alegoría. El motivo primordial, tal como se dijo anteriormente, que en su conjunto recoge a los otros dos y abarca todo el texto, es el de la ceguera como símbolo, o principalmente como alegoría.

Saramago ha reconocido en varias ocasiones que sus obras tienen un contenido didáctico e ilustrativo, casi educativo se podría decir, y, para ello, ha utilizado las figuras retóricas de la alegoría y del simbolismo, junto con la forma ensayística, la cual tiene una función pedagógica, ya que Saramago considera que la novela es un “todo” donde muchas formas de conocimiento pueden tener cabida, ayudando tanto a la construcción del texto, como al desarrollo de sus fines y objetivos:

Desde mi punto de vista la novela es un lugar a donde todo puede confluir: la filosofía, el drama, la poesía e incluso la ciencia. Es decir, la novela como summa (Henao, 2001: 37).

En esta summa de saber y de conocimientos en que se ha transformado el género “novela” para José Saramago cabe, por lo tanto, el uso de motivos y temas para los fines que el autor busca expresar en su obra. Por consiguiente, lo alegórico y lo simbólico a través del motivo de la ceguera forman parte esencial de lo que podríamos entender como el “arte de la novela saramaguiano”, y no como meros adornos estilísticos, poéticos o retóricos que mejoren la calidad estética y artística del texto. Por ello necesitamos, antes de seguir adelante con el análisis, dar una breve explicación acerca del concepto de alegoría y de lo simbólico.

La alegoría forma parte de lo simbólico: es la serie de figuras retóricas que buscan representar ideas o conceptos por medio de imágenes que al ser vistas o percibidas conduzcan directamente al sentido de lo representado, pero de tal forma que el concepto o idea que representa o significa el símbolo sea el mismo en todos los ámbitos de la interpretación: por ejemplo, la cruz es el símbolo del cristianismo, remite inmediatamente a la noción de la religión cristiana. Precisamente, la religión es uno de los campos más ricos y nutridos de símbolos, pues desde sus inicios el sentido y el significado de las cosas y de los objetos se han expresado a través de éstos, y ya en la Edad Media se percibe al mundo como un vasto campo de símbolos y signos que remiten inmediatamente a Dios y a la divinidad, como lo afirma Umberto Eco:

El hombre medieval vivía efectivamente en un mundo poblado de significados, remisiones, sobresentidos, manifestaciones de Dios en las cosas, en una naturaleza que hablaba sin cesar un lenguaje heráldico, en la que un león no era sólo un león, una nuez no era sólo una nuez, un hipogrifo era tan real como un león porque al igual que éste era un signo, existentemente prescindible de una verdad superior (Eco, 1997: 69).

Esta manera de interpretar y de concebir al mundo como un vasto sistema de símbolos y de alegorías de toda clase, hacía que el término “alegoría” y el término “símbolo” se confundieran o parecieran iguales, sin que existieran verdaderos criterios de demarcación y de diferencia entre ellos. Por eso, la verdadera diferenciación entre la alegoría y el símbolo en el campo de la representación sólo empezará a definirse en el siglo XVIII a partir de los románticos alemanes, quienes comienzan a separar y a definir ambos términos según sus propiedades y funciones particulares: la alegoría, al igual que el símbolo, es una representación de una idea, una manera de volver concreto y tangible el fenómeno o concepto que se busca representar; pero, mientras el símbolo es total y único, es decir, representa una sola cosa –como en el caso de la cruz, símbolo del cristianismo-, y este concepto que subyace detrás del símbolo permanece inalterable, la alegoría, en cambio, puede modificarse y formar parte de varios conceptos o de ideas complementarias, alcanzando un mayor cantidad de interpretaciones y de posibles significados que el símbolo:

Creuzer, teórico da época romântica, surge habitualmente citado como refêrencia para a distanção que se comença a fazer entre símbolo e alegoria. Este autor levanos a pensar “símbolo” como uma “totalidade momentânea”, e “alegoria” como uma imagen progresiva e sequencial de momentos, que torna esta última capaz de abarcar o mito (Rodrigues, 1998: 16).

La diferencia entre los conceptos de símbolo y alegoría ilustra la dificultad que ha habido a lo largo de la historia de la retórica y de la estética para tratar de diferenciarlos.

Esta última definición de alegoría, que empezó con los románticos alemanes, es utilizada por Walter Benjamín en su libro El origen del drama barroco alemán, en el que da a la alegoría una interpretación más filosófica que estética al definirla, desde su propiedad de temporalidad y de cambio, como aquella figura que muestra la decadencia y la caída de la historia, es decir, la evolución constante del género humano a través de una historia catastrófica y decadente. Por su lado, el símbolo, desde su estado momentáneo y único, sólo muestra cosas idénticas e inmutables, cosas que no cambian ni se transfiguran.

Precisamente la capacidad de la alegoría para cambiar, adaptarse y evolucionar a través del tiempo y de las circunstancias, es la que más nos interesa para analizar el sentido alegórico del motivo de la ceguera en Ensayo sobre la ceguera, tal como lo afirma Walter Benjamín, refiriéndose al símbolo como una unidad cerrada y permanente en sí misma, como un bosque con montañas y plantas, mientras que la alegoría, fluye y cambia como un río dentro de ese mismo paisaje:

L’unité de temps de l’expérience symbolique, c’est l’instant mystique, où le symbole recueille le sens dans le lieu caché, dans la forêt, si l’on peut dire, qui est à l’interieur de lui-même. Par ailleurs, l’allégorie n’est pas exempte d’une dialectique qui lui corresponde, et la sérénite contemplative avec elle se plonge dans l’abîme qui sépare l’image et la signification n’a rien de cette suffisance indifférente, inhérente du signe, qui lui semble apparentée. (Benjamín, 1928: 178).

La alegoría, en contraposición al símbolo, evoluciona, pues representa cosas que superan su significado original, siendo ésta una modificación que sufrió esta figura retórica desde el barroco: a partir del barroco la alegoría ya no representará, como lo había hecho anteriormente el símbolo, un solo concepto o idea; al contrario, la alegoría se tornará ambigua y tendrá varios significados, no uno solo y directo como lo tiene el símbolo.

Gracias a esta nueva visión de la alegoría en el plano estético y alegórico, astre a establece el uso moderno de la alegoría en la obra poética del poeta francés y padre de la poesía moderna Charles Baudelaire, quien supo captar las propiedades alegóricas de los objetos que representaban el desarrollo y la consolidación de la naciente civilización industrial, y ver en ellos la pérdida de sus significados, pérdida originada por las leyes del mercado, ya que el objeto al convertirse en mercancía perdía su valor original y, por lo tanto, podía significar el valor que el mercado le otorgaba, aumentando de esta manera la ambigüedad alrededor de los objetos, pues estos ya no tenían un significado único y preciso, que pudiera ser reconocido en todos los ámbitos de la interpretación. Esta ambigüedad significa, según Benjamin, la ruptura y la decadencia de una sociedad como la de Paris –que simbolizaba por ende el desarrollo de la civilización industrial-, la cual, a pesar de hallarse en ese momento en su máximo esplendor, estaba llena de contradicciones y de miserias que podían ser precisamente representadas y aprehendidas en la ambigüedad alegórica de sus máximos símbolos, los objetos de consumo. De esta forma, la alegoría, que ya desde el barroco tenía una función de cambio y de representar otras realidades, dentro de la modernidad, que según Benjamin enuncia Baudelaire, se vuelve una poderosa herramienta para criticar y debatir sus carencias y vacíos:

En la alegoría del Barroco aquel objeto que se torna categórico pierde su significado inicial pero precisamente al perderlo ese objeto adquiere la capacidad de significar cualquier otra cosa distinta a aquella que significaba en primer lugar. El objeto se torna ambiguo (pues puede significar en diferentes momentos diferentes significados) y precisamente esa capacidad de ambigüedad, esa capacidad de poder significar no solamente una misma cosa sino varias (aunque nunca a la vez) hace que este objeto se eleve por encima de los demás (Oliván, 2000: 7).

Después de esta breve introducción al concepto moderno de la alegoría en la estética y la filosofía contemporáneas, volviendo al motivo de la ceguera en Ensayo sobre la ceguera podemos ver que Saramago ha utilizado la alegoría para estructurar tanto la forma como el contenido de la obra. Al igual que otros autores, Saramago utiliza la alegoría por su capacidad para ampliar el mensaje de los temas que componen los textos, lo que revela el carácter profundamente postmoderno de la alegoría, pues amplía notablemente el número de lecturas y de interpretaciones que pueda tener una obra:

Assim aparece revelado metaficcionalmente o carácter alegórico do romance, carácter esse muito presente na ficçao pós-modernista. O resurgimiento da alegoria é bastante comprensivel se atentarmos na sua dualidade fundamental, visible até na própria etimología da palavra, que provém do termo grego allegoria, formada de alloz (“outro”) e de agoreuwb (“eu falo”); ou seja, quando falo de una coisa, falo de outra, ou seja, a alegoria é um sistema de relação entre dois mundos (Lima, 1999: 417).

Según la lectura, la ceguera permite varios niveles de significación, que demuestran claramente la intención alegórica del autor. La primera lectura sería cómo la ceguera crea en los seres humanos, una vez han caído los antiguos sistemas de representación y de comprensión del mundo basados en la razón, una nueva dimensión epistemológica e interpretativa, que demuestra hasta qué punto el uso excesivo de la razón había eclipsado todo lo que no tuviera que ver con ésta:

La transformación en la dimensión lingüística de la sociedad conlleva, necesariamente un cambio de dimensión epistemológica: el hombre no sólo se ve privado de su vista, propiamente, sino se ve obligado a cambiar su manera de conocer al mundo. En otras palabras, el hombre se ve privado de su capacidad de razonar: es por ello que el texto ocasionalmente confunde a los ciegos con locos. Tanto el manicomio donde los encierran como algunos términos del narrador (“los locos salen”; 279) insinúan que la pérdida de la vista conlleva una perdida de la razón (Barragán, 2002: 13).

Este nuevo estado epistemológico e interpretativo sería semejante a la locura, por su similitud con un estado mental que se encuentra apartado del orden y de la racionalidad imperantes en la sociedad. No resulta extraño, pues, que el gobierno confine a los primeros ciegos en un manicomio donde no puedan contagiar a la sociedad con su ceguera, es decir, con su pérdida de la razón. Sin embargo, dentro del simbolismo alegórico de la ceguera, la finalidad no es hacer una crítica a la razón en sí misma, ya que ésta es un componente esencial de la humanidad sino que, más bien, a través del ámbito alegórico, se trata de hacer notar que el uso excesivo y único de la razón excluye otras vías de conocimiento –arte, religión, etc.-, a las que convierte en algo irracional tanto al negarlas como al imponerse a ellas de manera despótica y arbitraria:

No fundo, o que este livro quer dizer é, precisamente que todos nós somos cegos da Razão […] A nossa razão não é usada racionalmente. Nem sequer nos comportamos como irracionais. Mas como qualquer coisa que está entre o irracional e o irracional. Como arracionais. Não sei se esta palabra existe, mas quero introducir esta categoría (Ceccuci, 1996: 179).

Las palabras del mismo Saramago son contundentes al respecto: el uso excesivo de la razón la condiciona y la modifica, hasta el punto de trasformarla en una ceguera que alcanza tanto al individuo como a la colectividad. Al igual que los objetos de la época de Baudelaire se transforman bajo la visión del poeta en alegorías del tiempo y de la sociedad a la cual representan, el uso de la razón, o incluso el sentido mismo de la razón, pierden a través del prisma alegórico del motivo de la ceguera sus principales fundamentos, los cuales serían organizar y mantener al mundo dentro de una misma línea u orden que no acepta los límites, falencias, errores y todo lo relacionado con la subjetividad e individualidad de los seres humanos:

La ceguera simbólica del Ensayo, subvierte el orden del mundo para llamar la atención sobre los errores de la sociedad moderna. Estas falencias tendrían que ver con una arrogancia desmedida que nos hace pensar que podemos explicar y entender al mundo, y que nos hace olvidar nuestros límites humanos (Barragán, 2002: 20).

En Ensayo sobre la ceguera Saramago, al igual que Benjamín o Baudelaire, enjuicia por medio del motivo alegórico de la ceguera la concepción dominante de la historia y del progreso, la somete a debate y la controvierte, demostrando, al igual que otros críticos de la modernidad, el derrumbe de un concepto lineal y progresivo de la historia de la humanidad, el cual, guiado por la razón absoluta, no es capaz de realizar un juicio profundo y autocrítico que permita reparar los errores cometidos en el pasado, los cuales se prolongan en el presente y se proyectan hacia el futuro en esa ceguera continua y persistente que alcanza todas las esferas y las instituciones de la vida:

Habrá un Gobierno, dijo el primer ciego, No lo creo, pero en caso de que lo haya, será un gobierno de ciegos, es decir, la nada pretendiendo organizar a la nada, Entonces no hay futuro, dijo el ciego de la venda negra, No se si habrá futuro, el presente no sirve para nada es como si no existiese, Puede que la humanidad acabe consiguiendo vivir sin ojos, pero entonces dejará de ser la humanidad (Saramago, 1995: 341).

Lo que la mujer del médico contempla y trasmite a sus compañeros sobre el nuevo mundo de los “ciegos”, en este fragmento que hemos citado, es la escenificación de un mundo en el cual el desarrollo de la historia se ha cortado abruptamente, revelándola llena de caos y de ruina, de manera muy similar por su postura alegórica y simbólica a lo que Walter Benjamin analiza en el famoso cuadro del Angelus Novus de Paul Klee, pintura que representa a un ángel que Benjamin ha denominado “el ángel de la historia”. En el cuadro de Klee un ángel con los ojos abiertos de par en par, la boca abierta y las alas replegadas, está a punto de volar para alejarse del lugar en el que se encuentra inmóvil, mientras mira en actitud asombrada un pasado que sólo está lleno de ruinas, desgracia y desolación. Como el ángel de Klee, los ciegos de Saramago están deslumbrados por ese pasado y ese presente llenos de fracasos y muertos, que se materializa a medida que el mundo entero se va dando cuenta de su ceguera:

O progreso histórico não é para Benjamin uma edificacão constante, mas pelo contrario uma incesante, decurrente da subordinação do presente a um projecto de plenitude futura. Paradoxalmente, diz ele, o pensamiento racionalista moderno converter-se no anjo da destruição ao definir como imperativo categórico da sua ideología do progressso a neccesidade de concluir o projeto. Os milhões de mortos da História recente, alerta, são só sinal de um desvio (Lima, 1999: 421).

Los ciegos que conforman esta humanidad que se encuentra doblemente cegada y engañada, no son capaces de cambiar y de entender la realidad que les rodea pues, al igual que el ángel de Klee, están paralizados, y esta parálisis se traduce en la ceguera colectiva que simboliza la novela. Sin embargo, aún queda una figura capaz de redimir a la humanidad en medio de su caída: la mujer del médico. Este personaje femenino representa otros niveles alegóricos del motivo de la ceguera en la novela: por un lado, como testigo que presencia los estragos negativos de la ceguera; por otro lado, simboliza la fuerza y el coraje para luchar contra flaquezas y debilidades durante la epidemia, y de esta forma crear un nuevo concepto de civilización. Ella es la que mantiene unos pocos restos de humanidad en medio del caos del mundo de los ciegos, encarnando la esperanza y la capacidad del ser humano para reponerse de lo peor y continuar ayudándose a sí misma y a sus congéneres:

Hoy es hoy, mañana será mañana, y es hoy cuando tengo la responsabilidad, no mañana, si ya estoy ciega, Responsabilidad de qué, la responsabilidad de tener ojos cuando los otros los han perdido, No puedes guiar ni dar de comer a todos los ciegos del mundo, Debería, Pero no puedes, Ayudaré en todo lo que esté a mi alcance (Saramago, 1995: 336).

En las declaraciones de la mujer del médico, Saramago contrapone la ceguera de una civilización machista, violenta, agresiva y excesivamente racionalista y lógica, a la sensibilidad e intuición femenina de la mujer como un nuevo camino para recomponer la historia de este mundo en decadencia:

Una vez en el mundo del otro, la mujer no ve ya nada del que podría ser su propio mundo. El ensayo continúa y ha reunido dos cegueras entonces, la de quien ha quedado de repente ciego, sin mundo propio, sin rumbo propio y la de la mujer, que sin dudarlo un momento, ingresa en la ceguera del otro para atender a un sinnúmero de interrogantes de carácter médico, ético y apocalíptico que suscita la ceguera. Lo que intentará el Ensayo de Saramago reuniendo estas dos cegueras será de momento una rápida llamada de atención a la inutilidad del mundo creado por el hombre; de un lado la mujer, del otro la Ceguera, para que el lector descubra una forma de ver un mundo donde lo alguna vez erigido puede en el fondo no valer nada, ni servir para nada (Cuartas, 2001: 37).

La mujer del médico es al principio de la novela una persona común y corriente, sin ningún tipo de característica especial, excepto ser la esposa del oftalmólogo que atendió al primer ciego. Al quedarse ciego su marido, ella miente y pretende haberse quedado ciega para ir con él al manicomio. Este acto de solidaridad y de amor que el resto de los parientes de los primeros ciegos no es capaz de ejecutar, se puede interpretar como una virtud o cualidad que “salva” a la mujer del contagio del “mal blanco” y la eleva por encima de los demás personajes, convirtiéndola en una especie de símbolo de solidaridad y de compromiso. A medida que la historia transcurre en el manicomio y que la ceguera saca a flote lo peor de los ciegos, la mujer se va afianzando como líder de su reducido grupo a pesar de las adversidades, llegando incluso a matar al jefe de los ciegos malvados con objeto de liberar a las mujeres ciegas de las violaciones y vejámenes a los cuales aquéllos las someten. Al regreso a la ciudad es ella la que busca comida y refugio para sus compañeros, manteniendo unido y cohesionado al grupo, en una actitud cercana a la de una madre con sus hijos:

Los miró con los ojos anegados en lágrimas, allí estaban, dependían de ella como los niños pequeños dependen de la madre (Saramago, 1995: 301).

La mujer del médico nunca da órdenes terminantes, como lo hacía el gobierno que encierra a los ciegos o los ciegos malvados dentro del manicomio, que imponían de manera arbitraria y despótica su autoridad a los otros; al contrario, este personaje siempre está buscando maneras para que los ciegos participen en la toma de las decisiones fundamentales, de tal forma que los principios de la tolerancia y la democracia no sea olvidados en la ceguera.

En definitiva, en la figura de la mujer se percibe una manera más humana de concebir el mundo, al observar ella que los vicios y defectos que aumentan y se expanden durante la ceguera han sido siempre parte fundamental de la humanidad, y que ésta nunca ha hecho nada por remediarlos y eliminarlos definitivamente. La única manera de superar estos males, apuntaría Saramago a través de la figura alegórica de este personaje, sería por medio de la comprensión, la ternura y la sensibilidad, cualidades más cercanas a las mujeres que a los hombres, y que dotan a las mujeres de una capacidad de discernimiento y de compenetración más profunda y, por ende, más humana:

Estos valores difieren de los principios de organización de la antigua sociedad, básicamente por que tienen que ver con una dimensión más humana de la organización. La mujer plantea, entonces, una nueva manera de ver el mundo – a través de la intuición y de la sensibilidad- que se opone a los valores de la sociedad racionalista previa (Barragán, 2002; 18).

Igualmente, además de conducir a los ciegos por un nuevo camino de renovación, la mujer del médico también ayuda a su purificación, apuntando que esta ceguera no sólo simboliza las cosas que hay que cambiar en la humanidad sino también la necesidad de purificar y de limpiar a través de aquellos que han sido excluidos, como las mujeres, los viejos y los niños, los errores y falencias del pasado. El mismo color blanco de la ceguera remite inmediatamente y de forma alegórica a un estado de pureza, de luminosidad puro e incontaminado:

Encaminhando-nos das citações do Texto para a Simbologia, veremos esta cegueira “branca” como um estado de purificação já transfigurado, no sentido de um regresso simbólico do Ser ao tempo mais recuado: a un tempo embrionario e a um estado de inocência, anteriores ao registro do pecado e da culpa (Rodrigues, 1998: 28).

De esta propiedad alegórica del color blanco asociado con la pureza, se desprende el mensaje de que la humanidad tiene que limpiarse, purificarse y superar todos aquellos obstáculos que le impiden, de acuerdo con Saramago, llegar a ser “humanidad” y reconocerse los individuos como verdaderos humanos en el pleno sentido de la palabra, y no como ciegos o “pre-humanos”, que se encuentran cegados por su propia realidad. Esta limpieza la va realizando la mujer del médico, ya sea a través de sus actos humanitarios, ya sea por medio de una serie de hechos de carácter simbólico y alegórico. Esto es apreciado durante las acciones que en la epidemia la conectan con su propia feminidad y con la de las otras mujeres, como cuando lava a las ciegas violadas por los ciegos malvados en el manicomio, o a sus compañeras de grupo en la casa de la chica de las gafas oscuras, reafirmando una solidaridad de género que los hombres parecen no tener ni practicar entre ellos, y que sólo es posible en las relaciones entre las mujeres:

O comportamiento pasivo das personagens femininas nos primeiros tempos narrativos, estereotipados pelos clichés mulher do médico e mulher do primeiro cego, se transforma. As mulheres que permiten ser violentadas sexualmente em troca de comida, revoltam-se e assumem de novo a liderança do grupo sobreviviente. Criam a partir dai uma alianza que sugere o movimiento feminista. 'Ensaio sobre a cegueira' é uma espécie de organização matriarcal calcada na solidaridade e amor entre os sexos (Rocha de Freitas, 2004: 9).

En la novela, los personajes masculinos que por la ceguera se ven despojados del poder y de la autoridad que tenían antes, van cediendo lentamente a las adversidades que se presentan, terminando por aceptar la valentía y el coraje de las mujeres ante las dificultades que ellos mismos no son capaces de encarar y de solucionar. Y no es sólo la mujer del médico quien emprende actos heroicos: basta recordar a la chica de las gafas oscuras que se vuelve una madre sustituta del niño estrábico, de la misma manera como la mujer del médico los cuida a todos; o la mujer del encendedor, una ciega anónima que decide prenderle fuego a la sala donde se encuentran atrincherados los ciegos malvados, acción que le produce la muerte pero que libera a los ciegos del manicomio. Estas muestras de valentía y solidaridad llevadas a cabo por las mujeres, resaltan un nuevo camino de unión y de comprensión alejado de la soberbia masculina y del exceso de racionalidad de la civilización:

De momento siguiendo la guía de la Mujer, pone así José Saramago su grano de arena en la propuesta que han venido planteando escritores como Octavio Paz y Gabriel García Márquez, entre otros, a saber: la historia de la humanidad que reempieza remplazando el proyecto masculino racional y utilitarista por el proyecto femenino movido por la intuición y la vocación social del reconocimiento (Cuartas, 2001: 38).

La vocación social de reconocimiento y la intuición y humanitarismo que practica la mujer del médico con los demás, reafirman la necesidad de una purificación de la humanidad, a través de una feminidad que funcione como una fuerza capaz de superar los problemas y los dilemas que la ceguera plantea.

Generalmente, los personajes femeninos de la novelas de José Saramago cumplen funciones de suma importancia dentro de las novelas, funciones relacionadas con la comprensión y el entendimiento del mundo, que abren nuevas posibilidades de interpretar y de modificar de forma positiva la realidad en la que se mueven ellas y otros personajes, transformándolas prácticamente en héroes:

As personagens nos romances de Saramago cumplen tarefas e negam o estatuto da heroicidade. São personagens que o cânone rotula de anti-heróis, mas dotados de uma coerência interna de naturaza épica, comprindo una tarefa narrativa de cariz ético; as personagens ensimam-nos os valores morais da dignidade e da relaçao humanas que a sociedade já esqueceu (Gonçalves, 2001: 5).

Desde su posición de personaje simbólico y alegórico que lucha contra la ceguera como condición que se va apoderando del mundo, la mujer del médico invierte por completo el papel del héroe dentro de los esquemas clásicos de la narración. Este personaje tiene dudas, flaquea en ciertas ocasiones ante la fuerza incontenible de la ceguera que se va apoderando de todos, pero precisamente son sus valores, su capacidad de identificarse con el que sufre y ha sido olvidado y excluido, lo que le permite destacarse en la novela:

Hay que poner remedio a este horror, no aguanto más, no puedo seguir fingiendo que no veo, Piensa en las consecuencias, lo más seguro es que intenten hacer de ti una esclava, tendrás que atenderlos a todos, cuidar de todo, te exigirán que los alimentes, que los laves, que los acuestes y los levantes, que los lleves de aquí para allá, que les suenes y les seques sus lágrimas, te llamarán cuando estés durmiendo, te insultarán si tardas en acudir. Y tú, cómo quieras que siga mirando estas miserias, tenerlas permanentemente ante los ojos y no mover un dedo para ayudar, Ya es mucho lo que haces (Saramago, 1995: 183-184).

Desde la llegada al manicomio hasta que los ciegos vuelven a recuperar la visión, la mujer invita al resto de los ciegos a mantener el respeto, la tolerancia y la unión a pesar de las adversidades y los desaciertos que causan la ceguera, convirtiéndose en una guardiana y guía para ellos y en un símbolo de esperanza y de renovación ante estas adversidades.

Para finalizar este segmento dedicado al motivo alegórico de la ceguera, debemos resaltar la experiencia del viaje de retorno del manicomio a la ciudad emprendido por los ciegos protagonistas, un camino con una fuerte carga simbólica, pues a su regreso a la ciudad son testigos de la caída de la civilización. Gracias al testimonio de la mujer del médico, los demás ciegos reconocen la debilidad y la impotencia de los sistemas de organización social que se crearon para gobernar al mundo, y que ahora, tras el avance de la ceguera, resultan obsoletos e insuficientes, lo que provoca la necesidad de concebir un nuevo mundo a partir de los parámetros de la ceguera. Mediante el viaje de retorno a casa, los personajes empiezan a cuestionar sus antiguas creencias y concepciones, hasta el punto de darse cuenta de lo erróneas y equivocadas que éstas fueron, de lo “ciegos” que pudieron ser frente a la realidad, y que dicha “ceguera” pudo haber propiciado la epidemia de la ceguera actual:

Por qué nos hemos quedado ciegos, No lo sé, quizás un día lleguemos a saber la razón, Quieres que te diga lo que estoy pensando, Dime, Creo que no nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegos, Ciegos que ven, Ciegos que, viendo no ven (Saramago, 1995: 438-439).

A través de la metáfora del viaje, se habla de la ceguera como símbolo de aprendizaje y de renovación: los ciegos finalmente se dan cuenta de que “siempre” han estado ciegos, y que se necesitaba la aparición de una ceguera física y palpable, para que pudieran darse cuenta de su realidad. Igualmente, no es sólo el viaje físico de regreso a la ciudad desde el manicomio, sino también la misma ceguera lo que simboliza una travesía en la cual los ciegos indagarán y tratarán de averiguar lo que son, tanto como individuos, como comunidad, ahora que el mundo ha cambiado:

La metáfora del viaje sirve para indicar la necesidad que tiene el hombre de hacer experiencias para poder comprender. No olvidemos que experior en latín, de donde procede experiencia, quiere decir caminar y así formarse una determinada conciencia o cultura de las cosa (Lamana, 2001: 3).

Este peregrinaje que empieza con el contagio de la ceguera, sigue en el manicomio y termina en la ciudad, sirve también para subrayar la función alegórica y también de parábola de Ensayo sobre la ceguera, pues es a través de los símbolos de la mujer, del viaje y de la misma ceguera, que la novela quiere no sólo comunicar otras experiencias, sino también enseñar a reconocer los límites y falencias del ser humano, representados por la ceguera. Entonces, la parábola entraría a formar parte de la construcción alegórica de la obra, ya que la parábola se define como:

A very short narrative about human beings presented so as to stress the tacit analogy, or parallel, with a general thesis or lesson that the narrator is trying to bring home to this audience (Abrams, 1993: 50).

Utilizando la parábola para reforzar sus ideas sobre la humanidad, Saramago potencia de esta forma el contenido alegórico de la novela y la muestra, finalmente, como una enseñanza para todos nosotros, tal como lo afirma la mujer del médico categóricamente al final del libro, al resaltar que la ceguera blanca es la ceguera del ser humano frente a sus verdades:

Este concepto de parábola es aplicable al Ensayo en la medida en que –hacia el final del texto- la mujer del médico enuncia una suerte de moraleja (somos “Ciegos que, viendo no ven”, Ensayo, 420). Esta sentencia es fruto de la experiencia de la ceguera y de lo que se aprende en ella y, quizás, se esperaría transmitirla al lector como una enseñanza. En este sentido, el Ensayo funcionará, en parte, como una parábola crítica de la sociedad occidental (Barragán, 2002: 38).

Este es, tal vez, el principal objetivo del uso alegórico de la ceguera en Ensayo sobre la ceguera: enseñar y mostrar al lector, utilizando diversos temas y motivos, cómo la humanidad, al negarse a afrontar sus problemas y la realidad de estos, cae en la ceguera, es decir, en la incapacidad de verlos y de superarlos de una forma adecuada y, hasta se podría decir, verdaderamente humana.


4.1. La extrañeza y la deshumanización en la ceguera

Una vez se ha explicado el sentido alegórico del motivo de la ceguera podemos analizar con mayor claridad y profundidad, los motivos de la extrañeza, la deshumanización, la crueldad y la maldad en la ceguera. Ya que todos ellos se hallan entrelazados y conectados, lo mejor es empezar por el motivo de la extrañeza y la deshumanización del cual se desprende, a su vez, el de la crueldad y el de la maldad. El motivo de la extrañeza y de la deshumanización se mueve en dos planos: por un lado, en el plano de la pérdida de la identidad y de la incapacidad de identificar al mundo tal como se concebía cuando los personajes no estaban ciegos. El otro plano es el de la abyección, o sea, la rápida deshumanización que sufren los ciegos, a medida que la epidemia se apodera de la humanidad, y que nos lleva al motivo de la crueldad y de la maldad sin límites en la ceguera.

La forma como el motivo de la ceguera afecta la identidad de los protagonistas de la novela y los conduce al extrañamiento y a la deshumanización, y a una nueva manera de entender al mundo, tiene una gran importancia en Ensayo sobre la ceguera, pues en la medida en que la humanidad va cambiando a raíz de la ceguera, también la noción del individuo se modifica, hasta el punto que lo que se entendía por “persona”, debe ser vuelto a definir en el mundo de la ceguera. En la novela los personajes rápidamente son denominados por apodos o señas que enfatizan sus características y no por su nombre real, que nunca llegamos a conocer, subrayando de manera deliberada el carácter anónimo de aquellos que han caído víctimas del mal blanco. Más que personajes, los protagonistas son figuras alegóricas, cada una de ellas dueña de su propia voz, voz que representa una forma de concebir la realidad, la cual reafirma de una manera un tanto paradójica que la individualidad se crea a partir de las acciones, hechos y actitudes de los personajes frente a la ceguera, y no a partir de sus propios nombres. Por ello, los personajes de Ensayo sobre la ceguera deben ser considerados como:

Figuras alegóricas que uma humanidade que mesmo quando ainda tinha olhos de ver, estava moralmente cega. A ausencia de onomástica significa que as figuras do “vero relato” são, em rigor actantes, isto é, sujeitos que desencadeiam ou astre acçoes, e nao personagens, cujo trayecto narrativo seja idissociável originária e substancialmente de sua psicología, dos seus sentimentos, da sua ideología e da sua visão do mundo (Aguiar e Silva, 1999: 97).

La mujer del médico, el médico, el primer ciego, el viejo de la venda negra, la chica de las gafas oscuras y los otros personajes de la novela, rápidamente se van dando cuenta de que en el ámbito de la ceguera el nombre no tiene importancia, ya que el individuo se encuentra ahogado en el anonimato y en la impersonalidad al carecer de vista, lo que impide que las características individuales, como el nombre propio, sean debidamente percibidas y aceptadas, creando dentro del texto el fenómeno del extrañamiento y del absurdo, es decir, subvirtiendo y cuestionando lo que se considera como lo normal en una sociedad: que los individuos tengan un nombre propio que los identifique.

La primera en darse cuenta de la imposibilidad de establecer una comunicación a partir de los nombres propios es la mujer del médico: desde que los primeros ciegos van llegando al manicomio, no se presentan con sus nombres a los demás. Esta particularidad de la ceguera, la negación del nombre y por consiguiente de la identidad individual, resalta que la limitación del hombre para entenderse a sí mismo y a sus semejantes es enorme, y que la ceguera lo que hace es, principalmente, desarticular esa concepción de que el ser humano puede ser aprehendido, entendido y definido, a partir de las particularidades y características que lo hacen humano. Si una de las condiciones para ser considerado completamente humano es el nombre, al carecer de éste en un mundo de ciegos, la humanidad se acerca más a la deshumanización, al extrañamiento y a la animalización que a lo propiamente humano:

Tan lejos estamos del mundo que pronto empezaremos a no saber quienes somos, ni siquiera se nos ha ocurrido preguntarnos nuestros nombres, y para qué, ningún perro reconoce a otro perro por el nombre que le pusieron, identifica por el olor y por el se ha de identificar, nosotros aquí somos como otra raza de perros, nos conocemos por la manera de ladrar, por la manera de hablar, lo demás, rasgos de la cara, color de los ojos, de la piel, del pelo no cuenta, es como si nada de eso existiera (Saramago, 1995: 84).

Si Ensayo sobre la ceguera es una alegoría sobre el estado actual del mundo, sobre nuestra propia ceguera, entonces el extrañamiento que produce la pérdida del nombre en los protagonistas obedece también a la mecanización y a la alienación de la cual son víctimas las personas en las sociedades actuales, en donde predomina más el valor comercial o de utilidad que pueda tener el individuo, que su valor intrínseco como persona: la persona pierde entonces su nombre y la individualidad que éste representa poniendo, por lo tanto, en tela de juicio a una colectividad humana dentro de la cual la inhumanidad, el egoísmo y la falta de compromiso colectivo e individual imperan entre los individuos que la componen:

A cegueira branca é uma alegoría sobre a falta de visão social e política diante da realidade que nos circunda. Os individuos, alienados encontram-se apartados do mundo, inmersos na ideología individualista e consumista. Eles vivem fora da realidade, ainda que tehnam olhos não a reparam. Tudo lhes parece natural Se a satisfação hedonista alimenta a “cegueira”, é em “segurança”que os tormam cegos. Diante da insegurança e das incertezas, cegam-se (Ozai da Silva, 2007: 1).

Para que las personas abandonen este estado de extrañeza y deshumanización que representa la pérdida del nombre dentro de la ceguera colectiva, es necesario volver a plantear los parámetros que definen al ser humano, entender la identidad individual como algo que se debe construir a partir de una investigación y de una búsqueda constantes, la cual se debe alejar en ciertos momentos de las presiones del mundo contemporáneo. En ello radica también ese retorno de los protagonistas a la ciudad, a su antiguo lugar de origen, para darse cuenta del fracaso de la antigua sociedad que propiciaba más la deshumanización que la humanización:

Esto arroja luz sobre el Ensayo, en la medida en que convierte el peregrinaje de los personajes en una búsqueda de identidad. Saramago emprende, entonces, una búsqueda que se nos antoja interminable: dentro de esta sociedad moderna, dentro de este mar de nombres, conceptos, reglas, juicios y valores, Saramago sale en busca del hombre; del hombre lleno de límites que da la medida del mundo (Barragán, 2002: 21).

Agregamos también al problema del extrañamiento en la ceguera, la manera como se interpretan otros hechos, no sólo relacionados con la identidad de las personas, sino también con la manera como se percibe y se denomina al mundo. Resulta sumamente interesante ver cómo la ceguera afecta no sólo la manera de nombrar a las personas, sino también cómo los ciegos dejan de percibir y de ubicarse frente a las antiguas creencias que regían el mundo anterior a la ceguera. Al final de la novela, la mujer del médico y el médico entran en una iglesia y descubren que las imágenes religiosas han sido tapadas por un trapo blanco, o por una capa de pintura blanca en los ojos, las cuales sugieren que los santos también están “ciegos” al igual que el resto de las personas. La conclusión a la cual llega la mujer del médico después del descubrimiento es sumamente lógica: si el ser humano está ciego, Dios y todo lo que representa a lo divino y a lo religioso también debe estarlo, y tiene que ser por lo tanto simbolizado de esa manera:

Dado que los ciegos no podrían ver a las imágenes, tampoco las imágenes tendrían que ver a los ciegos, Las imágenes no ven, Equivocación tuya, las imágenes ven con los ojos que las ven, sólo ahora la ceguera es para todos (Saramago, 1995: 426).

La “ceguera” de Dios al igual que la “ceguera” de la identidad, simbolizarían que los conceptos de la representación del mundo y de la identidad humana son aún confusos y problemáticos, y, por lo tanto, es necesario renovarlos para volverlos más humanos y plenos, más acordes a las necesidades de la humanidad en general, reconociendo la variedad de matices y de diferencias que anidan en ellos. Dado que el concepto de lo que se considera como “verdades” absolutas en el ser humano, es producto de una cadena de jerarquías y de imposiciones que vienen del poder dominante, lo que dentro de la novela es representado por el dominio absoluto que proviene de la razón y de la vista, el cual a su vez es subordinado por las estructuras económicas y sociales que lo legitiman, por ello los individuos se ven “cegados” por estas exigencias y cargas ideológicas, las cuales nunca cuestionan y terminan alienándolos y deshumanizándolos; el cambio, de acuerdo con lo expuesto por la novela de forma alegórica y simbólica se realizará en el momento en que esas “verdades” sean revaluadas, bajo la perspectiva de la ceguera, y del nuevo conocimiento que proviene de la sensibilidad y la intuición, en contravía a la rigidez de los esquemas demasiado racionales de antaño:

Seguindo o conceito de alienação como deshumanização, é posivel dizer que a alienação é freqüente em sociedades marcadas pela imposição de hierarquias e pela dominação atraves do poder. Entenda-se poder segundo a definição de Foucault, ou seja, como una rede productiva, que para ser mantida conta com mecanismos de força aceitos pela sociedade (FOUCAULT, 2001). A questão a ser entendida é que o poder possui essa aceitação. De fato, os homems os homems não se submeteriam às incoerências de uma forma se não la tivessem como verdadeira. A idéia de verdade, a verdade como lei, como conjunto de artificios regulados, segundo Foucault, é a própria expressão do poder. Ela sería a chave para o entendimento da cegueira do Ensaio de Saramago, à medida que ambas – verdades como lei e cegueira como alienação- são fatores presentes em sociedades capitalistas (Lemos Duarte, 2003: 2).


4.2. La abyección, la crueldad y la perversidad en la ceguera

El motivo de la abyección en la ceguera se desarrolla en dos escenarios, donde la deshumanización y el motivo de la crueldad y la maldad sin límites aparecen con más fuerza. La abyección que sufren los seres humanos a medida que se van quedando ciegos, nos remite a la búsqueda del sentido del hombre en sociedad, y cómo en el marco simbólico de la ceguera las relaciones sociales, los problemas del entorno ambiental, social, político y, particularmente, el respeto hacía los demás, aumentan de manera dramática hasta llegar casi a la barbarie y la crueldad:

Trata-se, no fundo, de um libro sobre a abjecção, que aprofunda os efeitos de irradiaçao humana que ela pode integrar, e a vários níveis: pessoal, de relação, de ambiente, afectivo, institucional, etc., culminando na questão esencia (e não oé, neste momento mais que todos temible no plano de ameaças várias entre as quais a epidémica e a nuclear) de sovrevivência do ser humano, e na valorização das quesotes mais elementares (Seixo, 1999: 99).

La abyección surge en el momento en que el gobierno decide aislar a los enfermos de la ceguera blanca en un manicomio, privándolos del contacto con el mundo exterior, encierro que va generando de manera rápida y fulminante conflictos que no tardan en explotar y producir la catástrofe final: la lucha de los mismos ciegos por el control del manicomio.

Posteriormente, el nuevo escenario de la abyección para los ciegos sobrevivientes al holocausto del manicomio es la ciudad, donde el resto de la población ha caído ciega, desapareciendo, de esta forma, todo rastro del orden y de la civilización que alguna vez hubieran existido.

El manicomio, donde ocurre la mayor parte de la novela y algunos de los acontecimientos más dramáticos y significativos, como el dominio de los ciegos malvados, el hacinamiento inhumano al que las autoridades someten a los ciegos y el incendio final, adquiere un valor alegórico del dominio de la ceguera sobre el mundo, concentrándolo en un solo punto y haciendo sobresalir la mayoría de los rasgos negativos de la humanidad: las falencias de los seres humanos para controlar el ambiente –los problemas de higiene y de salubridad que sufren los ciegos-, la incapacidad de crear un sistema justo y democrático donde reinen la paz, la convivencia, la tolerancia, la justicia, etc. Se puede ver, entonces, cómo el motivo de la ceguera utiliza el manicomio, y el encierro de los enfermos dentro de éste, para mostrar de manera simbólica y alegórica la problemática del mundo actual, encerrado en la “ceguera” de sus propios problemas y dilemas, incapaz de hallar una salida a los males que lo aquejan. Males que se exacerban de manera incontrolable y dramática en la novela cuando todos los contagiados, confinados en otra sala del manicomio, pierden definitivamente la vista, y el manicomio se ve aquejado por la sobrepoblación y el hacinamiento que generan graves problemas en la distribución de la comida y del espacio.

Esto produce constantes disputas y desacuerdos entre los ciegos, que aumentan con la aparición de los ciegos malvados, quienes exigen dinero y mujeres a cambio de distribuir la comida.

La humillación y la abyección surgen a raíz del encierro y de las luchas que sostienen los ciegos por su supervivencia, llegando al nivel más bajo de la abyección en luchas a veces sin sentido. Luchas que, en una conversación que sostiene el médico con su mujer, son consideradas como una de las variaciones más terribles de la ceguera espiritual que siempre ha afectado a los seres humanos.

Siempre ha habido peleas, luchar fue siempre, más o menos una especie de ceguera, Esto es diferente, haz lo que te parezca, pero no olvides lo que somos aquí, ciegos, simplemente ciegos, ciegos sin retórica ni conmiseraciones, el mundo caritativo y pintoresco de los cieguitos se ha acabado, ahora es el reino duro cruel e implacable de los ciegos (Saramago, 1995: 184).

Además de ironizar sobre otro de los motivos al cual se refiere Jernigan en su ensayo, el del ciego como objeto de piedad y de compasión por parte de los otros, el médico enfatiza con sus palabras que esa imagen caritativa que se manejó del ciego en la tradición cultural y más específicamente en la literatura, ya no existe, y al estar todos ciegos, la ceguera es – o ha sido desde siempre- la auténtica condición del ser humano, lo que queda demostrado de forma palpable y verídica con la degradación a la que se ven sometidos los ciegos en el manicomio.

Paradójicamente, el mismo narrador refuerza esa noción de abyección, ignorancia e inhumanidad que produce la ceguera, destacando que la noción de la “visión” sigue arraigada de forma tan poderosa y contundente que los ciegos no se han podido deshacer de ella. Ello prueba lo absurda y lo contradictoria que se ha vuelto su situación dentro de la novela: el ser humano, incapaz de reconocer su propia “ceguera”, no toma conciencia de este estado y, a lo largo del texto, mantiene una serie de normas y de convenciones innecesarias, dado que todos están ciegos:

Saramago es una enciclopedia de dichos y refranes. Aparecen con tal abundancia, casi siempre a cuento y cuando no, el narrador realiza uno de esos malabarismos tan suyos y adapta la sentencia a lo que sucede en el relato, que parecen invenciones del novelista. En ellos sin duda abreva la sapiencia con que están regados sus libros, que no es erudición huera sino sentido común quintaesenciado. Son esencialmente rescatables, en la novela de que estamos hablando, el sarcasmo acerca de la visión y los juegos de palabras a partir de frases habituales que aluden a los ojos: con frecuencia los ciegos se aconsejan mirar donde ponen los pies, rematan sus estimaciones del futuro con un lacónico “Ya veremos” se guarecen del dolor usando como escudo la máxima aquella de que ojos que no ven, corazón que no siente (Granados Salina, 1997: 4).

El mismo narrador realiza dentro de la novela, con tales sentencias e ironías, un proceso de inversión muy propio y común dentro del campo de lo alegórico: desmantela el sentido de las frases relacionadas con la vista, para subrayar no sólo lo absurdo de la situación, sino también hasta qué punto la influencia del sentido de la “vista” y de todo lo que de ella se desprende, ha moldeado lo que se debe considerar como humano, y cómo lo correcto de ese “ser humano” es acatar una serie de ideas y de convenciones a pesar de la nueva situación en la que se encentra, o sea, la ceguera:

El hambre los empujó hacia fuera, allí estaba el ansiado alimento, verdad es que iba destinado a los ciegos, que luego traerían el que les correspondía a ellos de acuerdo al reglamento, pero a la mierda el reglamento, nadie nos ve, y vela adelante alumbra por dos, ya lo dijeron los antiguos de todo tiempo y de todo lugar, y los antiguos no eran lerdos (Saramago, 1995: 121).

Esta frase, pronunciada por los contagiados pero no todavía ciegos que se encuentran en otra sala del manicomio, en un episodio en que buscan aprovecharse de un incidente entre los soldados y los ciegos para tratar de robar la comida a éstos, simboliza la trasgresión de las reglas y, al mismo tiempo, la inutilidad de las frases relacionadas con la acción del verbo ver, reforzando la idea de que la ceguera es un estado general en todos, y que ésta se manifiesta precisamente en quienes aún pueden ver, como son los contagiados. Pero éstos, a pesar de conservar la vista, están también ciegos al romper las reglas, con lo que se muestra, de manera irónica, que los videntes a la hora de cometer injusticias y arbitrariedades están más ciegos que los mismos contagiados del mal blanco.

En estas acciones de degradación y de deshumanización, es donde el manicomio simboliza la deshumanización más pura, y el nivel de abyección al que ha caído la especie humana:

O manicómio desactivado onde são encaercerados os cegos e os cotaminados é a maetáfora dos campos da morte da nossa excruciante memoria histórica contemporânea. A sujdade nauseabunda dos corpos, das camaratas, dos corredores e das sentinas do manicómio e cheiro pestilencial que envolve e mortalmente abafa toda a cidade são metáforas do apodrecimiento do homen (Aguiar e Silva, 1999: 98- 99).

El manicomio y la ciudad resaltan el simbolismo no sólo de un encierro involuntario y de un aislamiento que va contra las normas mínimas de la humanidad, sino también la crueldad de los campos de concentración y de exterminio del siglo pasado, lo que se relaciona inmediatamente con el motivo de la crueldad en la ceguera. En efecto, en el manicomio es donde la maldad y la crueldad relucen con más fuerza y señalan que la ceguera que nos hace ser malos, crueles e injustos, es también la alegoría del mal que anida en el ser humano:

A cegueira é a metáfora da desumanizaçao e da indignidade do homem. Com ela irrompem os demónios e os mostros apocalípticos: a fome, a violencia, a crueldade, a bestialidade…(Aguiar e Silva, 1999: 98).

Esta deshumanización, que también se ve en el escenario de la ciudad, por el vacío que ha dejado la civilización representa esa lectura milenaria que se le ha dado al motivo de la ceguera como algo no sólo relacionado con la muerte y la desolación, sino, también en el caso del texto que estamos analizando, como una severa advertencia de lo que le puede ocurrir a la humanidad si ésta no examina de manera crítica y abierta su forma de comportarse:

Por ahora vivimos, Escúchame, tú sabes mucho más que yo, a tu lado soy sólo una ignorante, pero lo que pienso es que ya estamos muertos, estamos ciegos, porque estamos muertos, o, si prefieres que te lo diga de otra manera, estamos muertos porque estamos ciegos, da lo mismo (Saramago, 1995: 336).

Esta muerte, esta ceguera, no es sino la consecuencia, como hemos dicho anteriormente, de la incapacidad del ser humano de ver el derrumbe de un proyecto de civilización que, más que acercarlo al progreso o a la perfección, lo ha llevado por los abismos de la crueldad, la abyección y la deshumanización, sin que –en la mayoría de las ocasiones- se haya hecho algo de verdad para remediarlo.

Queremos finalizar este capítulo con un breve comentario sobre el motivo de la crueldad y de la perversidad en la ceguera, el cual es poco más que una extensión del motivo más amplio de la abyección y de la deshumanización representado por la figura de los ciegos malvados. Estos se aprovechan de la inexistencia de una autoridad y de una organización dentro del manicomio, y representan el máximo grado de degradación al cual ha llegado la humanidad sometida a la epidemia de ceguera. Este grado de bajeza está simbolizado por la violencia que ejercen contra los otros ciegos y especialmente con las mujeres:

La ciega de los insomnios aullaba de desesperación bajo un ciego gordo, las otras cuatro estaban rodeadas de hombres con los pantalones bajados que se empujaban como hienas en torno a la carroña. La mujer del médico se encontraba junto al catre a donde había sido llevada, estaba de pie, con las manos convulsas aferradas a los hierros de la cama, vio cómo el ciego de la pistola rasgó la falda de la chica de las gafas oscuras, cómo se bajó los pantalones y guiándose con los dedos, apuntó al sexo de la chica, cómo empujó y forzó, oyó los ronquidos, las obscenidades (Saramago, 1995: 242).

La figura de los ciegos malvados apunta, por un lado, a la tradición anteriormente mencionada de los ciegos como seres extraños y malignos, seres que a causa de la ceguera han perdido la capacidad de ser “humanos” y por ello están predispuestos, por su naturaleza inhumana, a realizar actos que violen las normas de la civilización. Por otro lado, la aparición de tales ciegos en el manicomio representa la perdida de la ética y de la moral que supuestamente “rigen” al mundo, que empieza con el gobierno autoritario que recluye a los ciegos de manera arbitraria, y llega a su máxima expresión de maldad y crueldad con los abusos del grupo de los ciegos malvados:

El Ensayo de Saramago es un inmenso alegato ético que pretende mostrar lo frágiles que son los derechos humanos más preciados cuando, por efecto de la Ceguera, se pierde la vigilancia mínima de la situación personal: el derecho a la vida, a la dignidad, el respeto, son los grandes ausentes en esa situación de inmenso desequilibrio que constituye la Ceguera; todos quieren legislar sobre los ciegos, reducirlos, aplicarles sus dosis de violencia como si su estado permitiera desatar tendencias inciviles, sin temer por ello represión y aplicación de la justicia (Cuartas, 2001: 47-48).

Aquel mal precisamente está simbolizado y representado por la ceguera, pues la ceguera refutaría la posibilidad de que el mundo se estuviera desarrollando en un camino de bondad y de perfección, ya que a raíz del “mal blanco”, es decir, de la ceguera, se exacerbarían la abyección y la deshumanización que siempre han imperado. Por eso la ceguera adquiere un profundo significado alegórico a lo largo de la novela como un llamado de atención para que entendemos la necesidad de crear una nueva forma de ver las cosas, la cual nos permita superar la “ceguera” simbólica que pone en escena la novela, y que de una forma u otra está presente en todos los ámbitos de la humanidad.

 

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extracto de:
'LA CEGUERA COMO MOTIVO EN «ENSAYO SOBRE LA CEGUERA» DE JOSÉ SARAMAGO E «INFORME SOBRE CIEGOS» DE ERNESTO SÁBATO'
MARCO ANTONIO FONSECA
DOCTORADO EN TEORÍA DE LA LITERATURA Y LITERATURA COMPARADA
DEPARTAMENTO DE FILOLOGÍA ESPAÑOLA
UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE BARCELONA
BELLATERRA, 2008

fonte: http://www.recercat.cat/bitstream/handle/2072/9059/

 


 

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31.Dez.2019
Maria José Alegre