Guia para padres
Bienvenido

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Dame una estrella, madre, si me quieres,
¿No dices que en el cielo hay estrellas
a chorros?
¡Dame una, madre, para jugar con ella!
El presente libro fue desarrollado pensando en los padres de los niños con
deficiencias visuales graves. Confiamos en que la sistematización de los objetivos
básicos que presentamos, su organización y las orientaciones que se proponen
pueda hacer que esta guía resulte un instrumento útil, para los padres que los
lleve a un camino de aceptación. Lo que hoy sabemos y deseamos transmitir se lo
debemos a otros profesionales, psicólogos, psiquiatras, psicopedagogos y padres
que trabajaron con sus hijos, y le observaron con reflexión.
Este documento es
una guía del desarrollo de los niños con deficiencias visuales graves desde los 0
meses hasta los 3 años. El titulo, de este libro, hace referencia a una
concepción de la aceptación temprana, que la única forma de favorecer el
desarrollo del niño es estando con el, apoyándolo en cada momento de su vida.
Durante los primeros años de vida los niños ciegos, están en una situación de
mayor dependencia respecto de las iniciativas de los padres, por otro lado los
niños no videntes reciben mucha información y tienen muchas experiencias sin que
hayan sido programadas de forma intencional por los adultos que conviven con
ellos, estos niños acceden a muchas experiencias de forma espontánea, pero en
términos comparativos dependen mas de un adulto intermediario. En este sentido,
es importante proporcionarles oportunidades de experimentación; aproximarles
elementos del entorno, que de otra forma quedarían excluidos de su campo
perceptivo, ayudarles a integrar e interpretar coherentemente los estímulos del
mundo exterior.
Los niños no aprenden pasivamente según lo que los adultos
queramos enseñarles, los niños desde muy pequeños van consiguiendo sucesivos
logros a partir de sus necesidades y sus deseos. Nuestra responsabilidad como
padres, como adultos, e integrantes de su entorno familiar es precisamente
estimular estos deseos, darles oportunidades de aprender, presentarles una
información asimilable para ellos…y esto es solo posible desde una interacción
positiva, en un clima tranquilo y confortable y desde un profundo amor al niño y
a sus características particulares.
El título de este libro hace referencia a una concepción, de la Atención
Temprana: que la única forma de favorecer el desarrollo del niño es ponernos en
su lugar. Esto es, no tomarlo como un sujeto pasivo que nosotros moldeamos, sino
como una persona, con necesidades, sentimientos y deseos propios. Esto nos
permitirá entender que cada conducta del niño tiene un significado y un porqué.
Desde esta concepción, los padres de un niño sin visión y otras personas significativas
para él tenemos un papel: ayudarle a descubrir el mundo, a interesarse por él, a
amarlo y a comprenderlo.
Es cierto que, durante los primeros años de la vida,
los niños ciegos están en una situación de mayor dependencia respecto de las
iniciativas de sus padres y/o de otros adultos próximos a ellos. Los niños
videntes reciben mucha información y tienen muchas experiencias sin que hayan
sido programadas de forma intencional por los adultos que conviven con ellos.
Por supuesto, los niños sin visión también acceden a muchas experiencias de
forma espontánea, pero en términos comparativos dependen más de un adulto
intermediario. En este sentido, es importante proporcionarles oportunidades de
experimentación; aproximarles elementos del entorno, que de otra forma quedarían
excluidos de su campo perceptivo; y ayudarles a integrar e interpretar
coherentemente los estímulos del mundo exterior.
Creemos que las sugerencias y
las orientaciones que incluimos en esta guía para la consecución de los
sucesivos logros del desarrollo evolutivo favorecen el acceso a un mundo
experiencial más rico e interesante, sin que esto signifique que estas
orientaciones deban tomarse al pie de la letra. Ahora bien, proporcionar un
ambiente
rico no significa, en absoluto, someter al niño a un ritmo de estimulación o
actividad continuo o acelerado. Es tan importante proporcionarle estímulos como
preservarle de ellos. Es tan importante la actividad como la tranquilidad. En
todo caso, los niños no aprenden pasivamente según lo que los adultos queramos
enseñarles.
Los niños, desde muy pequeños, van consiguiendo sucesivos logros a
partir de sus necesidades y sus deseos. Nuestra responsabilidad como adultos es
precisamente estimular estos deseos, darles oportunidades de aprender,
presentarles una información asimilable para ellos... y esto es sólo posible
desde una interacción positiva, en un clima tranquilo y confortable y desde un
profundo respeto al niño y a sus características particulares. Por último, somos
conscientes de que a los padres de los niños ciegos, precisamente en uno de los
períodos críticos de su vida, los profesionales les exigimos actitudes y
comportamientos que no siempre pueden mantener.
Esta guía puede resultarles útil
si la toman como referencia para el desarrollo de sus hijos, pero en absoluto
pretende convertirse en una exigencia más ni suplir el apoyo que algunos
profesionales y familiares pueden brindarles. Si es importante respetar los
sentimientos y los deseos de los niños, no lo es menos atender al estado anímico
de sus padres. Cualquier ayuda, cualquier orientación, sólo resulta eficaz si se
presta en el momento oportuno. Si la lectura de este texto remueve sentimientos
muy dolorosos, es mejor aplazarla y relacionarse con el niño de forma natural
desde la posición que cada padre adopte espontáneamente.
1.
Objetivos básicos
del desarrollo de los niños con ceguera o con deficiencias visuales graves
Objetivos básicos del desarrollo de los niños ciegos:
El niño de 0 a 6 meses
Comunicación lenguaje y socialización:
• Se calma con el contacto
• Sonríe y se ríe en situaciones adecuadas
• Atiende
preferentemente a la voz de la madre
• Vocaliza y emite algún sonido
consonántico
• Explora el rostro y el pelo de la madre
• Protesta cuando tiene
hambre o esta incómodo
Comprensión sensorial motora y cognición:
• Da señales de respuesta a los estímulos externos
• Presta atención al sonido y
busca la fuente
• Vuelve la mano para coger el objeto
• Se muestra atento cuando
le hablan
Manipulación y conducta adaptativa a los objetos:
• Mantiene las manos preferentemente abiertas
• Juega con sus manos y con las
del adulto
• Sujeta activamente
• Chupa los objetos
• Agita para obtener sonido
• Recupera un objeto colocado sobre el pecho
Motricidad gruesa esquema corporal y organización espacial:
• Mantiene la cabeza erguida estando boca abajo en los brazos del adulto
• Puede
ponerse de lado estando boca arriba
• Acostado boca arriba se impulsa hacia
atrás
• Se mantiene sentado con apoyo
• Juega con sus pies (*)
Hábitos y autonomía:
• Vuelve la cabeza hacia el tete cuando se le coloca en la mejilla
• Abre la
boca para recibir el alimento
• Se alimenta con cuchara
• Duerme fuera de la
habitación de los padres
• Mantiene hábitos regulares de alimentación y sueño.
(*) Estos objetivos suelen conseguirse al final de este período o al inicio del
siguiente
Objetivos básicos del desarrollo de los niños ciegos:
El niño de 6 a 12 meses
Comunicación lenguaje y socialización:
• Acepta generalmente las propuestas del adulto
• Reclama y protesta
oportunamente
• Hace algún gesto para continuar un juego o actividad
• Establece
algunas relaciones diferenciadas con otros miembros de la familia
• Hace
extrañamiento
• Tolera periodos cortos de espera
• Bisilabea repetitivamente
• Dice no con la cabeza
• Aparecen las primeras palabras con intención
comunicativa
• Hace alguna gracia familiar
• Responde diferenciadamente cuando
se le llama por su nombre
Comprensión sensorial motora y cognición:
• Reconoce sonidos familiares y juguetes propios
• Muestra preferencia por un
objeto y lo retiene
• Busca entre sus piernas cuando cae el objeto
• Coge por
coordinación oído-mano
• Entiende el “toma”
• Retira un pañuelo de su cara
•
Retira una pantalla para encontrar un objeto escondido
Manipulación:
• Cambia el objeto de mano
• Golpea horizontalmente
• Golpea verticalmente
• Da
palmitas
• Saca objetos de un bote de boca ancha
• Aprieta un muñeco de goma
blando para obtener sonido
• Pulsa un botón blandito (*)
Motricidad gruesa esquema corporal:
• Realiza y le gustan los juegos corporales con el adulto
• Se mantiene sentado
sin apoyo
• Sentado, hace apoyos laterales cuando se le desequilibra
• Hace
rotaciones de boca abajo a boca arriba y viceversa
• Se sienta en una silla baja
• Repta o avanza estando boca abajo
• Se mantiene de rodillas
• Se mantiene de
pie con apoyo (*)
• Pasa de tumbado a sentado (*)
Hábitos y autonomía:
• Inclina el biberón y bebe independientemente
• Chupa pan o galletas
• Come
sentado en una silla
• Hace algunas conductas de anticipación de situaciones
cotidianas
• Se muestra más activo en los hábitos de la vida diaria
(*) Estos objetivos suelen conseguirse al final de este período o al inicio del
siguiente
Objetivos básicos del desarrollo de los niños ciegos:
El niño de 12 a 18 meses
Comunicación lenguaje y socialización:
• Echa brazos a la madre desde otro adulto
• Dice adiós con un gesto
• Tira besos
• Acepta a otras personas conocidas
• Tiene alguna jerga expresiva o
imitación
• Dice 2 ó 3 palabras con sentido o sonidos consistentes
• Responde a alguna pregunta sencilla
Comprensión sensorial motora y cognición:
• Señala tres partes de su cuerpo
• Muestra interés por los objetos
• Entiende el
“dame”
• Busca objetos escondidos en diversidad de lugares
• Tira de una cuerda
para conseguir un objeto (*)
Manipulación y conducta adaptativa a los objetos:
• Explora los objetos
• Destapa un bote redondo
• Saca anillas ensartadas en un
palo vertical
• Saca las chinchetas del clavijero
• Mete objetos en una cubeta
•
Abre puertas y cajones
Motricidad gruesa esquema corporal y organización espacial:
• Se mantiene en un balancín o en un correpasillos
• Salta sobre una pelota o
cama elástica, de las manos del adulto
• Pasa de sentado a de pie.
• Se desplaza
sentado
• Se desplaza de pie con apoyo
• Camina sujeto a un correpasillos
•
Camina de forma independiente (*)
Hábitos y autonomía:
• Toma alimentos blandos y semitriturados
• Bebe de una aza o vaso que se le
sujeta
• Conoce el plato y la cuchara y sabe para qué sirven
• Colabora en las
tareas de vestirse y desvestirse
(*) Estos objetivos suelen conseguirse al final de este período o al inicio del
siguiente.
Objetivos básicos del desarrollo de los niños ciegos:
El niño de 18 a 24 meses
Comunicación lenguaje y socialización:
• Aumenta la ansiedad ante la separación
• Soporta pequeñas frustraciones
•
Obedece alguna orden sencilla
• Comprende muchas frases familiares y emplea
algunas expresiones con intención comunicativa:
- Utiliza diferentes entonaciones: pregunta, enfado, pena
- Expresa deseos o demandas de forma verbal
- Dice como mínimo entre 4 y 6 palabras con sentido
- Imita o termina algunas
palabras
- Puede construir frases de 2 o 3 palabras (*)
Comprensión sensorial motora y cognición:
• Mantiene la atención durante períodos de tiempo cortos
• Comprende deprisa /
despacio como actividad sensoriomotora
• Comprende arriba / abajo como actividad
sensoriomotora
• Inicia el juego del “como si...”
Manipulación:
• Tapa un bote redondo
• Mete una bola en un bote con prensión dígitopalmar
•
Ensarta anillas en un palo
• Vuelca el bote para sacar
Motricidad gruesa esquema corporal:
• Trepa a un sofá
• Avanza y controla el correpasillos
• Gatea
• Sube escaleras
de la mano sin alternar pies
• Se pone en cuclillas
• Lanza la pelota (*)
Hábitos y autonomía:
• Se quita los calcetines y zapatos como acción de desvestirse
• Toma alimentos
sólidos y variados
• Abandona la alimentación con biberón
• Permanece sin
chupete durante el día
• Indica cuando tiene el pañal sucio
(*) (Estos objetivos suelen conseguirse al final de
este período o al inicio del siguiente).
Objetivos básicos del desarrollo de los niños ciegos:
El niño de 24 a 30 meses
Comunicación lenguaje y socialización:
• Besa y acerca la cara para que le besen
• Habla por teléfono con familiares
• Muestra conductas oposicionistas
• Amplia su vocabulario y emplea frases más
complejas:
- Utiliza frases de dos o tres palabras
- Imita e incorpora muchas
palabras que oye al adulto
• Le gusta que le cuenten cuentos (*)
• Se enorgullece de sus éxitos (*)
Comprensión sensorial motora y cognición:
• Comprende los conceptos lleno / vacío
• Identifica objetos familiares por su
uso
• Selecciona un objeto entre tres
• Identifica algunos juguetes realistas
•
Generaliza acciones de juego a varios sujetos
Manipulación:
• Parte plastilina
• Inicia tareas de apilar
• Mete objetos pequeños en frascos
de boca estrecha
• Coloca chinchetas con pinza de tres dedos
• Explora un
relieve en una superficie bidimensional
Motricidad gruesa esquema corporal y organización espacial:
• Se desliza por un tobogán
• Se desplaza solo por la casa
• Puede guiarse
siguiendo una pared
• Se baja del correpasillos apoyado en un mueble
• Baja
escaleras con apoyo
• Chuta apoyándose
Hábitos y autonomía:
• Intenta utilizar la cuchara
• Bebe sosteniendo el vaso
• Controla esfínteres
•
Identifica su ropa más común
• Pasa la noche en su habitación
(*) Estos objetivos suelen conseguirse al final de este período o al inicio del
siguiente.
Objetivos básicos del desarrollo de los niños ciegos:
El niño de 30 meses a 3 años
Comunicación lenguaje y socialización:
• Es capaz de hacer compatibles aspectos positivos y negativos de sus figuras
significativas
• Puede soportar la ausencia temporal de los padres
• Establece
con el padre una relación específica y significativa
• Comprende y acepta algunas
normas
• Empieza a interesarse por otros niños
• El lenguaje oral predomina
sobre cualquier otra forma de comunicación gestual:
–utiliza palabras que no son
nombres ni verbos
–combina al menos 2 palabras para expresar petición
–responde
a preguntas sencillas sobre sus experiencias inmediatas
–responde a preguntas
sencillas de dónde y qué –combina al menos 2 palabras para expresar posesión
–dice
su nombre y los años que tiene
–habla habitualmente en primera persona
–utiliza
el plural regular
Cognitiva:
• Puede elegir entre dos alternativas propuestas
• Realiza diferentes acciones
simbólicas de forma aislada
• Inicia el trabajo en espacios bidimensionales
•
Domina los conceptos dentro-fuera
• Inicia la diferenciación de tamaños (grande-pequeño)
• Empieza a distinguir los conceptos encima-debajo
• Inicia la diferenciación de
formas: redondo-no redondo
• Inicia actividades de clasificación
• Domina los
conceptos mucho/uno/ ninguno
• Recuenta un grupo de 1 ó 2 elementos
Manipulación:
• Realiza una exploración organizada de los objetos
• Desenrosca y casi enrosca
• Hace torres de piezas sencillas con ayuda
• Mete monedas en huchas (*)
•
Inserta bolas gruesas en cuerda semirígida (*)
• Dirige una mano donde le indica
la otra en espacios bidimensionales
• Encaja círculo en un tablero individual
Motricidad gruesa esquema corporal:
• Se desplaza con intencionalidad
• Maneja el triciclo sin pedales
• Salta con
los pies en el suelo con algún apoyo
• Puede correr de la mano del adulto
•
Experimenta diferentes formas de desplazarse
• Puede seguir un ritmo.
Hábitos y autonomía:
• Puede quitarse algunas prendas de ropa
• Utiliza la cuchara para remover
líquidos
• Abre y cierra grifos
• Intenta secarse las manos
• Pide ir al lavabo
• Tira de la cadena
• Colabora en algunas tareas de orden
(*) Estos objetivos suelen conseguirse al final de este período o al inicio del
siguiente.
2. El niño de 0 a 6 meses:
descripción de los objetivos de este periodo para las
distintas áreas del desarrollo
2.1. Área de comunicación, lenguaje y socialización
Se calma con el contacto
Cualquier bebé, de manera espontánea, busca calor y
proximidad. Sin ellos no pueden hacerse verdaderamente personas. Esto es así
para todos los niños y adquiere, si cabe, especial significado en los niños sin
visión. Si el niño llora y se calma cuando lo cogemos en brazos, es señal de que
todo va bien. Podemos felicitarnos por ello. Ya habrá tiempo de acostumbrarle a
esperar. Los niños sin visión no siempre encuentran la manera de decirnos a los
adultos que estamos ahí fuera y que les gusta que les arrullemos. Es más, a
veces, cuando los cogemos, aunque estén a gusto, no saben expresarlo como lo
hacen otros niños videntes. Si el niño permanece mucho tiempo sin reclamar
atención, no debemos creer que está tranquilo y que no necesita nada. Puede que
no encuentre la manera de comunicarse con nosotros. Es importante hacerle ver
que estamos con él, dispuestos a acariciarle y mecerle.
Sonríe y ríe en
situaciones adecuadas
La aparición de la sonrisa en los bebés tiene un
componente visual y está favorecida por la respuesta gestual de las personas que
les rodean. En los primeros meses, la sonrisa de los niños ciegos suele ser más
leve y se da con menos frecuencia que en los niños con visión. Esto no significa
que el niño no esté a gusto o que no nos reconozca como padres o figuras de
referencia. Para saber si nuestras carantoñas le resultan placenteras podemos
observar sus manos, su tono corporal o su nivel de atención, que muchas veces se
manifiesta con una cierta quietud. Si mantenemos el juego y el contacto con el
bebé comprobaremos cómo, progresivamente, su sonrisa se va haciendo cada vez más
clara y su risa más alegre.
Atiende preferentemente a la voz de la madre
Durante nueve meses el bebé ha
estado familiarizado con la forma particular de hablar de su madre. Es lógico
que ahora prefiera su voz a la de los demás miembros de la familia. Es importante
que ella le hable mientras le baña o cuando le tenga en brazos... Esto
contribuirá a que la identifique más fácilmente. En general, no es necesario
hablarle continuamente, ni hacerlo alzando la voz, sino con naturalidad, como a
uno mismo le gustaría que le hablaran si fuese tan pequeño como él. Es
aconsejable hablarle antes de cogerlo, como para advertirle: “estoy aquí y voy a
tomarte en brazos”. La misión del padre en estos primeros meses es más indirecta
pero no menos importante: cuidar y apoyar a la madre para que ella pueda
vincularse más singularmente con el niño. Es un imperativo biológico.
Vocaliza y emite algún sonido
Los bebés, desde los primeros meses, disfrutan experimentando con su voz y con
los sonidos que emiten. La deficiencia visual no debe alterar directamente el
desarrollo del lenguaje y los niños sin visión disfrutan también de estas
primeras emisiones. Sin embargo, las vocalizaciones espontáneas suelen ser más
escasas y producirse durante períodos más cortos. Ellos emiten estas primeras
vocalizaciones como respuesta a las iniciativas de los adultos, pero no pueden
usarlas para reclamar activamente su atención. Esto puede, a su vez, reducir
estas iniciativas, lo que repercutiría negativamente en la producción del
lenguaje. Es bueno hablarle, pero no continuamente. Lo haremos suavemente,
dándole tiempo para que él responda. Podemos imitar sus sonidos, variarlos un
poco para que él intente repetirlos, ponerle su mano en nuestra boca o en la
garganta para que sienta las vibraciones... Es importante que cuando hablemos al
niño lo hagamos de forma espontánea, cada uno como seamos. Así él se
acostumbrará a los diferentes tonos de voz y expresiones.
Explora el rostro y/o algunos objetos personales de la madre
El rostro humano es
una de las primeras imágenes que más interés suscita de manera espontánea. En
los niños privados de visión, este interés debe ser inducido, aprovechando sus
recursos perceptivos. Para ello, estando frente a él, podemos colocar sus manos
en nuestra cara, dejarle que nos toque la boca y juegue con ella, que explore el
pelo, la barba, la nariz... o cualquier objeto personal que tengamos: el collar
de mamá, la corbata de papá, la coleta de su hermanita, los pendientes de la
abuela, las gafas del abuelo... Suele resultar un juego gratificante para el bebé
y para los adultos que nos relacionamos con él. Aunque todos juguemos con el
niño, es lógico y adecuado que en estos primeros meses prefiera las
características particulares del rostro de la madre.
Protesta cuando tiene hambre o está incómodo
Muchos padres, en el afán de atender a su hijo de forma intachable, se proponen
que sus necesidades estén siempre cubiertas y sus deseos satisfechos: “el niño
no debe llorar, sus biberones han de estar siempre a punto y los pañales secos”.
Sin embargo es necesario que, a veces, el bebé experimente pequeñas
frustraciones: sensaciones de hambre o incomodidad. Si nos adelantamos siempre a
sus necesidades, no podrá experimentar estas sensaciones y no podrá reconocer
que existe alguien externo a él que responde satisfaciéndolas. Esto es, no
llegará a comprender que es posible protestar y que, cuando lo hace, hay alguien
disponible que le resuelve buena parte de sus problemas.
2.2.
Área de comprensión sensorio motora y cognitiva.
Da señales de respuesta a los estímulos externos
Desde muy pronto los bebés dan
respuestas a estímulos ambientales. Los niños con deficiencia visual también
responden tempranamente, aunque no puedan hacerlo a estímulos visuales. Por
ejemplo, si el bebé está en la cuna y se escucha un ruido fuerte, una puerta o
un objeto que cae, se sobresaltará o irrumpirá en llanto. Un poco más tarde,
hacia los tres o cuatro meses, cuando esté tranquilo y le hablemos, le
acariciemos o pongamos una música suave, responderá dándonos alguna señal: una
sonrisa, una apertura de manos, un movimiento corporal o una actitud de alerta.
Ahora bien, es importante tener en cuenta que el exceso de ruido ambiental no le
permite centrar su atención y posiblemente refuerce una actitud pasiva y de
ensimismamiento. En este sentido, resulta muy inadecuado poner continuamente
música o la radio, pensando que eso le calma o le hace compañía. Si el bebé se
muestra pasivo y no observamos respuestas al ambiente, es conveniente consultar
con algún profesional con experiencia en atención a niños discapacitados
visuales y tratar de comprender qué puede estar pasando.
Presta atención al
sonido y busca la fuente
Como hemos dicho en el objetivo anterior, los niños,
aun sin visión, prestan desde muy pronto atención a sonidos ambientales, a no
ser que existan otras dificultades añadidas. Para ayudar al niño a localizar la
fuente del sonido podemos hablarle en distintas posiciones, con voz pausada y
cariñosa. En un clima de silencio, podemos ofrecerle algún sonajero de sonido no
estridente que le resulte atractivo. Cuando dé señales de atención le haremos
ver que el sonajero está ahí. Después se lo acercaremos a su mano y repetiremos
el sonido un par de veces. Debemos tener en cuenta que los sonidos fuertes y un
nivel de ruido alto no favorecen la atención del niño. En cualquier caso,
recordemos que es la voz de la madre la más significativa para el bebé y es
adecuado que así sea.
Vuelve la mano para coger un objeto
Al finalizar el primer semestre de vida, los
niños deficientes visuales inician la conducta de buscar los objetos al contacto
con los mismos. Esto es, cuando rozan un objeto, son capaces de girar su mano
para asirlo. Cuando el niño haya conseguido coger objetos y sostenerlos en su
mano con una cierta facilidad podemos empezar a complicarle la tarea. En lugar
de colocar directamente el objeto en su mano se lo ofreceremos rozando el lado
externo de ésta, procurando que el niño la vuelva para cogerlo. Al principio,
debemos hacerlo con juguetes alargados y de poco peso que son de más fácil
prensión y suelen gustarles. Son muy adecuados también para esta actividad los
sonajeros sencillos con mango, maracas pequeñas, muñecos blandos de goma o de
tela...
Se muestra atento cuando le hablan
Cuando los niños ciegos están atentos suelen
permanecer quietos. Es como si dijeran: “sigue contándome cosas que me resultan
muy interesantes; no puedo moverme ni hacer ruidos porque me distraigo”. Esta
quietud no debe ser interpretada como falta de interés o pasividad. No es
conveniente hablarle de forma incesante ni darle muchos estímulos a la vez.
Puede aturdirse con tanta sobre-estimulación. Es mejor hacerlo de forma
espontánea y tranquila, haciendo pausas para que el niño pueda también
participar, emitiendo algún sonido o realizando algún gesto que nos indique que
está interesado en el “diálogo” con nosotros. Crear ese clima de comunicación
privilegiada es el mejor regalo que podemos hacer al bebé.
2.3.
Área de manipulación
Mantiene las manos preferentemente abiertas
Hasta los tres meses los bebés
mantienen los puños cerrados la mayor parte del tiempo. A partir de ese momento,
el mundo está disponible para que lo exploren. Despertar en los niños ciegos el
placer por tocar es el punto de partida para que puedan conocerlo y disfrutarlo.
Podemos favorecer la apertura de sus manos colocando nuestro dedo pulgar dentro
de su puño; soplando en sus palmas; realizando juegos infantiles como “la buena
ventura”; deslizando sus manos por nuestra cara... Pero cuidado, siempre sin
forzarle, jugando, jugando, jugando.
Juega con sus manos y las del adulto
Los niños videntes encuentran del máximo
interés mover sus manos y pasan muchos ratos observándolas. Para el niño sin
visión, durante los primeros meses de vida no hay ningún juguete más estimulante
que las manos del adulto. Desde muy pequeño, si le ofrecemos un dedo nuestro
comprobaremos cómo se aterra a él, y pronto lo chupará con verdadero deleite.
Muchas veces preferirá jugar con nuestras manos que con objetos y sentiremos que
las busca cuando estemos próximos a él.
Sujeta activamente
En general los bebés y particularmente los bebés sin visión
se sienten más atraídos por el contacto humano que por el mundo de los objetos.
Sin embargo, despertar su interés por éstos es también necesario. La privación
visual hace que su mundo de experiencias quede restringido y el bebé está en
buena medida en una situación de dependencia de las iniciativas del adulto, por
lo que somos nosotros los que debemos procurar poner el mundo de los objetos a
su alcance. Al principio, el asir es un movimiento reflejo. Ahora se trata de que
el niño realice esta función de una forma más intencional. Las primeras veces
que le ofrezcamos un juguete, lo colocaremos en su mano para que la cierre sobre
el mismo. Le ofreceremos objetos variados que estimulen su curiosidad; aunque
siempre debemos tener en cuenta que la forma y el tamaño del objeto sean
adecuados a la mano del niño. Los juguetes pueden ser blandos y moldeables (muñecos
de goma blanditos, o de trapo rellenos de arroz), o estrechos y alargados para
facilitar la prensión. En este caso cuidaremos que el objeto no sobresalga mucho
de su mano.
Chupa los objetos
Hacia los tres o cuatro meses los niños pueden controlar ya
algunas acciones, como por ejemplo, chupar los objetos que tienen en sus manos.
Estas acciones les motivan, disfrutan con ellas y las repiten una y otra vez. La
boca es para todos los niños durante los primeros meses la principal fuente de
estimulación. De forma natural, tienden a explorar objetos con ella. Si les
damos objetos variados con texturas diferentes, enriqueceremos su mundo de
sensaciones y experiencias. En el caso de los niños con discapacidad visual es
importante también animarles a explorar con sus manos, ya que tienden a
prolongar esta conducta y puede restringir otras formas más evolucionadas de
experimentación.
Agita para obtener un sonido
En general, los niños sin visión se muestran muy
interesados en conseguir sonidos y aprenden pronto a agitar los objetos sonoros,
poco después de haber logrado asirlos. Si no lo consigue de forma espontánea,
podemos mover suavemente su mano, hasta que él mismo se dé cuenta de que así
puede lograrlo. Debemos cuidar que los sonidos no sean reverberantes o demasiado
estridentes, que tienden a excitarle excesivamente. Podemos utilizar juguetes
comercializados como sonajeros pequeños o maracas, o fabricarlos nosotros mismos
con botes estrechos rellenos de arroz, legumbres, arena... Hay que cuidar que
los tapones cierren herméticamente y emplearlos siempre en presencia de un
adulto. El niño sin visión disfruta mucho agitando los juguetes sonoros, pero
esta conducta corre el riesgo de quedar fijada, lo que le impediría encontrar
formas más creativas de utilizar los objetos. Si observamos que repite esta
actividad insistentemente, intentaremos hacerla evolucionar. Para ello, le
ofreceremos juguetes no sonoros enseñándole a golpearlos contra una superficie o
darle dos objetos para obtener el sonido que tanto le interesa golpeándolos
entre sí.
Recupera un objeto colocado sobre el pecho
Los bebés al principio utilizan cada
mano de forma independiente lo que les permite asir y agitar. Pero cualquier
conducta exploratoria o el manejo de los juguetes de una forma más evolucionada
requiere la utilización coordinada de las dos manos. El primer paso de la
coordinación ¿¡manual es que el niño junte sus manos en la línea media. Para
facilitar esta posición podemos ofrecerle algunos objetos situados sobre su
pecho. Éstos serán preferentemente planos, con texturas o formas que despierten
su curiosidad. Resulta útil también prender en la ropa del niño un par de
cascabeles o algún sonajero pequeño que le motivarán a jugar con ellos llevando
sus manos a la línea media.
2.4.
Área de motricidad gruesa, esquema corporal y organización espacial
Mantiene la cabeza erguida estando boca abajo y en los brazos del adulto
A las
pocas semanas de vida, la mayoría de los niños videntes levantan su cabeza para
mirar y consiguen mantenerla erguida. Los niños ciegos consiguen este objetivo
varios meses más tarde. La falta de motivación visual hace que habitualmente
permanezcan con su cabeza apoyada sobre la cuna o sobre el hombro de la madre.
Sin embargo, es importante que el niño deficiente visual consiga también sostener
su cabeza erguida, lo que resulta necesario para un mejor control postural. Para
ello, los padres pueden colocar al niño boca abajo sobre sus piernas o su
abdomen, sosteniéndole por debajo de las axilas, procurando que eleve levemente
el cuello, mientras realizan con él algún juego corporal. Podemos favorecer
también esta postura con algunos ejercicios de balanceo boca abajo o colocando
una cuña bajo el pecho del niño, mientras le distraemos con algún juguete o le
damos un masajito en la espalda.
Puede colocarse de costado estando boca arriba
Los niños, al nacer, ignoran las
posibilidades que su cuerpo les ofrece. Será la ejercitación motriz lo que les
permitirá tomar conciencia de su propio cuerpo, de sus posibilidades de
movimiento y de su ubicación en el espacio. Hacia los tres meses los bebés sin
visión, estando tumbados boca arriba en una colchoneta o en una superficie no muy
blanda, pueden colocarse de lado. Si el niño no lo hace espontáneamente, podemos
ayudarle ofreciéndole uno de nuestros dedos a modo de asidero o apoyo,
empujándole a la vez suavemente por la cadera contraria. Por ejemplo, si el niño
sujeta nuestro dedo con su mano derecha, le ayudaremos a rotar sobre este
costado, empujándole suavemente desde su cadera izquierda, mientras que le
hablamos colocados a su derecha y le animamos a que se aproxime a nosotros. Al
principio, seguramente el niño tome una actitud más pasiva, debiendo ser
nosotros los que le impulsemos a dar el giro. Progresivamente, iremos retirando
nuestra ayuda, procurando que tenga un papel cada vez más activo y realice los
movimientos de forma más independiente.
Tumbado boca arriba, se impulsa hacia atrás
Hasta que los niños llegan a realizar movimientos intencionales como los cambios
de postura, el ponerse de pie o el caminar, hacen movimientos que en principio
no tienen una finalidad concreta. El impulso que los bebés se dan hacia atrás en
la cuna cuando están tumbados boca arriba es el primer desplazamiento que van a
hacer por sí mismos, aunque de forma inicialmente no intencional. Suelen hacerlo
por el placer de la ejercitación y por su tendencia a colocarse en los bordes de
la cuna, con cuyo contacto se sienten más protegidos. Más adelante aprenderán
que ese mismo movimiento les sirve para desplazarse en superficies más grandes o
para darse impulso y balancearse cuando les coloquemos
en una hamaca o balancín. Para favorecer estos desplazamientos, cuando el bebé
esté despierto en la cuna, jugando con sus pies, podemos llevárselos hacia el
borde inferior de la misma. De esta forma percibirá que hay un tope sobre el que
se puede apoyar y poco a poco irá tomando impulso para desplazarse hacia atrás.
Podemos también hacer este ejercicio cuando esté en cualquier superficie amplia:
colocaremos las palmas de nuestras manos contra las plantas de sus pies y le
presionaremos hasta que él se impulse. También realizará este impulso cuando lo
tengamos en nuestras piernas, aunque de momento no es aconsejable que llegue a
ponerse de pie, ya que puede ocasionar futuros problemas posturales.
Se mantiene
sentado con apoyo
La posición vertical, aunque sea con apoyo, resulta una
postura más activa y evolucionada, y permite al niño manejar los objetos con
mayor destreza. Pero para que los niños se sienten, los músculos de su espalda
deben tener fuerza suficiente. Si intentamos que se sienten antes de que su
musculatura esté preparada para sostenerse, puede resultar perjudicial para su
espalda. Es conveniente que pasen bastante tiempo tumbados, en un espacio
amplio, sobre una colchoneta o una superficie similar que les permita moverse con
libertad, antes de adquirir la sedestación. Desde los cinco meses,
aproximadamente, podemos recostar al niño sobre almohadones o en alguna hamaca
adecuada para esta edad. Podemos también sentarle sobre nuestras piernas de
manera que su espalda quede apoyada sobre nuestro vientre. En esta posición el
niño estará cómodo y resulta además una postura muy adecuada para experimentar y
manejar sus juguetes.
2.5.
Area de habitos y autonomía.
Juega con sus pies
Los bebés, antes de los seis meses descubren sus pies, los observan y juegan con
ellos. Los niños ciegos encuentran mayor dificultad para descubrírselos, al ser
una parte más distante de su cuerpo. Podemos ayudar al niño a que los sienta y
los descubra proporcionándole diferentes sensaciones en situaciones cotidianas.
Por ejemplo: durante el baño podemos presionar levemente con la esponja sus
plantas; darle un masaje con
aceite o crema; acariciárselos o hacerle cosquillas; acercárselos a la altura de
sus manos para que pueda cogerlos o moverlos nosotros mismos al ritmo de una
canción, dirigiéndolos a distintas partes del cuerpo. Para llamar la atención
del niño, también podemos colocar en sus pies manoplas atractivas al tacto, o
gomas o coleteros con cuentas que produzcan un sonido agradable cuando las
golpee entre sí.
Vuelve la cabeza hacia el tete cuando le tocan la mejilla
La crianza implica un
proceso durante el cual los bebés parten de una posición más pasiva y van
progresivamente desempeñando un papel más activo, lo que les permitirá el día de
mañana convertirse en personas independientes. Esto es así para todos los niños,
pero muy frecuentemente los niños ciegos prolongan las etapas de pasividad y
dependencia, en parte porque ellos tienen más dificultades, pero también porque
los adultos que les rodeamos a veces pensamos que el niño carece de recursos
para tomar iniciativas y desenvolverse con más autonomía.
Favorecer sus
iniciativas es imprescindible desde los primeros meses de vida, aunque todavía
en estas edades veamos muy lejano ese futuro. La alimentación es uno de los
momentos más agradables en la interacción madrebebé. Es también una ocasión
adecuada para favorecer en el niño estas iniciativas. Podemos realizar algunos
juegos que le ayuden a tomar una actitud más activa. Por ejemplo, rozar con la
tetina del biberón la zona próxima a su boca y animarle a que realice un
movimiento de búsqueda, o bien colocar sus manos en el biberón o en el pecho de
la madre para que vaya descubriendo de dónde procede el alimento.
Abre la boca para recibir el alimento
Los niños que ven pueden anticipar las
acciones antes de que tengan lugar, y los desplazamientos de los objetos según
se van aproximando, lo que les permite prepararse para los acontecimientos que
van a tener lugar. Por ejemplo, si el niño observa que mamá está preparando el
puré sabe que va a comer, o mientras le están dando la papilla observa los
movimientos de la cuchara cuando se acerca a su boca.
Es importante que el niño
ciego pueda, de alguna forma, anticipar los acontecimientos significativos para él. Si el niño no puede anticipar las situaciones, todos los acontecimientos le
pillarán por sorpresa y podrá tener una sensación de desconcierto e
imprevisibilidad. Por ejemplo, antes de comer, podemos dejarle que toque la
comida del plato y los utensilios relacionados con la alimentación (la tetina,
el babero, la cuchara); antes de que la comida llegue a su boca se lo haremos
notar con palabras o con algún pequeño juego... En todo caso, recordemos que el
niño abrirá más fácilmente la boca si el momento de la alimentación resulta
placentero para él.
Se alimenta con la cuchara
Como decían nuestras abuelas, cuando los bebés se sientan, ya podemos empezar a
alimentarles con cuchara. En este punto, no debemos tener ninguna reserva porque
el niño no vea. En cualquier caso, la edad adecuada para iniciar la alimentación
con cuchara viene dada por la maduración general de cada niño y este criterio
tiene que establecerlo el pediatra responsable de fijar las pautas de
alimentación. Aplazar esta forma de alimento porque el biberón resulte más
cómodo o rápido no tiene ninguna justificación y resulta perjudicial para la
maduración general del niño. A veces, la discapacidad visual puede aliarse con
nuestros propios deseos de mantener el “eterno bebé”. Esto no resulta muy
aconsejable ni para él ni para nosotros mismos, por lo que, aunque al principio
cueste algo de esfuerzo, debemos iniciar en su momento esta nueva forma de
alimentación. Para facilitar esta tarea podemos dejarle que chupe la cuchara
manchada sin estar cargada de comida. También dejaremos que el niño ponga su
mano en la nuestra mientras que la llevamos del plato a su boca.
Duerme fuera de la habitación de los padres
Antes de los seis meses es aconsejable que los bebés dispongan de un espacio
propio e independiente de los estímulos exteriores, que les permita descansar
tranquilamente. A muchos padres les cuesta separarse del niño durante la noche.
Mil razones para ello: “si el niño llora y no le oigo”; “la habitación está
lejos”, “voy a tener que levantarme más veces durante la noche”... Sin embargo,
aunque los primeros días supongan un cierto esfuerzo, el niño regulará mucho
mejor su sueño sin las interferencias propias de la habitación de los padres. Si
se acostumbra a dormir solo desde una edad temprana vivirá su habitación como un
espacio protector y no dependerá de la presencia del otro para conciliar el
sueño. Esta separación, en última instancia, resulta inevitable y si tardamos
mucho en sacarles de la habitación se aferrarán excesivamente a los privilegios
adquiridos y pueden vivir la separación como un desplazamiento. Para que este
paso se lleve a cabo de una forma natural es importante que los momentos previos
a llevarle a su cuna sean momentos de calma, evitando que coincidan con llantos
o juegos estimulantes y procurar que su habitación sea un espacio agradable
durante el día.
Mantiene hábitos regulares de alimentación y sueño
Desde los tres meses aproximadamente podemos empezar a establecer y respetar los
horarios de alimentación y sueño, a fin de ayudar a los niños a regularizar sus
ritmos biológicos. Antes de nacer, cuando vivían dentro de la tripa de mamá no
había sueño ni hambre, ni frío ni calor; la temperatura era estable y la
alimentación continua. Ahora tendrán que adaptarse a un ambiente menos benéfico.
Por eso es importante ayudarles en lo posible a que se nutran y descansen de
forma regular. Es la única forma de que el organismo mantenga su equilibrio.
Además, llevar horarios regulares tiene especial importancia para los niños
ciegos, porque les permite comprender el desenvolvimiento de la vida cotidiana,
predecir los acontecimientos que se avecinan e interiorizar las secuencias
temporales.
3. El niño de 6 a 12 meses:
descripción de los objetivos de este periodo para las
distintas áreas del desarrollo
3.1. Área de comunicación, lenguaje y socialización
Acepta generalmente las propuestas del adulto
Antes del año los niños ciegos no
tienen muchas iniciativas para elegir entre la variedad de juegos y juguetes que
puede haber en su ambiente. Todavía los adultos tenemos que ir ofreciéndoles
actividades y objetos variados para que se diviertan y, a la vez, vayan
progresando en sus aprendizajes. Si el niño rechaza algunas actividades podemos
proponerle otras alternativas. Sin embargo, si se trata de una actitud general y
ante las propuestas del adulto muestra rechazo, desconfianza o miedo, puede ser
la manifestación de algún problema. Si la conducta persiste, habría que
consultar con los profesionales especialistas que puedan valorarlo.
Reclama y protesta oportunamente
Que los niños puedan expresar espontáneamente
sus deseos y necesidades y que los padres respondan sensiblemente a las mismas
es una de las condiciones imprescindibles, en los comienzos de la vida, para un
desarrollo sano de la personalidad. Esto no significa que tengamos que responder
inmediatamente a todas sus demandas, pero sí que les hagamos saber que les hemos
comprendido. Durante el segundo semestre de vida los bebés, aun sin visión,
empiezan a adoptar papeles más activos. Se expresan con más claridad y con más
fuerza; son capaces de comunicar sus gustos y sus disgustos, y a veces lo hacen
de forma contundente. Esto es una señal de que el niño está configurando una
personalidad fuerte. En hora buena, aunque más adelante habrá que irle ayudando a
soportar pequeñas frustraciones y a adaptarse a las
exigencias de la vida.
Hace algún gesto para continuar un juego o actividad
El proceso de crecer implica un camino en el que el niño
evoluciona desde una posición más pasiva y dependiente del adulto, hacia otra
más activa e independiente. En este proceso, él va tomando progresivamente más
iniciativas y va expresando sus deseos. En esta línea de progresión, es
esperable que antes del año sea capaz de hacernos ver que quiere seguir un juego
o actividad cuando le resulten interesantes. Si, por ejemplo, estamos jugando al
caballito, podemos parar un momento hasta que el niño se mueva como pidiendo
más. Es importante que hagamos estas pequeñas pausas para que sea él quien vaya
tomando la iniciativa. Recordemos que lo importante no es que aprenda a jugar al
caballito, sino que comprenda que puede elegir.
Establece algunas relaciones diferenciadas con otros miembros de la familia
Transcurridos unos meses de esa
relación privilegiada que los bebés suelen tener con sus madres, entran en
escena otras personas que mantienen con ellos un trato habitual. Los padres, los
hermanos y los abuelos van a tener un papel muy importante en la vida de los
niños. A veces, cuando el niño tiene alguna discapacidad, la madre puede tender
a establecer con él una relación muy estrecha en la que los demás no participen.
Quizás las madres piensan que nadie puede querer y entender a su hijo como ellas
mismas y los padres y los demás familiares tienden a retraerse pensando también
que ellos no van a ser tan competentes en el trato con el niño y que los niños
sin visión necesitan “algo muy especial”. Sin embargo, esta relación exclusiva
en la que nadie tiene cabida resulta peligrosa. El niño tiene que aprender que
la madre no está siempre disponible y que otras personas también le quieren para
poder ampliar sus relaciones y poder salir con confianza al mundo exterior. En
resumen, los papas, los hermanos, los abuelos y otros amigos o familiares significativos deben jugar y relacionarse con el niño desde muy pronto para que él sepa que hay
personas que “no son mamá y resultan también bastante "interesantes”.
Hace extrañamiento
Para los niños más pequeños, los adultos son figuras
poco diferenciadas, porque todavía no pueden atribuirles características
particulares que les individualicen. Hacia los siete u ocho meses, los niños
videntes lloran, se asustan o protestan cuando se aproximan personas extrañas.
Los niños sin visión manifiestan estas conductas de extrañamiento unos meses más
tarde, pero antes del año saben claramente quiénes son sus padres y diferencian
a las personas familiares de las extrañas. Han comprendido que “madre no hay más
que una”.
A veces los padres pueden pensar que su hijo es muy sociable y no
llora cuando la abuelita o la vecina le toman en brazos. Pero esto puede ser más
un indicador de indiferenciación que de socialización. Protestar y llorar ante
las personas que no reconoce como familiares, es un indicio de salud mental. No
hay que pensar por ello que el niño ha dejado de ser sociable. Es un período
evolutivo necesario para seguir creciendo tanto desde el punto de vista
emocional como cognitivo. Más adelante las conductas de extrañamiento deben
remitir y dar lugar a una actitud social más abierta.
Tolera períodos cortos de espera
Hacia el año de edad, los niños deben poder soportar algunos aplazamientos
temporales y tolerar algunos períodos de espera cortos. Es lógico que protesten,
pero ante las frases tranquilizadoras y animosas de sus padres podrán
equilibrarse de nuevo. Así, por ejemplo, cuando el niño llore porque tiene
hambre, no debemos apresurarnos ansiosamente a saciar esta necesidad sino que
podemos concedernos unos momentos hasta concluir la preparación de la comida
mientras le explicamos, tranquilamente, que sabemos que tiene mucha hambre y que
su comida estará enseguida dispuesta. Un crecimiento sano implica protestar ante
las situaciones de frustración, pero también ir tolerando que la satisfacción de
los deseos no siempre es inmediata. No debemos olvidar que tanto el no protestar
como el no poder soportar pequeñas frustraciones resultan perjudiciales para su
adaptación a la realidad y su desarrollo personal.
Balbucea silabas repetitivamente
Los niños ciegos no encuentran especial dificultad en el área del lenguaje. En
este segundo semestre de vida empezarán las emisiones consonánticas y las
cadenas silábicas. El niño necesita emitir estos sonidos para experimentar con
su propia voz y disfruta escuchándose. Es muy gratificante para él que nos
hagamos eco de sus primeros bisilabeos (“ta-ta; ma-ma...”). Podemos repetirlos
con él e ir introduciendo sonidos nuevos. Pero no hemos de olvidar nunca
respetar el ritmo del diálogo en el que el niño necesita un tiempo para
expresarse y otro para escuchar. Aunque todavía no sean verdaderas palabras,
existe una comunicación en la que el niño habla y espera ser respondido.
Dice “no” con la cabeza
En este semestre los niños se van haciendo personas más diferenciadas y empiezan
a rechazar algunas de nuestras propuestas. Mucho antes de pronunciar el “no” son
capaces de expresar gestualmente rechazo u oposición. Decir no con la cabeza es
una de las primeras maneras que tiene de hacernos ver que su deseo no coincide
con el nuestro. Se inicia en todos los niños de forma espontánea para rechazar
el alimento. Cuando nuestro hijo lo haga hemos de hacerle ver que le entendemos
y darle un significado coherente a este gesto.
Si le
ofrecemos agua y hace un gesto negativo, es mejor que no insistamos y que
renunciemos a nuestro propósito. El niño así, al tiempo que se reafirma,
generalizará esta forma de expresión y cuando le preguntemos, por ejemplo, si
quiere jugar al “aserrín-aserrán”, nos responderá coherentemente de acuerdo con
sus deseos.
Aparecen las primeras palabras con sentido comunicativo
Las primeras
palabras son verdaderamente “mágicas” para los padres y para los propios niños.
Los niños descubren de pronto que cada vez que dicen “aba” aparece el líquido
deseado y los padres comprueban sorprendidos que efectivamente el niño dice
“aba”
refiriéndose siempre al agua. En esta etapa no tiene importancia que la palabra
se pronuncie correctamente o se empleen términos muy alejados del lenguaje
convencional. Podemos incluso atribuir sentido a sonidos rudimentarios como
“mmm” o bisilábicos como “nana” o “tata” para facilitar precisamente la
asociación sonido-cosa. Con los niños sin visión es muy importante al principio
que pongamos palabras asociadas a la situación en que esa palabra tenga sentido.
Por ejemplo, le hablaremos de sus zapatos cuando se los estamos poniendo o
cuando el niño los esté tocando; del jabón o de la esponja cuando esté en el
baño; del babero o la cuchara cuando esté comiendo... Si no lo hacemos así le
resultará difícil comprender a qué nos estamos refiriendo.
Hace alguna gracia familiar
A todos los padres nos gusta ver cómo nuestros hijos hacen gracia repitiendo los
gestos que los adultos les enseñamos (“¿hasta dónde estás de mamá?”; “¿cómo hace
el borriquito?”). Esta forma de acceder al lenguaje gestual, al tiempo que
resulta divertida, hace que el niño participe también de un lenguaje social no
verbal específico para cada cultura. Los niños ciegos no pueden imitar algunos de
nuestros gestos. Pero si les ayudamos a realizarlos, colocándole por ejemplo su
mano sobre su pelo, en ademán de “hasta aquí” y le reímos las gracias, el niño
aprenderá estas expresiones y disfrutará haciéndonos reír, al tiempo que
nosotros disfrutaremos también con su risa.
Responde diferenciadamente cuando se le llama por su nombre
Durante los primeros
tres años de vida, el niño atraviesa un proceso en el que pasa de una situación
de cierta indiferenciación con la madre o con la persona; significativa a otra
posición en la que se reconoce a sí mismo como un sujeto separado con identidad
propia, aunque todavía la madre siga siendo una referencia importante para él.
Es necesario favorecer este proceso por el cual el bebé se va sintiendo cada vez
más “él mismo”. El reconocerse a sí mismo cuando los demás le nombran favorece
la construcción de la identidad. Es conveniente llamarle por su nombre cuando
nos dirijamos a él y cuando hablemos de él con otras personas del entorno. Esto
es particularmente importante para el niño ciego; le facilita saber que nos
estamos dirigiendo a él. Es una forma de reclamar su atención sustitutiva de
cuando miramos a los niños videntes antes de hablarles.
3.2.
Área de comprensión sensorio motora y cognición
Reconoce sonidos familiares y juguetes propios
Los niños ciegos obtienen
habitualmente información de los sonidos del ambiente que les rodea. El quehacer
familiar cotidiano está acompañado de diversidad de sonidos y es importante que
el niño vaya asociándolos a cada una de las actividades correspondientes. Por
ejemplo, el sonido de la batidora al hacer la papilla de frutas; el timbre del
teléfono; el ruido peculiar de cualquiera de sus juguetes... Para que pueda dar
sentido a cada uno de estos sonidos debe participar en estas actividades de la
vida cotidiana y experimentar, en la medida de lo posible, con los objetos que
los producen. Ahora bien, debemos procurar que experimente con esos objetos sólo
en los contextos en los que las actividades tengan sentido. Por ejemplo: si
utilizamos las llaves al salir o al entrar en casa, dejaremos que el niño juegue
un poquito con ellas, pero sólo cuando estemos abriendo o cerrando la puerta.
Muestra preferencia por un objeto y lo retiene
Mostrar preferencia por algunos
objetos y tratar de conservarlos es una señal de que el niño discrimina las
propiedades de las cosas y elige según sus gustos. Es bueno respetar sus
preferencias y tratar en lo posible de satisfacerlas. Algunos objetos llegan a
ser muy significativos para el niño: lo tranquilizan y le dan seguridad.¡Hemos de
ser especialmente cuidadosos con no perder estos objetos, ya que tienen para él
un valor especial, sobre todo en algunos momentos: cuando se va a dormir o en
situaciones de estrés. Sin embargo cuando el niño se aferra a un número reducido
de juguetes y se niega a experimentar con los nuevos, habrá que animarle a
diversificar sus experiencias. Es normal que rechace inicialmente algunas
texturas: con mucha frecuencia los peluches o la hierba. No debemos obligarle a
tocarlos por la fuerza’, pero le ofreceremos objetos con variedad de texturas
para que, poco a poco, vaya ampliando su gusto por cosas nuevas.
Busca entre sus piernas cuando cae el objeto
El niño ciego encuentra más dificultades
que sus compañeros videntes para comprender que un objeto sigue existiendo
cuando no está en contacto directo con él aunque éste permanezca en un espacio
próximo. Antes de los 8 ó 9 meses, cuando esté jugando sentado en el suelo y
deje caer algún juguete entre sus piernas, puede pensar que lo ha perdido y no
hacer intención de recuperarlo. Cuando esto ocurra, no debemos llevar el juguete
a la mano del niño, sino que aproximaremos su mano al lugar donde éste se
encuentre. Se trata de que el niño entienda que el objeto permanece ahí, a
escasa distancia, y pueda ir controlando de momento algunos espacios próximos a
su cuerpo.
Coge por coordinación oído-mano
El mundo de los sonidos tarda bastante tiempo en
tener sustancialidad para los niños ciegos. Esto es, tardan en comprender que
todos los sonidos corresponden a determinados objetos que los producen. Antes de
los 7 u 8 meses no extienden la mano para alcanzar un juguete, aunque se lo
hagamos sonar. Para conseguir que el niño extienda la mano hacia el objeto que
suena utilizaremos juguetes con un sonido corto y no estridente, que a la vez
sean agradables al tacto. En un primer paso, lo haremos sonar cerca del niño.
Después, rozaremos su mano con el juguete y lo retiraremos brevemente.
Repetiremos esta acción en diversas ocasiones hasta que el niño comprenda que es
“ese objeto” el que produce “ese sonido” determinado. En general, los estímulos
sonoros, como ocurre con el resto de los estímulos, han de ser agradables y
limitarse a las situaciones concretas en que resulten adecuados. Los sonidos
estridentes pueden alterar al niño, inquietarle e incluso producirle miedo.
Entiende el “toma”
Entender el “toma” es un paso más en el proceso que venimos
describiendo de ser capaz de extender la mano hacia un objeto que no está en
contacto directo con el niño. Es esperable que hacia el año el niño ciego ya
sepa que los objetos familiares siguen existiendo, estén o no en contacto con él,
los oiga o no. Sólo cuando haya comprendido este hecho estará en condiciones de
entender la palabra “toma” como anticipación de algo que le ofrecemos. Tengamos
en cuenta, que a los niños videntes les resulta más fácil asociar la palabra
“toma” con el gesto de ofrecimiento. Para que el niño ciego pueda hacer esta
asociación debemos sistemáticamente decirle “toma” inmediatamente antes de darle
los objetos. Una vez que haya realizado esta asociación, si cuidamos decirle
“toma” antes de darle cualquier cosa, él comprenderá que hay algo ahí, y echará
sus manos! hacia ello.
Retira un pañuelo de su cara
Jugar a aparecer y desaparecer tiene para los niños
una significación psicológica importante, tanto en el área emocional como en la
intelectual. Jugando a esconderse el niño entenderá que, ocultas o no, las
personas siguen estando en alguna parte. Y lo que es para él de particular
interés: que mamá puede ausentarse y volver con él. O sea, “mamá no desaparece”,
cosa que le preocupa verdaderamente. Se trata del juego tradicional del “cucú-tras”.
Sin embargo para los niños ciegos estos juegos entrañan algunas dificultades y
precisan ayuda. Podemos colocar un pañuelo pequeño sobre su cara y luego,
guiando sus manos, haremos que sea el propio niño quien retire la tela. Después
lo haremos igual, cubriéndonos nosotros mismos y ayudándole haremos que sea él
quien nos encuentre. Podemos realizar también este juego colocando y retirando
una pantalla entre nosotros y el niño.
Retira una pantalla para encontrar un objeto escondido
Retirar una pantalla para
encontrar un objeto escondido es una de las primeras conducta sigue indica que
los niños han comprendido la permanencia del objeto esté o no presente y
perceptible al tacto. Jugar a esconder y buscar objetos le facilita al niño la
adquisición de esta noción. Al principio ocultaremos un juguete bajo una tela flexible
que le permita intuir que el objeto está debajo. Le haremos que lo toque y
después le ayudaremos para que él mismo retire la tela. Más adelante, cuando el
niño ya haya comprendido que los objetos existen independientemente de su
presencia, y que pueden ser buscados, podremos emplear escondites diversos (bajo
el peto de su pantalón, dentro de su bolsillo, debajo de un bote...)
3.3. Área de manipulación
Cambia el objeto de mano
En el progreso hacia una adecuada coordinación
bimanual, de tanta relevancia para los niños con deficiencia visual, el pasar los
objetos de una mano a otra es una de las primeras adquisiciones que pueden
conseguir poco después de jugar con ellos en la línea media. Esta habilidad les
facilitará el manejo y manipulación de las cosas. Para trabajar este objetivo,
los juguetes deben ser alargados y estrechos o bien blandos (de goma o trapo).
Son también muy adecuados los sonajeros, dados o pelotas con orificios amplios
que permiten al niño asir el objeto introduciendo los dedos. Muchos niños
aprenden esta conducta espontáneamente, pero podemos también favorecerla
reteniendo suavemente por la muñeca la mano con la que esté sosteniendo el
objeto, de manera que cuando quiera agitarlo, chuparlo o golpearlo tenga que
emplear su mano libre.
Golpea horizontalmente
Poder golpear horizontalmente dos objetos en la línea
media es otra de las habilidades que requiere el proceso de coordinación
bimanual. Además, es una actividad que facilita el control de las manos y en
general de los miembros superiores. Utilizaremos, para alcanzar este objetivo,
un par de juguetes iguales que favorezcan movimientos simétricos. Procuraremos
que estos objetos sean redondeados y sin aristas para que el niño no se haga
daño si se golpea accidentalmente la cara; pequeños, ligeros y con una parte
estrecha para que resulten manejables. No debemos emplear para esta actividad
juguetes sonoros, ya que lo que pretendemos es que el niño obtenga el sonido
sólo al golpearlos. Podemos ayudarle al principio cogiendo sus manos entre las
nuestras y dirigiendo suavemente sus movimientos.
Golpea verticalmente
Esta conducta requiere y favorece a la vez el control de miembros superiores, la
coordinación bimanual y, en general, la destreza manipulativa. Para la
consecución de este objetivo con niños con deficiencia visual utilizaremos un
tambor o una caja de lata que colocaremos entre sus piernas. Al principio
llevaremos sus manos a golpear la superficie del tambor o de la lata con el fin de
que perciba la posibilidad de producir sonido con ellas. Una vez que el niño
esté interesado por golpear con sus manos le proporcionaremos una baqueta para
que golpee con ella. Esta baqueta no tendrá sonido propio y deberá tener la bola
de corcho o de plástico hueco con el fin de que el niño no pueda hacerse daño
aunque se dé con ella. La baqueta puede ser sustituida y, de hecho, a veces
resulta más fácil, por una cucharilla, tapa pequeña o cualquier otro objeto que
el niño pueda manejar fácilmente y que produzca sonido al golpear contra el
tambor.
Da palmitas
Además de ser una gracia que todas las abuelas enseñan a sus nietos,
es un estupendo ejercicio de coordinación bimanual y favorece el tono y el
control muscular de las manos para otras destrezas manipulativas. Pero
recordemos que el niño sin visión no puede imitar este gesto espontáneamente.
Para iniciarle en este juego, podemos sostenerle por las muñecas y hacerle el
movimiento, provocando que suene al chocar sus manos. Otras veces el niño prefiere
coger nuestros pulgares y ser él el que abra y cierre nuestras manos. Una vez
que lo haya comprendido, le animaremos a que dé palmitas independientemente al
ritmo de una canción o como aplauso cuando haga algo bien. Podremos poco a poco
ir introduciendo cambios en la fuerza y ritmo (fuerte-flojo; deprisa-despacio...)
Saca objetos de un bote de boca ancha
La conducta de sacar no va exclusivamente
dirigida a que el niño extraiga los objetos, sino que pretende también que vaya
comprendiendo que existe un recipiente, contenedor, y un objeto, contenido, lo
que implica mayor dificultad para los niños sin visión. Para facilitar la
adquisición de esta conducta podemos ofrecer al niño un bote y un juguete de
textura diferente. Por ejemplo, un bote de lata y una pelota de goma, o un bote
de plástico y unos cubitos de madera. Es importante que el contenido del
recipiente sea atractivo para el niño y que tenga interés en obtenerlo. Si no es
así probablemente se pondrá a jugar con el bote desentendiéndose del juguete que
está en su interior. Es aconsejable que el tamaño de los juguetes sea apropiado
para la mano del niño: 5 ó 6 centímetros aproximadamente. El tamaño del
recipiente debe ser un poco más ancho que su mano, pero no excesivamente, ya que
le dificultaría la búsqueda del objeto (unos 10-12 cm de diámetro).
Aprieta un muñeco de goma blando para obtener sonido
Este es un juego sencillo
que permite a los niños descubrir un hecho importante en su desarrollo. Que
cuando hacen un movimiento determinado obtienen un efecto curioso, lo que significa
que algunos efectos dependen de algunas causas. Traducido al pensamiento del
niño sería: “yo puedo hacer algo para conseguir cosas”. Es una actividad
divertida y no muy difícil para los niños ciegos. Además es también un ejercicio
de manipulación encaminado a conseguir una nueva destreza, la de apretar. Al
principio daremos al niño muñecos muy blandos que suenen con cualquier
movimiento leve, por ejemplo, al agitarlos, para que se dé cuenta de que esos
juguetes suenan. Luego, le daremos algunos muñecos estrechos y no muy
voluminosos, adecuados al tamaño de su mano, también blandos, pero ésos ya no
deben sonar al agitarlos, sino que el niño tendrá que presionar un poco su mano
para obtener el sonido. Se trata de que comprenda que es necesario apretar un
poco el muñeco para conseguir el efecto buscado. Progresivamente iremos variando
este material: muñecos de goma más dura y otros de tela o felpa que produzcan
efectos similares.
Pulsa un botón blandito
Hasta ahora, el niño ha empleado sus manos de forma global. Progresivamente irá
consiguiendo independizar los movimientos de cada dedo hasta emplearlos
hábilmente tanto para funciones de ejecución como de percepción. Pulsar teclas o
botones es una de las conductas encaminadas a la extensión del dedo índice. Para
conseguir este objetivo con el niño deficiente visual podemos ofrecerle un piano
no muy grande, un teléfono o cualquier otro juguete con teclados blandos y
cuidando, como es habitual, que no tengan sonidos estridentes. Los juguetes
musicales suelen gustarles y disfrutan cuando se dan cuenta de que pueden
obtener un efecto cada vez que ellos hacen un movimiento. En algunos de estos
juguetes suena una melodía completa cada vez que el niño pulsa un botón. Estos
juguetes pueden ser adecuados para otros objetivos, pero no facilitan la
asociación entre la acción de apretar y el efecto sonoro. De momento es
importante procurar que cada vez que el niño pulse una tecla o botón obtenga un
sonido o refuerzo inmediato y breve, lo que además de incentivar la acción de
pulsar facilita la relación causa-efecto.
3.4.
Área de motricidad gruesa, esquema corporal y organización espacial.
Realiza y le gustan los juegos corporales con el adulto
En la medida en que los padres hayan podido mantener con su hijo un contacto
físico suficiente y tranquilizador, éste podrá disfrutar del movimiento y los
juegos corporales. Realizar este tipo de juegos no sólo ofrece al niño placer y
diversión, sino que le proporciona vivencias y sensaciones corporales
imprescindibles para una adecuada integración del esquema corporal y una mejor
organización espacial. El niño ciego encuentra más dificultades para disfrutar
del movimiento sin un adulto que le sostenga, aportándole confianza y seguridad.
En este segundo semestre es necesario entablar con él juegos corporales e
invitarle a disfrutar del movimiento de una forma despreocupada. Podemos cogerlo
en brazos y bailar con él al ritmo de una melodía; montarle a caballito; jugar
al “aserrín-aserrán”; alzarle por encima de nuestra cabeza, bajándole después
suavemente... Los juegos motrices deben ser estimulantes pero no
sobre-excitantes. En ocasiones sobrepasamos el umbral de estimulación que el
niño puede tolerar. Entonces, puede reírse, pero no por estar verdaderamente
contento, sino como una respuesta automática a la sobre estimulación.
Se mantiene sentado sin apoyo
La sedestación independiente favorece la autonomía y
la destreza manipulativa a la vez que permite una mejor organización del espacio
inmediato. Los niños ciegos pueden mantenerse sentados algunos momentos hacia
los siete u ocho meses de edad y más adelante, cuando se encuentran cómodos en
esta posición, suele gustarles. Antes de conseguir la sedestación independiente,
podemos utilizar cojines colocados en sus caderas y su espalda, que les recogen
y les quitan la sensación de vacío. Al principio pondremos al niño en esta
posición sólo durante periodos muy breves. En esta etapa seguramente se tire
hacia atrás por lo que debemos cuidar que caiga en una superficie acolchada.
Progresivamente, se irá manteniendo sentado durante períodos más largos y cada
vez experimentará más activamente con sus juguetes. En todo caso debemos tener
en cuenta que no podemos forzar al niño a mantenerse en esta postura mientras
que la musculatura de su tronco no esté madura y haya conseguido la fuerza suficiente.
Sentado, hace apoyos laterales cuando se le desequilibra
La realización correcta
de los apoyos corporales fortalece la musculatura, lo que permitirá a los niños
moverse con mayor destreza y realizar adecuadamente los cambios posturales. Una
vez que el niño se mantenga sentado con un cierta estabilidad, podemos
desequilibrarle un poco, ayudándole al tiempo a que realice apoyos laterales,
colocando alternativamente sus manos abiertas sobre el suelo. A veces este
ejercicio no es muy atractivo para los niños ciegos. O sea que debemos
ingeniárnoslas para que resulte al menos tolerable. Sentado en una superficie
semirrígida, una colchoneta por ejemplo, podemos balancear suavemente al niño al
ritmo de una canción, procurando que apoye alternativamente las palmas de sus
manos a uno y otro lado de su cuerpo. Podemos también montarle en una superficie
flexible, por ejemplo, una cama elástica o un balón gigante. En estas superficies
que son más inestables debemos ser cautelosos y sostener siempre al niño para
que no sienta miedo ni se lastime.
Hace rotaciones de boca abajo a boca arriba y viceversa
Los niños con deficiencias
visuales, en general, encuentran menos dificultad para mantenerse en posturas
estáticas que para la realización de cambios posturales, ya que éstos implican
no sólo un adecuado control y maduración motriz, sino un cierto reconocimiento y
constatación del espacio que les rodea. Los cambios posturales suelen estar algo
retardados en comparación con los de los niños videntes, como consecuencia de la
falta de motivación visual. Algunos niños ciegos se “duermen en los laureles”
cuando hay que realizar cambios de posturas y tenemos que darles un “empujoncito”.
Para ayudar al niño a realizar volteos de boca arriba a boca abajo, cuando esté
tumbado sobre su espalda, podemos sujetar una de sus manos hacia arriba,
formando un eje con su cuerpo, y rotarle suavemente desde su cadera
contralateral. Es conveniente sostenerle el brazo sobre el que va a girar hacia
arriba para evitar que al voltear quede pillado debajo de su cuerpo,
entorpeciéndole la rotación completa. Para voltear de boca abajo a boca arriba,
seguiremos el mismo procedimiento en sentido inverso. Como es habitual, para
realizar estos ejercicios aprovecharemos actividades cotidianas (por ejemplo,
abrocharle el pijama después del baño) y reforzaremos al niño con nuestra voz y
con carantoñas.
Gatea o avanza estando boca abajo
Gatear es una de las primeras formas de
desplazamiento. En general, cuando los bebés consiguen realizar esta conducta lo
encuentran muy interesante ya que les permite ampliar su mundo de experiencias y
obtener muchas de las cosas que antes quedaban fuera de su alcance. Sin embargo,
la edad de adquisición de esta conducta es muy irregular entre los niños
privados de visión. En ella influye mucho la percepción visual, no tanto en la
realización de los movimientos, sino en la motivación para realizarlos. Algunos
niños consiguen reptar antes de cumplir su primer año, pero otros se oponen
radicalmente a tumbarse boca abajo o bien permanecen pasivos en esta posición
sin hacer el más mínimo esfuerzo por avanzar. En general, los niños “gateadores”
son los que han mantenido mucho contacto corporal y han realizado muchos juegos
motrices.
Algunas estrategias pueden animar al niño:
• Ponerle sobre el vientre
de uno de sus padres, quien tumbado hacia arriba, le animará a trepar por su
cuerpo.
• Colocarle sobre una superficie deslizante, un suelo de madera por
ejemplo, e impulsarle levemente presionando las plantas de sus pies.
Lógicamente,
siempre que hagamos estos ejercicios ofreceremos al niño algún objetivo
atractivo para él, por ejemplo conseguir su juguete favorito o su chupete, o
alcanzar a su propia madre, que a esta edad tiene verdaderamente un poderoso
atractivo. En todo caso si rechaza abiertamente estas posturas, no debemos
forzarle, ya lo hará más adelante.
Se mantiene de rodillas
Mantenerse de rodillas es una postura intermedia entre estar sentado y de pie,
en la que los niños pueden liberar las manos para explorar nuevas superficies y
utilizar los objetos. Esta posición además ayuda a fortalecer los músculos de
las piernas y la espalda, las rodillas y la cadera, que tan importantes serán
para alcanzar posteriormente la marcha. Sin embargo requiere cierto equilibrio,
control muscular y, como en el objetivo anterior, motivación visual. De hecho,
la mayoría de los niños empiezan a ponerse de rodillas porque desean llegar a
coger algo que ven y no pueden alcanzar estando sentados. Es una postura que
inicialmente suele resultar complicada para los niños sin visión, aunque podemos
favorecerla realizando algunos juegos:
• Colocar al niño de rodillas sobre
nuestras piernas,
sujetándole por los costados, de forma que pueda tocarnos la cara, jugar con
nuestro pelo, etc.
• Sentarnos con él en el suelo y poner a su disposición, a la
altura del asiento de un sillón, algún juguete sonoro que conozca y le resulte
atractivo, invitándole a cogerlo, a la vez que le ayudamos a colocarse de
rodillas, sujetándole por los costados como en el juego anterior hasta que pueda
mantenerse él solo y comprenda que en esta postura puede jugar.
• Colocar al
niño entre nuestras piernas estando ambos arrodillados. En esta posición, una
vez que el niño se encuentre cómodo, podemos enseñarle a apoyar las manos en el
suelo, iniciando así la postura de gateo.
Más adelante, mantenerse de rodillas
le permitirá incorporarse fácilmente, sujetándose en un mueble o en la pared.
Se sienta en una silla baja
Hacia los 12 meses los niños ya pueden permanecer sentados en una silla bajita
con respaldo. Esta postura favorece el control de los músculos de la espalda,
algunos cambios posturales y la manipulación de los objetos. Debemos cuidar que
los pies del niño queden bien apoyados sobre el suelo y las piernas queden flexionadas
en ángulo recto. Desde esta posición le resultará fácil ponerse de pie. Cuando
el niño esté a gusto en esta posición, podemos aproximarle una mesa acorde con
su estatura, lo que le ampliará enormemente sus posibilidades para manipular
objetos de forma más precisa y le permitirá una mejor organización espacial. Por
último, esta postura requiere mantener con el niño una cierta distancia física,
lo que le proporciona un sentimiento de independencia y autonomía.
Se mantiene
en pie con apoyo
Los niños ciegos consiguen los hitos posturales en edades
parecidas a las de sus compañeros videntes, aunque encuentran más dificultades
para el movimiento. Habitualmente consiguen ponerse de pie hacia el año de edad.
Algunos, incluso, intentan hacerlo antes. Cuando el niño tenga fuerza suficiente
para sostener su cuerpo, podemos ponerle de pie sujetándole primero por los
costados y posteriormente cogido a nuestras manos. Recordemos que no es
conveniente forzar esta postura ni animarle a dar pasos hasta que su musculatura
esté preparada para ello. Para que el niño consiga un desarrollo motor adecuado
y pueda más adelante caminar con estabilidad y sin miedo es importante que
realice correctamente los apoyos, es decir, que cargue el peso de su cuerpo
sobre sus miembros inferiores, liberando así la parte superior del cuerpo y los
miembros superiores. Cuando se sostenga de pie y comprobemos que mantiene un
cierto equilibrio, podemos ponerle algunos ratos junto al borde de una mesa o un
sillón, donde pueda apoyarse, colocando a su alcance algunos objetos para que
juegue mientras con ellos. Al principio el niño puede sentirse inseguro, por lo
que debemos permanecer junto a él compartiendo alguna actividad.
Pasa de acostado a sentado
Cuando ya los niños pueden mantenerse sentados sin
apoyos, y para conseguir un mejor dominio de los cambios posturales, deben
realizar correctamente las rotaciones corporales y los apoyos pertinentes. En
los primeros meses de vida, el bebé se incorporaba asiéndose a nuestros pulgares.
Ahora es preciso que consiga de forma autónoma pasar desde la posición de
tumbado a sentado. Acostado boca arriba, el niño rotará el cuerpo hacia un lado,
por ejemplo hacia la derecha. En esta posición, flexionará levemente la pierna
derecha, al tiempo que se irá incorporando, apoyado en el antebrazo derecho. Al
principio, podemos ayudarle a realizar el impulso permitiéndole que se coja a
nuestra mano con su mano libre (en este caso, la izquierda) hasta quedar
correctamente sentado. Estos cambios posturales requieren un cierto esfuerzo por
parte del niño por lo que le animaremos a hacerlo cuando vayamos a realizar
alguna actividad atractiva para él: incorporarse para saludar a papá o ponerse
las botas para ir a la calle.
3.5.
Área de hábitos y autonomía
Inclina el biberón y bebe en forma autónoma
Beber del biberón es una de las primeras actividades de la vida diaria que el
niño realiza de forma autónoma, que le produce gran satisfacción y que no supone
especiales dificultades para el niño sin visión. Para el logro de esta conducta
le ofreceremos biberones de plástico, más bien pequeños, preferentemente con
agua ya que al principio jugará con ellos y seguramente se verterá algo de
líquido. Dejaremos que el niño sostenga el biberón con ambas manos y que sienta
su peso. Cuando tenga la tetina en la boca elevaremos poco a poco el otro
extremo del biberón, sin que deje de sostenerlo, hasta que compruebe que el
líquido llega a su boca. Progresivamente le iremos retirando la ayuda hasta que
consiga hacerlo solo.
Chupa el pan o las galletas
Respecto a los hábitos de alimentación el deseo de muchas madres es conseguir
que los niños coman mucho, rápidamente y que no se manchen, creyendo que si el
niño está bien nutrido no hay problemas. A veces creemos que debemos hacer las
cosas por él, olvidando que con ello impedimos que se haga una persona
independiente. Obviamente si el niño no ve, la tentación se multiplica por mil.
Los niños ciegos no deberían encontrar especiales dificultades para el inicio de
la masticación y el paso a la alimentación sólida. Sin embargo, a veces, los
padres pueden pensar que la deficiencia visual puede dificultar estas
adquisiciones. Tanto la masticación como la deglución son logros madurativos que
se aprenden de forma espontánea, siempre que demos al niño oportunidades para
familiarizarse y experimentar con alimentos sólidos, salvo que exista alguna dificultad
añadida como prematuridad o trastornos digestivos específicos. En estos casos,
nos atendremos a las instrucciones del pediatra. En general, hacia el año,
cuando ya el niño tiene algunos dientes, podemos ofrecerle una corteza de pan o
galletas de las que hoy existen en el mercado para iniciar la alimentación
sólida, aunque estaremos siempre atentos, sobre todo al principio, a que no
muerda algún trozo con el que pueda atragantarse.
Come sentado en una silla
Como ya hemos dicho, es necesario que el niño, desde
pequeño, vaya teniendo sensaciones y experiencias propias como una persona
independiente de la madre y en general de los adultos que le rodean. Una
oportunidad excelente para experimentar estas sensaciones en estas edades es la
hora de la comida. Desde que el niño se mantiene sentado con total estabilidad
podemos darle de comer sentado en una silla con protección y bandeja. Él tendrá
así más libertad de movimientos y se sentirá más autónomo para experimentar con
los alimentos y los utensilios habituales para esta actividad. Podemos dejarle
el plato y el vaso para que los toque, los conozca y los asocie a la comida o
darle la cuchara para que juegue mientras espera a que el puré esté preparado.
Estos tiempos facilitan
además la anticipación de las actividades de la vida diaria y favorecen la
tolerancia a la espera. Las bandejas de las “tronas” son también espacios muy
adecuados para manejar juguetes porque tienen rebordes que delimitan la superficie,
impidiendo que se caigan.
Hace algunas conductas de anticipación de situaciones
cotidianas
Los niños videntes pueden percibir que las actividades cotidianas se
suceden unas a otras y darles un sentido coherente. Pueden ver que mamá está en
la cocina
trajinando con los cacharros de la comida, lo que significa que pronto llegará su
puré. Los niños ciegos muchas veces no pueden constatar la secuencia de estas
actividades y parece que las cosas ocurren de pronto, sin poderlas prever, lo
que puede ocasionarles una sensación de desconcierto. A todos nos gusta saber lo
que va a pasar, sobre todo si se trata de lo que nos va a pasar a nosotros
mismos. Por otra parte, la sucesión regular de los acontecimientos de la vida
diaria y la posibilidad de preverlos ayuda a la interiorización de las
secuencias temporales.
Es importante, en el desenvolvimiento de la vida cotidiana, mantener horarios
regulares, procurar que el niño participe en los preparativos, ofrecerle
información de lo que va ocurriendo a su alrededor y darle algunas pistas. Por
ejemplo si es la hora de bañarse, mientras que hacemos los preparativos, podemos
situarle en un lugar próximo al baño, dejarle que escuche cómo el agua va
llenando la bañera y darle su esponja o alguno de los juguetes de los que
utiliza en el agua; si es la hora de comer, podemos hacer que escuche la
batidora y dejarle que toque su papillera o la cuchara.
Se muestra más activo en los hábitos de la vida diaria
Ya hemos insistido en
muchas ocasiones en la importancia de que los bebés se vayan haciendo poco a
poco más independientes y activos. Esta tarea durante los primeros meses sólo
puede llevarse a cabo en las actividades cotidianas: comer, vestirse, bañarse...
Si le damos oportunidades al niño para que colabore en estos quehaceres,
estaremos ayudándole a que descubra y se interese en las rutinas de cada día, lo
que le hará participar más activamente en las mismas. Es conveniente que cuando
se esté bañando esté sentadito y no recostado; que pueda jugar con el gel antes
de abrirlo; que le dejemos el tapón cuando lo hayamos abierto; que le demos
algún cubito para que lo llene con el agua de la bañera; que le dejemos tocar la
toalla antes de secarse y cuando ya hayamos terminado y esté colgada en el
toallero; que intente tirar del pañal o de los calcetines cuando vayamos a
desnudarle, aunque todavía no consiga quitárselo del todo; que meta la cuchara
en el puré aunque no pueda todavía cargarla; que ponga la mano debajo del grifo
antes de llenar su vaso y meta su mano en él después de beber... Por otro lado,
recordemos que todo lo que el niño ciego no toca o no experimenta es como si no
existiera. Así, si nunca le acercamos la esponja para que la manipule y juegue
con ella, las esponjas no existirán para él. Permitirle que colabore activamente
en las actividades de la vida cotidiana es ayudarle a comprender su entorno
inmediato y a crecer.
4. El niño de 12 a 18 meses:
descripción de los objetivos de este periodo para las
distintas áreas del desarrollo
4.1. Área de comunicación, lenguaje y socialización
Echa brazos a la madre desde otro adulto
Los niños videntes, de manera
espontánea, echan sus brazos a la persona con la que quieren irse cuando ella
está delante. Echar los brazos forma parte de un lenguaje corporal que está muy
mediatizado por la visión. Por eso, el niño ciego puede encontrar más dificultades
para dirigirse a esa persona que, aun estando delante, no está en contacto
físico con él. Ese pequeño espacio de separación supone a veces para un niño sin
visión un vacío que no controla.
Para favorecer esta conducta y que el niño
pueda comprender que la distancia es fácilmente superable, hemos de colocarnos
cerca y llamarle, evitando tomarle directamente en brazos, ofrecerle nuestras
manos, animarla a que se incline hacia nosotros y alegrarnos con él cuando lo
cojamos.
Dice adiós con un gesto
Es importante que desde pequeños introduzcamos
a los niños en las costumbres sociales de nuestra cultura. Antes del año ya
comprenden lo que significa despedirse y pueden decir “adiós” con la mano. A los
niños ciegos les resulta imposible imitar algunos gestos si no les ayudamos a
reproducirlos. Para que el niño sin visión pueda identificar y reproducir el
ademán de “adiós” tomaremos su mano y le enseñaremos a que la abra y la cierre
realizando este gesto. Tendremos que cuidar que esta mímica social, que resulta
tan expresiva y tan clara para las personas videntes, no se convierta en el niño
ciego en un movimiento vacío o estereotipado.
Por eso le pediremos que lo haga sólo en los momentos adecuados. Cuando se va a la calle por ejemplo. Cuando
comprenda que ese gesto es utilizado sólo para despedirse, y que cuando lo hace
los demás se ríen y le devuelven otro adiós con palabras, entonces lo empleará
con un verdadero sentido social.
Tira besos
El movimiento que hacemos con los labios para expresar afecto no se
aprende por imitación visual. Basta que besemos al niño y le pidamos besitos
para que él aprenda a hacerlo. Sin embargo, el gesto de tirar un beso a alguien
es igual que el del adiós. Forma también parte de un código cultural significativo
para el proceso de socialización y tiene importantes componentes visuales.
Para enseñar al niño a hacer el ademán de tirar el beso al aire, podemos colocar su
mano sobre nuestros labios y lanzar un beso. A continuación haremos lo mismo
sobre la boca del niño esperando que tire el beso y como siempre, festejar el
gesto cuando lo realice aunque su ejecución no sea perfecta.
Acepta a otras
personas conocidas
Después del periodo de extrañamiento los niños empiezan a
aceptar a otras personas y comprenden que también pueden resultar interesantes.
Para que los niños puedan estar tranquilos con ellas, es necesario que confíen
en que sus padres están ahí, disponibles para cuando ellos los necesiten. Ahora
bien, para que el niño confíe es preciso que haya podido establecer con su madre
una relación sólida y segura durante los primeros meses de la vida, que después,
se separen a ratitos cortos para que el hijo pueda comprobar que “mamá siempre
vuelve”.
En los niños ciegos se retrasa el periodo de extrañamiento y, en
algunos de ellos, se prolonga más de lo conveniente. Esto es habitual, pero en
estos casos el padre y los hermanos, los abuelos y algunos amigos de la familia
deberán ayudar para que el niño amplíe su círculo de relaciones y también para
que la madre descanse de su “cariñoso pero insaciable hijo”. En algunos casos,
son las propias madres, sin querer, las que dificultan este proceso. A veces
creen que nadie entiende a su hijo como ellas mismas o sienten celos de otras
personas significativas para él. Estos sentimientos son naturales pero si
resultan excesivos pueden impedir que el niño crezca y se socialice. Ánimo, será
un niño más simpático y tendrá más amigos.
Tiene alguna jerga expresiva o imitación
Como ya hemos dicho, si no hay otros
problemas, los niños ciegos desarrollan el lenguaje sin especiales dificultades.
Algunos se recrean repitiendo sonidos y parecen disfrutar escuchando su propia
voz. Sin embargo, en comparación con los niños videntes, es habitual que empleen
menos jerga. No obstante, si remarcamos algunas palabras o sonidos
onomatopéyicos, seguramente intentarán imitarnos. Cuando pretendamos que el niño
imite algún sonido es conveniente emitirlo dos o tres veces de forma algo
espaciada y esperar un tiempo observando el efecto que produce. Podemos repetir
esta secuencia un par de veces más, pero no forzar al niño ni insistir
demasiado. El lenguaje está directamente relacionado con la intención y el deseo
de comunicarse. Si el niño lo vive como una imposición, no sólo no estaremos
favoreciéndolo, sino que podemos provocar una actitud de oposición, lo que
tendría precisamente el efecto contrario: que se niegue a hablar.
Recordemos que en la comunicación lo más importante es el ritmo del diálogo; escucharemos todo
lo que el niño quiera “decirnos” y por nuestra parte le responderemos cuando él
haya terminado. Aunque no comprendamos el contenido preciso de su “discurso”,
nos esforzaremos por entender el sentido emocional que tiene para él. Puede
querernos decir que está contento, que quiere jugar con nosotros o que está
enfadado porque su hermano le ha quitado un juguete. Es importante que le
hagamos saber que le hemos entendido. Por supuesto, durante este primer período
de imitación no debemos pretender que el niño imite los sonidos correctamente.
Cualquier intento de comunicación debe ser celebrado por los padres y por otras
personas significativas para él. El lenguaje no se modifica a base de correcciones
reiteradas sino pronunciando nosotros correctamente. Insistimos una vez más en
que es importante que le demos tiempo. Si nosotros hablamos continuamente, el
niño no intentará repetir los sonidos.
Dice algunas palabras con sentido o sonidos consistentes
En torno al año, los
niños ciegos, al igual que sus compañeros videntes, empiezan a asociar algunos
sonidos a objetos o situaciones específicos, aunque la aparición y el desarrollo
del lenguaje varía mucho de unos casos a otros. En los comienzos del lenguaje no
debemos preocuparnos de cómo pronuncian las palabras. Lo importante es que se refieran
con un mismo sonido a una determinada cosa o situación, aunque más adelante los
adultos no podamos abusar de este lenguaje. Por ejemplo, “tete” para chupete o
“aba” para agua.
En el caso de los niños ciegos, cuando están surgiendo las
primeras palabras, es importante hablarles de las cosas sólo en los momentos en
que las estén experimentando. Esto no significa que no podamos hablar de forma
natural. Pero es importante tener en cuenta que cuando hablamos a los bebés con
visión, nos referimos a las cosas nombradas con nuestra mirada cuando el niño
puede verlas. En este sentido procuraremos dar
también al niño ciego referencias comprensibles para él. Así le hablaremos de la
leche y del biberón cuando pueda tocarlo o cuando esté próxima la hora de su
comida. Si queremos que aprenda a decir galleta, le repetiremos esta palabra
cuando la tenga en su mano o poco antes de dársela. Y si le hablamos de sus
zapatos, lo haremos mientras que se los estamos poniendo, o si anda zapateando
o, en cualquier otro momento, siempre que la situación sea apropiada.
Responde a alguna pregunta sencilla
El lenguaje comprensivo es anterior al
expresivo. O sea que los niños comprenden muchas palabras y frases antes de
poder decirlas ellos mismos. El lenguaje comprensivo está estrechamente
relacionado con las experiencias vividas. En este sentido es muy importante que
proporcionemos al niño ciego ocasiones de experimentar. Por ejemplo: si siempre
le damos de
comer introduciendo los alimentos en su boca y no le permitimos manipularlos ni
“enredar” con ellos, tendrá una representación muy parcial de los mismos y
cuando le preguntemos sobre las galletas, el pan, la bolsa de ganchitos... el
niño no comprenderá bien a qué nos referimos y probablemente no podrá
respondernos aunque los haya comido.
Si cuidamos proporcionarle estas experiencias, resultará sorprendente notar cómo,
a pesar de que el niño tenga muy pocas palabras, puede comprender algunas frases
familiares y resulta enormemente satisfactorio para él y para sus padres
comprobar cómo responde coherentemente a preguntas o peticiones que podamos
hacerle. Así, si le preguntamos algunas cosas sencillas como: ¿quieres agua?,
¿dónde está tu nariz?, ¿qué te hace papá?, el niño puede respondernos con
palabras o con gestos, coherentemente y con una intención comunicativa clara! Es
importante que dediquemos tiempo a la comunicación con los niños desde muy
pequeños; pocas cosas tan apasionantes como ver a nuestros hijos iniciarse en el
dominio de la lengua.
4.2.
Área de comprensión sensoria motora y cognición .
Señala tres partes de su cuerpo
Desde el año los niños pueden empezar a identificar
algunas partes de su cuerpo. La boca, el pelo, las manos, los pies y la tripa
suelen ser las más fáciles para los niños ciegos. Tendremos que jugar con el
niño a nombrarlas y señalarlas, primero en su propio cuerpo y más adelante en el
del adulto. Recordemos que este aprendizaje no debe ser meramente verbal y que
tendrá gran trascendencia piara él experimentar y vivenciar las distintas
sensaciones corporales. Por ejemplo, cuando le hablemos de la boca jugaremos a
besar, a morder, etc.; cuando le hablemos de la tripa le haremos cosquillas; al
hablarle de la nariz podemos hacer que es un timbre...
Muestra interés por los objetos
Una cuestión de importancia fundamental durante
los primeros años de vida de los niños ciegos es que se interesen por su
entorno. Este interés no resulta siempre espontáneo, y a veces nos plantea un
reto que el niño desee conocer el mundo exterior y disfrutar de él. El ambiente
natural del niño es su principal fuente de estimulación y está poblado de
objetos útiles e interesantes. Muchas veces, pasan desapercibidos si no cuidamos
de aproximárselos en las situaciones cotidianas que se presten a ello.
Insistimos una vez más en que, los objetos que el niño sin visión no experimenta
directamente, es como si no existieran para él. Por ejemplo, si no le permitimos
que experimente la forma y la textura del plátano, la manzana o la naranja, será
prácticamente imposible que los identifique; si nunca le proporcionamos la
ocasión de que acaricie o juegue con un perro, no podrá formarse una idea del
mismo o se formará una idea muy parcial, sin poder representar qué hay más allá
del mero ladrido.
Podemos además ofrecerle en una caja diferentes objetos que
puedan despertar su interés, bien porque estén muy próximos a su vida cotidiana
(cosas de aseo, de comida...) bien porque resulte divertido tocarlos (llavero
con llaves, collares de mamá...)
Entiende el “dame”
Pedir es una de las
funciones del lenguaje y un acto relacional muy importante para todas las
personas.
A partir del año, los niños empiezan a comprender el significado de la
acción de pedir. En un momento en el que el niño tenga algún objeto, siempre que
no esté especialmente entusiasmado con él, podemos pedirle que nos lo dé,
mientras ponemos nuestra mano junto a la suya sujetándolo. Pero no debemos
quitárselo sino tirar un poco mientras le decimos algo así como: “dámelo, por
favor, a mí me gusta mucho tu pelota, déjamela un poquito y te la doy otra vez”.
Cuando el niño suelte el objeto nos mostraremos alegres y le daremos las gracias
por dejarnos su juguete.
También podemos pedirle que nos dé sucesivamente una a una varias pinzas de la
ropa que hayamos colocado en un cesto, o las anillas que vaya sacando de un palo.
Podemos repetir este juego variando las situaciones pero manteniendo la petición
“dame” hasta que el niño comprenda lo que esperamos de él.
Busca objetos escondidos en diversos lugares
Esta es una actividad
verdaderamente estimulante. Permite el desarrollo de la inteligencia, consolida
la noción de permanencia de los objetos a la vez que favorece el control del
cuerpo y del espacio circundante. Podemos jugar con objetos no muy grandes,
preferiblemente sonoros y que le resulten atractivos al niño: un cascabel, una
pelota o su propio chupete. Los podemos guardar en el bolsillo de su pantalón o
debajo de su vestido o colocarlos entre sus piernas tapados con una almohadilla
pequeña o un pañuelo. Si el niño no sabe qué hacer, le daremos pistas sonoras o
táctiles hasta que los encuentre. Poco a poco iremos complicando el juego, pero
el juguete debe encontrarse siempre.
Tira de una cuerda para conseguir un objeto
Una de las adquisiciones que el niño
realiza a estas edades es la utilización de un objeto intermediario a modo de
herramienta. Esta conducta entraña una cierta dificultad para los niños sin
visión ya que requiere un cierto control visual. Podemos enseñar al niño a
descubrir cómo tirando de una cuerda consigue aproximar un objeto colocado a una
distancia que no puede alcanzar directamente. Al principio debemos ayudarle de
forma pasiva y secuenciada. El juguete que pretendemos que rescate debe ser
conocido. Antes de colocarle la cuerda, dejaremos que lo manipule y juegue con
él. Una vez que se haya interesado por el objeto, se lo presentaremos atado a
una cuerda o pañuelo. Le ofreceremos uno de los extremos para que la sujete y
lleváremos su mano libre a lo largo de dicha cuerda hasta que descubra que el
objeto está prendido al extremo opuesto.
4.3.
Área de manipulación
Explora los objetos
Las manos del niño ciego son su principal recurso para
conocer el entorno y representarse la forma de los objetos. A fin de que pueda
conocer y comprender la diversidad y complejidad del mundo que le rodea, debemos
animarle a tocar y curiosear los objetos que forman parte de sus espacios
inmediatos. Así, por ejemplo, si estamos en su habitación le invitaremos y
ayudaremos a explorar tranquilamente los rebordes de su cama, las puertas del
armario, los cuadros colgados en la pared, los cestos de sus juguetes... Es
importante que toque de una forma pausada y suave y que esté interesado en
conocer el objeto que esté explorando. Para promover estas destrezas podemos
ofrecerle juguetes atractivos: con texturas agradables, formas peculiares, con
relieves u orificios... Algunos niños rechazan muy contundentemente determinadas
texturas. Cada uno tiene sus preferencias y lógicamente debemos respetarlas.
Aunque trataremos de diversificar los materiales, las formas, las texturas, los
volúmenes, los pesos, etc.
Destapa un pote redondo
Destapar potes es una de las destrezas manipulativas que
los niños ciegos pueden conseguir al principio de este período sin mucha dificultad.
Para realizar esta tarea podemos ofrecer al niño botes no muy anchos, de fácil
apertura, cuidando siempre que en su interior haya algún juguete atractivo para
él. Al principio, resultan más fáciles las tapaderas con pomo, con hendidura o
con asa. Sujetaremos nosotros mismos el bote para que él tire de la tapa.
Tampoco es difícil abrir cajas cuadradas o rectangulares con tapadera de bisagra.
Si nosotros sujetamos la caja, el niño aprende pronto a balancear la tapa para
abrirla y cerrarla. Procuraremos que éstas no sean mayores de 10 o 15 cm. Luego
podemos ofrecerle tapas algo más difíciles, las de apertura clásica. En todos
los casos, debemos de procurar que el tamaño del bote sea adecuado al de la mano
del niño. Una vez que pueda destapar correctamente sujetándole nosotros el bote,
intentaremos que él mismo destape con una mano, mientras sostiene el bote con la
otra.
Saca anillos ensartados en un palo vertical
Una de las tareas facilitadoras de
la coordinación bimanual es la de sacar anillas ensartadas en un palo vertical.
La representación del palo vertical y de los aros ensartables en éste no resulta
fácil para los niños que no ven. Es conveniente ofrecerle las anillas y jugar
con él a colocárselas como pulseras o a rodarlas y bailarlas sobre la mesa a
modo de peonzas. Después le ofreceremos las anillas ensartadas en el palo. Al
principio, sujetaremos nosotros el soporte y ayudaremos al niño a realizar el
movimiento dirigiendo su mano. Es importante que comprenda que no debe tirar
directamente de la anilla, sino que tiene que elevarla para poder desengancharla.
También es conveniente que le permitamos experimentar con el palo después de
haberlas sacado. Más adelante, deberá aprender a sujetar el palo con una mano
mientras que desensarta la anilla con la otra. Al principio, sujetaremos su mano
sobre la base del palo hasta que él pueda realizarlo sin ayuda.
Los juegos de
anillas del mercado suelen traer muchos elementos apilados por tamaños. Este agrupamiento dificulta la tarea. Podemos retirarlas y dejar solamente
una o dos o emplear anillas del mismo diámetro. Son adecuadas también las
anillas de cortina o pulseras infantiles de tamaños abarcables por la mano del
niño lo que le permite percibir de forma global el perímetro de la anilla y su
orificio central.
Saca las piezas del tablero
A lo largo de los dos primeros años de vida los
niños recorren un camino que les permite asir y manipular los objetos cada vez
con más destreza. Hacia el año, todavía emplean la prensión dígito-palmar, o sea,
cogen los objetos colocándolos entre sus dedos y la palma de sus manos. Durante
el primer semestre de este segundo año van consiguiendo manejarlos con las yemas de sus dedos, lo que les
permite mayor precisión y eficacia en su manejo.
Esta destreza es importante para
todos los niños, pero adquiere particular relevancia para el niño ciego. Por eso
es necesario que trabajemos y ofrezcamos al niño de esta edad objetos pequeños
como botones, cuentas de collares... que favorecen el empleo de la pinza. Cuando
utilicemos objetos pequeños debemos estar atentos a que no se los lleve a la
boca y los emplearemos siempre en presencia del adulto. Entre las tareas
destinadas a conseguir la ejecución de la pinza resulta muy interesante el
trabajo con los tableros de chinchetas. Al principio sostendremos el panel y
guiaremos la mano del niño para que él tire de la chincheta, sin exigir que lo
haga con las yemas de los dedos, sino enganchándola entre sus dedos y la palma
de su mano. Paulatinamente, y con nuestra ayuda, irá pudiendo coger la chincheta
con las yemas de sus dedos. Es conveniente ayudarle a que sostenga las
chinchetas con los dedos índice, corazón y pulgar, lo que le va a resultar muy: útil más adelante para
controlar la orientación del vástago a la hora de insertarlo en el panel.
Existen en el mercado tableros con chinchetas o pinchitos de plástico de tamaños
y formas variadas que serán muy útiles para esta tarea y que más adelante
servirán para trabajar conceptos bidimensionales.
En general, a partir del año,
para la realización de tareas manipulativas podemos utilizar mesas bajitas en
las que el niño podrá estar más cómodo y tener el material mejor organizado.
Resulta muy útil para los niños con deficiencia visual colocar listones de madera
de unos 3 ó 4 cm. de alto bordeando el tablero superior de la mesa, lo que
impedirá que caigan los materiales menudos.
Mete objetos en una cubeta
Colocar un objeto dentro de un bote
no resulta excesivamente motivador para los niños ciegos. Posiblemente cuando
ellos sueltan un juguete dentro del bote pierden el contacto con él y no pueden
comprobar que ha caído en el fondo. Así que no se muestran muy dispuestos a
soltarlo. Sin embargo es una tarea que deben aprender a realizar, porque es una
destreza manipulativa necesaria y porque contribuye a mejorar la coordinación
bimanual. Al principio el niño no sabe muy bien lo que le pedimos, por lo que
empezaremos la tarea ofreciéndole un bote grandecito, de 10 o 15 centímetros de
diámetro, y una pelota del tamaño adecuado a su mano. Dejaremos que experimente
con ambos objetos, separados y juntos. Luego tomaremos su mano con la pelota y
se la colocaremos sobre el borde del bote. Le pediremos que la suelte o la
guarde; si no lo comprende, le abriremos la mano hasta que la pelota caiga.
Lógicamente le permitiremos después introducir la mano y constatar que la pelota
está adentro. Mientras esté iniciando este aprendizaje, sujetaremos nosotros el
bote entre sus piernas o en una mesa bajita, ayudándole a colocar una mano sobre
los bordes del recipiente y a dirigir la otra hacia el mismo. Es importante que
obtenga algún refuerzo cuando la pelota caiga en el recipiente. Son aconsejables,
por ejemplo, botes metálicos y pelotas de goma maciza, que producen mucha
resonancia cuando rebotan.
Como siempre, estos pasos con material específico
facilitan la secuencia del aprendizaje, pero son generalizables a cualquier otra
situación de la vida cotidiana. Por ejemplo, guardar la fruta en el frutero o la
ropa sucia en el cesto.
Abre puertas y cajones
“La curiosidad es sana”. Y es un indicador del deseo de conocer.
Multitud de estímulos se muestran ante los niños videntes y tienen habitualmente
gran cantidad de información disponible. Los niños sin visión, en cambio,
necesitan explorar con sus manos e ir progresivamente descubriendo los elementos
de su entorno. Es natural y supone un verdadero placer “cotillear” cuantos
objetos haya disponibles en su casa y otros ambientes que le resulten
familiares. Pero si no es así, somos nosotros los que debemos animarles a
explorar los rincones interesantes de la casa. No podemos permitirnos el lujo de
desaprovechar la riqueza que nos ofrecen estos rincones: tras la puerta de un
armario de cocina lleno de cazuelas y otros utensilios se esconden verdaderos
tesoros para el deseo de conocer de un niño; dentro de un cajón el niño descubre
un mundo sorprendente que no sólo le ayudará a conocer cómo son las cosas que
allí estén, sino que le irá despertando más curiosidad para nuevas exploraciones.
4.4.
Área de motricidad gruesa, esquema corporal y organización espacial
Se mantiene en un balancín o en un andador
Los balancines, los andadores y otros elementos de psicomotricidad favorecen el
control corporal y permiten disfrutar del movimiento. Para los niños ciegos
éstos son aún de mayor utilidad, ya que tienen dificultades para moverse
libremente y para poder tener algunas experiencias motrices necesitan algún
elemento que les dé estabilidad y les sirva a la vez como referencia espacial.
Es normal que en un primer momento el niño tenga miedo a un objeto cuyo
movimiento le resulta difícil de controlar. Este miedo, siempre que no sea
excesivo, es un indicador de que ha adquirido una adecuada conciencia de peligro
y sentido de autoprotección. Las primeras veces lo sentaremos nosotros en el
balancín, sujetándolo para que no tenga la sensación de que puede caerse.
Poco a poco iremos retirando la ayuda e iniciaremos el balanceo de forma suave.
Cuando el niño controle el movimiento, lo moverá con ímpetu y disfrutará
meciéndose con la velocidad y el ritmo que él desee. A la par que aprende a
manejar el balancín puede empezar a mantenerse sentado en el correpasillos,
siempre que le ayudemos a montarse en él. Al principio le permitiremos que se
familiarice con el cochecito y más adelante iniciaremos desplazamientos lentos
hasta que el niño vaya comprendiendo que puede mantener el equilibrio a pesar de
los deslizamientos.
Cuando el niño maneje estos elementos con cierta estabilidad podremos enseñarle
a subirse solo, cuidando mantener fijo el correpasillos y proporcionándole el
apoyo físico necesario hasta que pueda controlar estos movimientos. Deberá
apoyar sus manos en el manillar y pasar una pierna por la parte posterior del
asiento hasta quedar sentado a horcajadas. Es importante que el correpasillos
tenga estabilidad, que no se deslice fácilmente y que sea proporcional a la
estatura del niño, de forma que pueda apoyar sus pies en el suelo cómodamente.
Salta sobre una pelota o cama elástica, de las manos del adulto
La cama elástica y la pelota grande son otros elementos de psicomotricidad que
facilitan también el dominio corporal. Pocas semanas después de mantenerse de
pie con apoyo y para favorecer el tono muscular en miembros inferiores,
podemos jugar con el niño a saltar sobre una cama elástica o pelota
grande de goma de las que existen en el mercado (de unos 70 cm de
diámetro). Las primeras veces sostendremos al niño con nuestras manos
sujetándole por ambos costados de forma que se sienta seguro. Al ritmo
de una canción, le haremos moverse levemente sin levantar los pies. Una
vez que el niño esté familiarizado con este juego y le resulte
divertido, le ayudaremos a dar algunos saltos hasta que consiga levantar
ambos
pies simultáneamente. Más adelante, le retiraremos parte del apoyo y le
ofreceremos únicamente nuestras manos animándole a que sea él el que se impulse.
Es una actividad fácil y con la que suelen disfrutar.
Pasa de sentado a de pie
Recordemos que los niños sin visión tienen algunas dificultades
para realizar los cambios posturales. Cuando están sentados, la mayoría de ellos
intenta ponerse de pie impulsándose con la parte superior del tronco y
cogiéndose
a nuestras manos o a un asidero. Sin embargo para favorecer el control de su
cuerpo y el dominio de los movimientos es preciso que realicen correctamente los
apoyos que les permitirán darse el impulso adecuado sin forzar su musculatura.
Cuando el niño esté sentado y vaya a levantarse, le ayudaremos a rotar su cuerpo
lateralmente, hasta que apoye ambas manos en el suelo en uno de sus costados.
Desde esta posición continuará el giro hasta colocarse en postura de gateo. A
continuación plantará uno de sus pies en el suelo y apoyándose sobre un mueble
bajo o sobre el adulto, se impulsará hasta quedar de pie. Procuraremos que el
peso del niño se cargue más sobre sus miembros inferiores que sobre sus brazos.
Se desplaza sentado
La mayoría de los niños ciegos rechazan la posición de gateo y se resisten firmemente
a desplazarse gateando. En todo caso, es conveniente que, durante este periodo,
consigan alguna forma de desplazamiento que les resulte a la vez segura y
agradable. Así por ejemplo, podemos animar al niño a que se deslice “culeando”.
Podemos favorecer este tipo de desplazamiento haciendo que, cuando está sentado
en el suelo, golpee con sus talones jugando a patalear haciendo ruido, cosa que
en general les gusta mucho, incluso a veces demasiado. Debemos tener cuidado de
que esta conducta no se haga reiterativa y estereotipada.
Continuando con este
juego, podemos ayudarle a que gire sobre sí mismo como si sus piernas fueran las agujas de un reloj. Cuando haya conseguido
dominar este movimiento intentaremos que vaya deslizándose por el suelo
apoyándose en sus manos. Mientras que el niño realice estos ejercicios
procuraremos que esté calzado para evitar que pueda hacerse daño. Lógicamente,
para motivar los desplazamientos le ofreceremos algún juguete que despierte su
interés. Ya sabemos que las conductas que suponen cambios posturales y
desplazamientos entrañan dificultad para los niños sin visión. Si el niño llora o
protesta demasiado, no debemos forzarle. Es mejor distraerle y calmarle y dejar
la tarea para otro día.
Se desplaza de pie con apoyo
La mayoría de los niños deficientes visuales
consiguen, como sus compañeros videntes, mantenerse de pie y dar los primeros
pasos con apoyo hacia el año aproximadamente. En general encuentran poca dificultad
para mantenerse quietos en esta posición, pero se resisten a moverse y a avanzar.
Hemos de tener en cuenta que no controlan el espacio que no está en su entorno
inmediato, que pueden temer perder el equilibrio y que, además, hallan dificultades
para imitar el gesto de mover alternativamente los pies para dar pasos. A pesar
de estas dificultades, algunos niños ciegos comienzan la deambulación con apoyo
casi espontáneamente. Pero este desplazamiento supone para otros “una aventura
peligrosa”.
Algunas estrategias facilitan al niño esta tarea:
• Poner a su
alcance muebles bajos en los que pueda sujetarse y utilizarlos como referencia para desplazarse más tranquilamente.
• Colocarle sobre nuestros propios pies
y caminar con él para que sienta este movimiento aunque sea de forma pasiva.
• Coger al niño de las manos y, colocados frente a él, marcar un ritmo con
nuestros pies de forma alternante como si estuviéramos andando, esperando que él
imite este movimiento.
• Levantar alternativamente los pies del niño cuando esté
sujeto de forma segura, al ritmo de una canción.
• Sobre una mesita baja
alargada, ofrecerle a cierta distancia una caja de música o un objeto sonoro que
le guste para que intente cogerlo desplazándose.
Los niños ciegos pasan mucho
tiempo después de dar los primeros pasos con apoyo sin atreverse a soltarse. El
espacio es para ellos poco controlable. Su miedo es adecuado. Tardarán un tiempo
en caminar solos. No debemos tener prisa.
Camina sujeto a un correpasillos
Como ya hemos dicho varias veces, caminar solo entraña especiales dificultades
para el niño sin visión. Paciencia, es imprescindible que respetemos su miedo,
aunque le animemos mientras tanto a dar algunos pasos. Antes de conseguir esta
conducta el niño habrá estado mucho tiempo caminando de la mano, empleando una
pared como guía, sujeto a muebles o utilizando un andador. El correpasillos es
un elemento bastante útil en este período intermedio en el que los niños se
desplazan seguros con apoyo, pero todavía no se animan a soltarse del todo.
Aunque al principio se muestren temerosos por su movimiento, una vez que
consiguen controlarlo, les permite sentirse seguros, activos y “poderosos” y
disfrutan mucho con él.
No debemos emplearlo hasta que el niño no tenga equilibrio suficiente ni dejarle
solo hasta que lo utilice con seguridad. Los correpasillos que empleemos deben
tener peso y una base ancha, que garanticen su estabilidad, a fin de que el niño
no se caiga.
Si el que tenemos pesa poco o se desliza demasiado deprisa, podemos colocar en
él una bolsa de tierra que le dé mayor solidez.
4.5.
Área de hábitos y autonomía
Camina de forma independiente
Hacia los 18 meses la mayoría de los niños ciegos empiezan a dar algunos pasos
solos, aunque unos lo hacen varios meses antes y otros lo aplazan algún tiempo
más. El período de la marcha autónoma entraña para ellos un cierto conflicto. El
imperativo de crecer y la dificultad que encuentran para dominar el espacio y
realizar una marcha confiada, hace de este período una etapa crítica. Cabe
esperar la aparición de conductas temerosas que son adecuadas si se mantienen
dentro de unos límites. Los niños pueden responder a estos temores de maneras
muy diversas, dependiendo de su personalidad y de las actitudes de los adultos
que les rodeamos. Tanto una actitud excesivamente temerosa como demasiado confiada,
podrían hacer pensar en la existencia de un problema psicológico al que abría que prestar una atención cualificada.
Lo habitual es que el niño sienta
miedo y proteste, pero que acepte la ayuda y soporte la dificultad. La actitud
del adulto debe ser protectora y respetuosa, pero a la vez animosa y reforzante.
Por ejemplo, podemos animarle a que haga pequeños desplazamientos dirigiéndose a
uno de sus padres lo que, en general, les resulta muy motivador. Las distancias
al principio tienen que ser muy cortas y debemos festejar su logro por pequeño
que sea sin apremiarle cuando no lo consiga. En cualquier caso, si no hay otros
problemas en el desarrollo, antes de los 2 años el niño puede desplazarse con
seguridad, ir y venir por espacios interiores con intencionalidad y sin temor.
Toma alimentos blandos y triturados
Hacia el año, la maduración biológica permite a los niños iniciar la masticación.
Este paso debe ser siempre pautado por el pediatra ya que cada niño tiene un
ritmo de maduración particular. En cualquier caso, la deficiencia visual no
debería crear dificultades añadidas en la consecución de este objetivo evolutivo.
A partir del año podemos ofrecer a los niños alimentos semisólidos y algunos
sólidos para que puedan empezar a masticar. Es aconsejable ofrecerles un trozo
de corteza de pan suficientemente grande como para que ellos la mantengan en su
mano y la vayan chupando. Existen también unas galletas especiales para el
comienzo de la masticación. Lógicamente, estaremos atentos para evitar que se
atraganten con algún trocito que hayan podido morder.
Podemos pensar que, para facilitar la tarea de la masticación, es bueno
incorporar al puré algunos trocitos de alimentos sólidos. En general no suelen
gustarles los purés o las cremas con grumos o tropezones. Es más aconsejable
empezar con comidas blanditas, como quesitos, jamón de York, trocitos de
croquetas, tortilla francesa, etc. En todo caso, tenemos que tener en cuenta que
cada niño tiene sus gustos propios. Algunos de ellos prefieren los sabores
fuertes: jamón serrano, legumbres, arroz con tomate... mientras que otros
muestran verdadero deleite por los alimentos dulces. En el comienzo de la
masticación es importante tener en cuenta estas preferencias, aunque poco a poco
procuraremos que tengan una alimentación variada.
Bebe de una taza o vaso que se le sujeta
La mayoría de los niños alrededor del año pueden beber líquidos directamente de
una taza o vaso. Los niños ciegos no deben encontrar especiales dificultades en
la adquisición de esta conducta.
A veces a los padres les resulta más cómodo prolongar el período de los
biberones, tratando de evitar que el niño se manche. Pero los niños crecen y
nuestra responsabilidad es favorecer este proceso. Prolongar conductas propias
de períodos anteriores, aunque a veces parezca que no tiene importancia,
contribuye a obstaculizar su desarrollo.
Después de su primer aniversario
debemos animarles, pues, a beber sin tetinas. En un vaso pequeño podemos colocar
un poco de líquido (leche, zumo, agua). Dejaremos que el niño los sostenga con
las dos manos mientras que nosotros sujetamos la parte inferior del recipiente.
Debemos procurar que sea él quien vaya inclinando el vaso, aunque le ayudemos a controlar el movimiento. No son aconsejables
para niños sin visión los vasos con asas, ya que al sujetarlos por éstas,
pierden el contacto con el recipiente y con ello la referencia de su posición.
Si observamos que el niño tiene muchas dificultades podemos utilizar como paso
intermedio las tapas con boquilla que se encuentran en el mercado.
Conoce el plato y la cuchara y sabe para qué sirven
Recordemos que muchos de los
instrumentos cotidianos que son tan obvios para las personas que ven no son
descubiertos por los niños ciegos si los adultos que convivimos con ellos no
procuramos que los exploren. Si mientras damos de comer al niño le dejamos que toque los utensilios empleados podrá ir comprendiendo
cómo y desde dónde llega la comida hasta su boca. Es conveniente dejarle que
explore y manipule los vasos, las papilleras y los cubiertos cuando están
limpios, pero procuraremos hacerlo en torno a la hora de comer. Además, cuando
la comida ya esté servida, trataremos de que el niño ponga la mano en el borde
del plato y toque con cierto cuidado el alimento. Privarle de estas y otras
experiencias similares, que forman parte de las actividades de la vida diaria,
supone colocarle en un vacío experiencial que tendrá para él consecuencias
negativas.
Colabora en las tareas de vestirse y desvestirse
Las tareas de vestirse y
desvestirse son también actividades de la vida diaria y que el niño tome parte
en ellas de forma activa tiene gran interés para su proceso de crecimiento, como
ya aludíamos en el tema de la comida.
Durante estas actividades él experimenta sensaciones motrices que le van a
permitir integrar mejor su esquema corporal y controlar sus movimientos a la vez
que aprender la propia acción de vestirse. Al objeto de favorecer una actitud
más activa por parte del niño, nosotros nos mantendremos un poco más pasivos.
Por ejemplo, si le estamos poniendo una camiseta, dirigiremos su mano hacia el
comienzo de la manga, pero luego esperaremos que sea él el que extienda el brazo
y consiga colocarse la manga entera.
Lógicamente tendremos que generalizar esta actitud a los demás movimientos y a
otras prendas de ropa. Enhorabuena por cada nueva adquisición. Cada paso que el
niño da en su proceso de crecimiento y en la conquista de su autonomía es un
éxito de todos.
5. El niño de 18 a 24 meses:
descripción de los objetivos de este periodo para las
distintas áreas del desarrollo
5.1. Área de comunicación, lenguaje y socialización
Aumenta la ansiedad de separación
Hacia los 18 ó 20 meses se producen algunos cambios en el desarrollo que tienen
consecuencias importantes en la personalidad de los niños. En esta edad
adquieren una facultad intelectual muy especial: la de poderse representar en su
cabeza cosas que antes sólo vivían en el mundo físico, en el ámbito de la
experiencia sensorio motriz. Además muchos niños ciegos empiezan en esta edad a
caminar de forma independiente, lo que no siempre resulta tranquilizador para
ellos y posiblemente para sus padres. Estas dos adquisiciones hacen que los
niños se sientan “mayores” y eso en parte les gusta porque desean crecer y
conseguir nuevos logros. Sin embargo, al mismo tiempo, toman conciencia de que
son independientes, de que algunas situaciones son difíciles de resolver y de
que “mamá no está siempre a su lado”.
Esto provoca en ellos una fuerte ambivalencia: por una parte quieren separarse
de la madre y hacer cosas por sí mismos y de pronto se dan cuenta de que mamá no
está cerca y necesitan comprobar dónde está para poder acercarse a ella cuando
las cosas se ponen difíciles. Por esto, en esta etapa, los niños pierden la
euforia propia de periodos anteriores, cuando eran más inconscientes y estaban
más ajenos a los peligros. Así aumenta la conciencia de la ausencia de la madre
y, en consecuencia, aumenta también la ansiedad de separación. En esta etapa es
muy importante que la madre esté disponible para cuando el niño la necesite,
pero también que se vaya separando a ratitos y le anime a hacer cosas solo,
cuando él sea capaz. Esta actitud de la madre que anima a crecer y a superar las
dificultades, pero a la vez está disponible, permitirá que el niño se distancie
paulatina y voluntariamente de ella y tenga una actitud confiada para
experimentar situaciones nuevas e interesantes, siempre que sepa que puede
volver cuando él lo desee.
Soporta pequeñas frustraciones
Hacia los dos años es normal que los niños se muestren a veces descontrolados e
impulsivos y no sean capaces de esperar para obtener lo que desean. En ocasiones
se ponen exigentes y algo tiranos con la familia. En este periodo no sabemos si
tenemos ante nosotros un bebé o un niño; está precisamente en el límite. Todavía
no podemos aspirar a que se comporte como un niño razonable y bien educado, pero
está ya en disposición de comprender que no puede conseguir todo lo que desea y
sobre todo que no puede conseguirlo inmediatamente.
Como ya dijimos en su
momento, aceptar pequeñas frustraciones y soportar ratitos de espera es esencial
para adaptarse a la realidad y repercutirá en el propio bienestar del niño. A
veces, cuando el niño tiene alguna discapacidad, tratamos de compensarle dándole
todos los caprichos y haciendo que toda la familia gire a su alrededor. Esta
actitud le
perjudica seriamente y a la larga le acarrea mucho sufrimiento.
No olvidemos que él tendrá que salir del seno familiar y relacionarse con otros niños y en otros
ambientes donde será un niño más. Es por esto imprescindible ayudarle desde
ahora a tolerar algunos tiempos de espera y algunas prohibiciones. Por ejemplo,
si estamos terminando una tarea y el niño quiere un juguete, podemos decirle que
se lo alcanzaremos en cuanto terminemos. Aunque este tiempo de espera debe ser
todavía corto. Igualmente, si nos pide el cuaderno de un hermano, debemos
tranquilamente decirle que no, que ese cuaderno puede romperse y que es algo
importante para su hermano. Él lo entenderá y lo aceptará con una condición: que
la norma se mantenga firme y clara. No sirve que hoy el cuaderno pueda romperse
pero mañana no sea así.
Obedece alguna orden sencilla
Los logros intelectuales y lingüísticos a estas
edades permiten ya que los niños comprendan mensajes y puedan responder a ellos.
Además realizar algún recadito hará que el niño se sienta muy satisfecho.
Sentirá que es mayor y capaz de hacer cosas solo. Y que su madre o su padre
están contentos con él porque es un chico eficaz y puede ayudarles.
El niño ciego
también puede ayudar a sus padres y realizar algunas tareas dentro del hogar. Si
le pedimos que nos traiga sus zapatos, que coloque sus calcetines usados en el
cesto de la ropa sucia o que guarde un juguete en el baúl y le agradecemos
sinceramente su ayuda, se sentirá orgulloso y nosotros también. Comprende muchas
frases familiares y emplea algunas expresiones con intención comunicativa Entre
los 18 y los 24 meses tiene lugar una etapa de expansión del lenguaje. No
obstante, la evolución en esta área es muy variada y existen diferencias
individuales muy marcadas de unos niños a otros,~sin que ello implique necesariamente retrasos o desviaciones del desarrollo.
A los dos años, muchos niños ciegos emplean frases de dos o tres palabras con un
estilo telegráfico, como es habitual también entre sus compañeros videntes (“mamá
pan”, o “con papá calle”), mientras que otros permanecen aferrados a la
palabra-frase que, convenientemente entonada, les permite comunicar casi todas
sus necesidades básicas (“agua” por “dame agua” o “calle” por “vamos a la calle”).
Recordemos que el lenguaje comprensivo va muy por delante del expresivo. Hacia
los dos años, ya pueden comprender la mayoría de las frases familiares que
empleamos para dirigirnos a ellos: “vamos a comer”, “ya tenemos que ir a
dormir”, “dale el juguete a tu hermano”...
El lenguaje, no sólo como instrumento
de simbolización y comunicación, sino en su aspecto puramente fonético,
despierta en los niños sin visión un vivo interés. Los sonidos del lenguaje son
por sí mismos una fuente de estímulos y acaparan poderosamente su atención. Esto
hace que muchas veces aprendan y repitan expresiones verbales aunque éstas no
tengan un significado semántico. Este lenguaje repetitivo puede resultar al
principio gracioso y algunos adultos tienden a reforzar este tipo de expresiones
de forma abusiva, pero esto puede ser perjudicial para los niños sin visión y
resulta peligroso para su desarrollo personal y social. Es muy importante cuidar
que las expresiones que el niño vaya incorporando tengan una correspondencia
significativa para él.
Lo más importante en esta etapa no es que utilice frases
más o menos largas, que tenga mucho vocabulario o que pronuncie correctamente,
sino que emplee el lenguaje con una clara intención comunicativa; o sea que sepa
lo que quiere decir, aunque no sepa decirlo bien. La aparición y el desarrollo
del lenguaje, tanto en niños ciegos como en videntes, depende fundamentalmente
de cómo haya sido la interacción social con sus padres y otros familiares
durante los primeros meses de vida y de las oportunidades de experimentar que
hayan podido tener.
5.2.
Área de comprensión sensorio motora y cognición
Mantiene la atención durante períodos cortos de tiempo
Una idea muy extendida en
nuestra cultura, incluso en el ámbito de la educación infantil, es que a los
niños hay que “estimularles”, y cuantas más actividades hagan, mejor. Sin
embargo, crecer no es una carrera de obstáculos. Los niños, con discapacidad o
sin ella, tienen un ritmo y necesitan tiempo, tiempo para pensar, para asimilar
la información, para sentir, para jugar...
Cuando juguemos o trabajemos con el
niño procuraremos que esté interesado y atento en la actividad que le
propongamos. Despertar en él la curiosidad y el deseo de aprender es más
importante que la cantidad de cosas que aprenda o la cantidad de tiempo que esté
“trabajando”. En general, en estas edades es conveniente realizar una misma
actividad durante períodos cortos. Cuando un niño tiene dificultades para prestar
y mantener la atención, debemos preguntarnos qué está pasando. Puede estar
cansado o sentir ansiedad, podemos estar dándole más información de la que él es
capaz de asimilar, o quizá le estemos pidiendo tareas demasiado difíciles y no
nos comprenda o demasiado fáciles y se aburra.
En estos casos es mejor retirar
el material y proponerle otra actividad alternativa de otra índole. En cualquier
caso si; no sabemos bien qué ocurre y el niño se muestra habitualmente inquieto
o muy disperso es conveniente pedir asesoramiento a algún profesional con
experiencia en valoración de este tipo de comportamientos.
Comprende “deprisa despacio” como actividad sensoria motora
Uno de los primeros
conceptos que los niños pueden aprender de forma vivenciada tras la finalización
del período sensoriomotor es el par “deprisa-despacio”. Para facilitar al niño
estas sensaciones, que luego serán conceptos, podemos realizar con él algunos
juegos: montarle en nuestras piernas y jugar al caballito o juegos similares,
mecerle en balancines o columpios o jugar con él sobre un rulo.
Estas
actividades pueden producirle vértigo o miedo. Por eso, debemos hacerlo siempre
como un juego y no forzar al niño cuando él no quiera. Podemos también jugar con
algún muñeco, colocándolo dentro del columpio para que el niño lo balancee.
Debemos de tener en cuenta que estos juegos son muy excitantes por lo que
evitaremos realizarlos cuando esté nervioso y pararlos cuando veamos que está
sobreexcitado.
Comprende “arriba , abajo” como actividad sensoria motora
Igual que los opuestos
“deprisadespacio”, los conceptos espaciales “arriba-abajo” deben ser
experimentados y vivenciados corporalmente. Los conceptos espaciales se
interiorizan en todos los niños desde lo experiencial, pero en los niños ciegos
esta consideración adquiere especial relevancia. Únicamente desde las
sensaciones propioceptivas y desde la experimentación motriz pueden integrar
esta polaridad. Podemos realizar con el niño juegos corporales que le permitan
tener sensación de altura: estar encima de la pelota y bajarse cogido de
nuestras manos, subir y bajar de la mesa, subir y bajar por el tobogán...
Mientras que el niño permanece arriba le sostendremos con firmeza, quedando
frente a él o incluso un poco por debajo. El niño podrá entonces tener
sensaciones de que está más arriba o más abajo que mamá o papá. Podemos
aprovechar también situaciones cotidianas como subir y bajar las escaleras para
reforzar estos conceptos. Como siempre, debemos garantizar que el niño se sienta
seguro y protegido y que estos ejercicios resulten divertidos para él.
El juego del “como si”
A partir de los dieciocho meses el niño ciego puede empezar a imitar algunas
acciones de la vida cotidiana referidas a sí mismo. Antes de conseguir esta
capacidad el niño realiza las acciones únicamente en su contexto real: come, se
lava, bebe... Después, puede imitar estas acciones en el juego sabiendo que es
“de mentirillillas”: imita la acción de comer, con un plato y una cuchara de
juguete, aunque no tenga comida; o coge la esponja y hacer como que se lava los
pies sin agua.
Al principio, sólo podrá realizar acciones referidas a su propio
cuerpo: lavarse, peinarse, comer, etc. Algo más tarde, empezará a dar de comer a
su mamá, peinarla... es un paso importante en el camino a la inteligencia
representativa, pero debemos de cuidar que este juego no se realice de una forma
mecánica; lo importante es que el niño comprenda que está imitando la acción de
comer, y no que golpee el plato o chupe la cuchara sin comprender su sentido
simbólico.
5.3.
Área de manipulación
Tapa un bote redondo
Tapar botes o cajas es una destreza manipulativa básica y
una actividad muy útil para que el niño se ejercite en la coordinación bimanual.
Como venimos diciendo en referencia a los materiales apropiados para las tareas
manipulativas, el tamaño del bote debe ser adecuado a la mano del niño. La tapa
debe ser fácilmente encajable, de manera que le permita guardar dentro del bote
algún juguete y volverlo a sacar con cierta facilidad. Las primeras veces
sostendremos nosotros el bote hasta que él haya comprendido en qué consiste esta
tarea. Luego él mismo sujetará el bote con una mano y ajustará la tapa con la
otra. Obviamente no se trata de repetir esta tarea sino de generalizarla e
incorporarla a las actividades de la vida diaria. Así, le enseñaremos a tapar
cajas y botes con formas y cierres variados.
Mete un bola en un bote con prensión dígito palmar
En este periodo, los niños
ciegos tienen una coordinación bimanual suficiente para dirigir una de sus manos
donde la otra les indica. Por ejemplo, meten un botón o una canica en un bote de
unos 4 ó 5 cm de boca o encajan una clavija en un panel. Algunos todavía no
pueden realizarlo sosteniendo el objeto con las yemas de sus dedos y realizan
esta actividad colocándolo entre sus dedos y la palma de su mano mientras
sujetan el bote con la otra. Más adelante esta actividad evolucionará y se
realizará más correctamente, pero es aconsejable que en estas edades practiquen
algunos ejercicios de este tipo encaminados a la coordinación de ambas manos.
Para esta actividad, emplearemos materiales variados: canicas, cascabeles,
nueces, cuentas de collares... y botes de formas y materiales diversos.
Ensarta anillas en un palo
Es otra de las tareas recomendadas para facilitar la
coordinación bimanual, a la vez que constituye una destreza manipulativa en sí
misma: la de ensartar. No obstante, puede resultar a veces difícil y tediosa
para niños ciegos. Por eso, aunque resulte interesante como actividad de
coordinación bimanual, no podemos abusar de ella.
Como siempre, empezaremos
sujetando nosotros el palo y el niño ensartará las anillas al principio de forma
azarosa. Luego, debemos enseñarle a mantener una mano sobre el palo, mientras
ensarta la anilla con la otra. Procuraremos, para variar, utilizar anillas con
materiales, texturas, relieves y tamaños diferentes. Recordemos que también
podemos usar pulseras o argollas de cortinas.
Vuelca el bote para sacar
A medida que los niños crecen empiezan a pensar de manera más compleja y van
pudiendo resolver problemas más difíciles. Así que nosotros también iremos
complicando las tareas. Después de haber aprendido a sacar introduciendo
cómodamente su mano, el niño puede aprender a extraer un objeto de un bote de
boca estrecha, de modo que sólo pueda conseguirlo volcándolo. Si le damos un
bote suficientemente estrecho el niño no podrá introducir su mano directamente y
tendrá que buscar recursos alternativos para conseguir el caramelo, la canica o
el botón que esté dentro. Son muy adecuados para esta actividad los botes
metálicos de algunos medicamentos o las botellas de plástico de agua mineral
pequeñas. En esta tarea interviene mucho la visión. Por eso, sobretodo al
principio, le ayudaremos a descubrir el truco. Colocaremos las manos del niño de
manera que una de ellas quede sobre la boca del recipiente, mientras que lo
sostiene con la otra (la que tienda a usar de forma preferente). Le ayudaremos
desde esta posición para volcarlo, de tal manera que el objeto que esté en el
interior caiga sobre la palma de su mano.
5.4.
Área de motricidad gruesa, esquema corporal y organización espacial.
Trepa a un sofá
Una vez que los niños han conseguido tener un control suficiente
de su cuerpo pueden trepar a muebles, bancos, escalones o desniveles no muy
altos. Al objeto de motivar al niño sin visión a que realice esta conducta
colocaremos juguetes atractivos en un sofá, en la cama... reclamando su atención
y ayudándole al principio a encaramarse. Posiblemente, él intentará trepar
apoyándose en sus brazos y tirará de sus piernas haciendo fuerza con los brazos
e impulsándose con la parte superior del tronco. Esta postura fuerza
innecesariamente los músculos de la espalda y no le permite realizar los apoyos
de los miembros inferiores correctamente para conseguir un buen dominio de los
cambios posturales. Si le ayudamos a apoyar la rodilla en el sofá y le
impulsamos levemente realizará este movimiento con más facilidad y destreza.
Avanza y controla el correpasillos
Como ya hemos dicho, los correpasillos son elementos que, desde muy pronto, dan
bastante seguridad a los niños sin visión. Les proporcionan estabilidad,
usándolos algunos incluso antes de caminar, y les protegen de algunos
obstáculos. Avanzar hacia adelante requiere mayor control y coordinación de
movimientos que hacerlo hacia atrás. Por eso, la mayoría de los niños al
principio solo retroceden. Es necesario, pues, ayudarles a conseguir
desplazamientos frontales. Podemos colocarnos en la parte posterior del
correpasillos, impidiendo así que el coche retroceda. Otra forma de favorecer el
avance es guiar nosotros las piernas del niño realizando con él los movimientos
necesarios hasta que consiga hacerlo de forma independiente. En todo caso, hay
que ofrecerle algún estímulo que le motive a desplazarse y siempre que sea
posible que algún familiar se ponga delante, animándole a que se dirija hacia él.
Gatea
El gateo resulta poco motivador para los niños ciegos. De hecho, la
mayoría de ellos gatean después de haber conseguido la marcha autónoma, aunque
bastante antes logran mantenerse en esta postura. Apoyar sus manos sobre el
suelo para utilizarlas en el desplazamiento les impide emplearlas para la
exploración, lo que les provoca una sensación de impotencia. Además, el no tener
constancia del espacio inmediato les deja más desprotegidos ante los posibles
obstáculos. De hecho, con mucha frecuencia, se niegan a gatear, lloran y dan
muestras de malestar.
Podemos animar al niño a gatear, pero no debemos forzarle
nunca si observamos en él este tipo de conductas. En todo caso, podemos intentar
algunas estrategias como:
• Balancear al niño en rulos grandes sobre los que
pueda apoyar su tripa.
• Invitarle a pasar por debajo de algunas estructuras a
modo de puentes de corta longitud, colocándose el niño en la entrada del puente
y llamándole uno de los padres desde el otro extremo.
• Ofrecerle, tumbado boca
abajo, juguetes sonoros y atractivos que le colocaremos a corta distancia,
aunque no tanto que pueda alcanzarlos sin realizar un mínimo desplazamiento.
Sube escaleras de la mano sin alternar pies
Subir escaleras de la mano o sujetos
a una barandilla no supone especial dificultad para los niños sin visión. Aunque
la escalera pueda parecer peligrosa, es un espacio fácilmente controlable y con
muchas referencias para ellos. Es cierto que pueden tropezar y debemos prevenir
un posible incidente. Al principio subiremos con el niño cogido de la mano,
apoyando su otra mano sobre la barandilla. Cuando pueda subir solo agarrado a
ella, nos pondremos detrás de él, uno o dos escalones más abajo. Lógicamente, es
necesario que previamente haya podido explorar los escalones culeando, gateando...
En el momento de ir a subir, al comienzo de la escalera, basta que le pongamos
su mano en la barandilla y que nosotros le animemos a hacerlo sin miedo.
Se pone en cuclillas
Conseguir agacharse y mantenerse en cuclillas facilita el control del espacio
inferior y resulta necesario para la realización de muchas tareas. Es una
conducta motriz directamente relacionada con el equilibrio y con la coordinación
visomotora por lo que muchos niños ciegos tienen dificultades para conseguirla.
No obstante es importante que aprendan a agacharse manteniendo la verticalidad
hasta quedar en postura de cuclillas. De esta manera podrán evitarse algún golpe
con obstáculos que pueda haber delante y sus manos quedarán libres para rescatar
un objeto que se ha caído, coger los zapatos para ir a la calle, acariciar al
perro... Es necesario, por tanto, ayudarles a realizar algunos ejercicios
encaminados a favorecer la agilidad, la flexibilidad y el equilibrio. Podemos
proponer al niño juegos que impliquen cambios posturales pasando por la posición
de cuclillas.
Lanza la pelota
El juego de lanzar una pelota es otra de las actividades que
requieren coordinación visomotora y es poco habitual que los niños deficientes
visuales lo realicen espontáneamente. Sin embargo, es un juego divertido y un
excelente ejercicio de coordinación y ejercitación motriz. Al principio
jugaremos sentados, posición en la que el niño deficiente visual de esta edad
tiene mucha más estabilidad. Si hay dos adultos con el niño, éste se sentará
entre las piernas de uno de ellos con las suyas abiertas. Tomará la pelota entre
sus manos y el adulto que está detrás le ayudará a elevarla e impulsarla
enviándosela al otro. Cuando éste la haya recogido, le reforzará verbalmente,
felicitándole por el logro y se la devolverá procurando que caiga entre sus
piernas. Si sólo hay una persona con el niño pueden ambos colocarse frente a una
pared a una distancia no muy grande a fin de que la pelota rebote y pueda
recuperarla. Para este juego utilizaremos siempre pelotas de tamaño mediano,
sonoras y preferiblemente no muy rígidas.Una vez que aprenda a lanzar la pelota,
podrá hacerlo como él prefiera.
5.5.
Área de hábitos y autonomía
Se quita los calcetines y los zapatos como acción de desvestirse
En la línea de
favorecer la autonomía en la realización de las actividades de la vida diaria,
quitarse los calcetines y los zapatos es quizá una de las actividades más
sencillas y que antes consiguen aprender en relación con los hábitos del
vestido. Además andar descalzos resulta un placer y permite percibir sensaciones
que no se aprecian con los zapatos puestos. Todos los niños se alegran cuando
consiguen hacer cosas solos. Aprovechemos pues las ocasiones en las que quieran
y puedan descalzarse para permitirles que lo hagan de forma independiente.
Algunas veces las prisas hacen que no demos tiempo a los niños y nos adelantemos
haciendo nosotros tareas que podrían realizar ellos mismos. El tiempo que parece
que perdemos será sin duda el mejor rentabilizado.
Toma alimentos sólidos y variados
Antes de los dieciocho meses la mayoría de los
niños toman ya alimentos sólidos, aunque algunos padres pueden contribuir
involuntariamente a retrasar o hacer un problema del paso a la masticación. A
veces creemos que tomando purés están mejor nutridos y que “lo más importante es
que el niño coma”. Sin embargo, ya sabemos que nuestra labor es ayudarles en su
proceso de desarrollo general y apoyarles en los cambios que deben irse
efectuando durante su crecimiento. La masticación es una función imprescindible
para una correcta nutrición. Además, favorece una mejor articulación del
lenguaje. El paso a la alimentación sólida no debe ser en absoluto conflictiva
como consecuencia de la deficiencia visual, a no ser que vaya acompañada de
alguna alteración orgánica que lo justifique. Si les damos a probar de todo un
poco y no les forzamos cuando no tengan apetito, probablemente
se despertará en ellos el gusto por comer.
Les resulta también motivador dejar
que toquen y manipulen algunos trocitos de comida que pongamos en sus platos.
Seguro que no nos gusta que se manchen pero “son gajes del oficio”.
Abandona la
alimentación con biberón
Tanto el biberón como el chupete cumplen una función
necesaria durante los dos primeros años de vida. El biberón es una prolongación,
además de haber podido ser una sustitución, de la lactancia materna, que cumple
su cometido hasta que los niños están en condiciones de acceder a una
alimentación sólida y variada. Sin embargo, el biberón se presta a ser utilizado
por el niño de forma excesiva precisamente por haber proporcionado una forma de
alimentación placentera. Puede resultar tentador para algunos padres seguir
viendo en su hijo un bebé. Quizá porque desearían ahorrarle, quizá ahorrarse, el
esfuerzo que inevitablemente implica
acceder a nuevas etapas del desarrollo. Pero todos debemos ir renunciando a
gratificaciones infantiles y soportar ciertas frustraciones si queremos madurar
como personas y adaptarnos satisfactoriamente al mundo social. El precio que
pagamos por no hacerlo es demasiado alto: permanecer eternamente como niños
grandes. Por eso, aunque el empleo del biberón pueda resultar para los padres
muy cómodo y el niño se aferré a él, después de los dos años es necesario
ayudarle a despedirse de él de forma definitiva.
Permanece sin chupete durante el día
El chupete tiene para los niños una función
tranquilizadora y acompañante que les proporciona consuelo en los momentos de
angustia, tristeza o sueño. Sin embargo, poco a poco tendrán que ir aprendiendo
a calmarse solos y a prescindir de él. A veces, el chupete se convierte en
hábito y el niño lo usa para todo, incluso cuando se encuentra a gusto. Esto
puede interferir su proceso de crecimiento y además puede resultar perjudicial para la
boca.
Llegando a los dos años, aunque el niño siga pidiéndonos el chupete podrá
entender que le digamos que sólo es para dormir y tolerar la espera. Es
importante que le ayudemos a aplazar sus deseos. Ahora bien, si el niño se niega
rotundamente a renunciar al chupete, puede estar indicando una cierta dificultad
para mantenerse tranquilo y solo o para soportar los momentos de frustración. En
este caso, es aconsejable consultar a un profesional que pueda valorar la
situación.
Indica cuando tiene el pañal sucio
Antes de empezar a controlar esfínteres,
pasan unos meses, durante los cuales, los niños se dan cuenta de que están
sucios e indican ya a sus padres o educadores que tienen caca en el pañal. Este
gesto es el primer paso evolutivo que nos indica que el niño está tomando
conciencia de las sensaciones relacionadas con el control de los esfínteres.
Para enseñarle a indicarnos cuándo tiene el pañal sucio, sólo tenemos que
observar cuándo ha hecho caca, decírselo con naturalidad y tocarle o llevarle su
mano al pañal para que empiece a asociar la palabra caca a esta sensación.
A
partir de los 18 ó 20 meses, poco a poco, podremos ayudarle a entender algunas
cuestiones previas al control de esfínteres y que ayudarán a que éste se haga de
una forma más natural y rápida cuando llegue el momento: podemos decirle que los
mayores no llevamos pañal, que hacemos pis y caca en el váter; puede ayudarnos a
tirar el pañal a la basura cuando se lo quitamos... Es también importante no
decir caca a las “porquerías” que encontramos por el suelo y que el niño coge o
a aquellas cosas con las que el niño no debe jugar, con el fin de no confundirle.
6.
El niño de 24 a 30 meses:
descripción de los objetivos de este periodo para las
distintas áreas del desarrollo
6.1. Área de comunicación, lenguaje y socialización.
Besa y acerca la cara para que le besen
La proximidad física y el contacto
corporal son necesidades universales de todos los seres humanos. La conducta de
besar es la expresión de una actitud afectuosa que manifestamos con este gesto y
sólo puede imitarse en el contexto privilegiado de una relación afectiva. Besar
en nuestra; cultura es un signo de afecto y saludo. No es necesario un método
especial para que los niños sin visión aprendan a besar. Podemos colocar la mano
del niño en nuestra boca para que sienta el movimiento de nuestros labios, pero
espontáneamente él besará si nosotros tenemos costumbre de hacerlo y le pedimos
con nuestra mejilla en su boca que él también lo haga. Resulta imposible enseñar
al niño a besar como si se tratara de una adquisición motriz que deba ser
“aprendida”.
Habla por teléfono con familiares
Poco después de que los niños sean capaces de
expresarse con frases cortas, pueden ya hablar por teléfono con personas
familiares. Muchos niños ciegos bastante antes de los dos años se muestran muy
interesados por las conversaciones telefónicas que los mayores mantienen en su
presencia. Pero, como siempre, es necesario que les demos la oportunidad de
descubrir en qué consiste “ese aparato mágico” y experimentar directamente con
él. Así, cuando llame papá, la abuela o cualquier persona muy conocida del niño,
le ofreceremos el auricular para que los oiga e intercambie con ellos algunas
palabras. Al principio, no entenderá muy bien que alguien le pueda hablar sin
estar presente, pero pronto estará encantado de jugar con el teléfono y
“conversar” con las personas que él quiere.
Muestra conductas oposicionistas
Los dos años es la edad del egocentrismo. Los
niños están construyendo su identidad. Necesitan saber que son alguien,
distintos a su madre y a los otros. Por eso se muestran oposicionistas y muchas
veces testarudos. Una manera elemental de afirmarse frente a los demás es decir
“no” a cualquier propuesta o imposición. No debemos desesperarnos porque esta
etapa se pasará en unos meses. Hacia los tres años son mucho más razonables y se
puede negociar mejor con ellos. Es una conducta necesaria para crecer con
conciencia de ser una persona independiente. De hecho, debemos preocuparnos más
si el niño se muestra dócil y sumiso y acepta sin protestar las iniciativas de
los otros. Algunos niños ciegos manifiestan esta tendencia, sobre todo cuando les
facilitamos demasiado las cosas y no estimulamos sus iniciativas. Esta excesiva
protección acrecienta en ellos un sentimiento de inseguridad e incapacidad que
puede resultar muy perjudicial en su desarrollo futuro.
En general, no es concontradecirles veniente frontalmente. Cuando las
actividades no sean absolutamente obligatorias, puede resultar útil preguntar o
sugerir en vez de imponer. Por ejemplo, “podemos salir al parque” en vez de “hay
que salir al parque”. A veces podemos darles algunas alternativas como: “vamos a
la calle, ¿quieres llevarte el coche o la pelota?” No es aconsejable interrumpir
sus juegos o actividades placenteras de forma brusca. Es conveniente avisarles
con un poco de antelación de las actividades que se avecinan, sobre todo si son
innegociables. Por ejemplo, “cuando acabemos de jugar, tenemos que ir a cenar”.
Cuando sea necesario que el niño ceda y no haya otro remedio, le conduciremos
físicamente, sin violencia y sin enfadarnos. Por ejemplo, si es la hora del baño,
le llevaremos en brazos o de la mano, mientras le decimos: “hay que bañarse; si
quieres puedes meter tu pato y jugamos un rato; luego, durante la cena podemos
oír música o un cuento”. Por último, en cuestiones que no sean importantes
debemos ceder nosotros
y concederle su derecho a decidir.
Amplía su vocabulario y emplea frases más
complejas
Los niños ciegos, siempre que no haya alguna otra alteración asociada
que lo justifique, cuando se desenvuelven en un ambiente sano y favorecedor de su
desarrollo, adquirirán con bastante rapidez un lenguaje rico y comunicativo que
facilitará su relación con los demás y constituirá un recurso inestimable para
su propio desarrollo. La mayoría de ellos empieza en esta etapa a utilizar
frases relativamente complejas, todavía no muy largas, pero que les permiten ya
comunicarse con bastante acierto. Amplían día a día su vocabulario e incorporan
vertiginosamente palabras y expresiones de su entorno. No obstante, algunos
niños se muestran más reticentes y después de cumplir los dos años andan todavía
rezagados sin que debamos preocuparnos excesivamente. Ahora bien, sí debemos
prestar atención a algunos aspectos cualitativos que ya mencionamos al
referirnos al lenguaje en el periodo
evolutivo anterior. Nos referimos al riesgo de que se desarrolle un lenguaje
repetitivo o ecolálico, o un lenguaje muy verbalista.
Al principio las
repeticiones son formas evolutivas propias del comienzo del lenguaje. Por
ejemplo, cuando decimos a un niño: “¿ponemos música?”, probablemente nos
responda repitiendo la frase en vez de afirmar. En general, estas formas
ecolálicas del lenguaje infantil son normales cuando guardan relación con el
contexto y se emplean con un fin comunicativo. Por ejemplo, cuando un niño se
dice a sí mismo, repitiendo lo que sus padres le dicen a él: “despacio, despacio”.
Es también normal que algunos niños ciegos se pongan más repetitivos cuando
están nerviosos o se encuentran en una situación estresante para ellos. Por
ejemplo, en las reuniones donde hay mucho ruido o cuando van al médico. Las
ecolalias pueden indicar que el niño desea contacto con el adulto, que no
comprende lo que pasa, o simplemente que está ensayando alguna producción verbal nueva.
Cuando estas repeticiones son
descontextualizadas o demasiado frecuentes y llegan a interferir la comunicación,
por ejemplo cuando el niño repite insistentemente eslóganes publicitarios, o
habla con un lenguaje poco comprensible, son un indicador de alteración del
desarrollo y debemos acudir a un profesional con experiencia que valore la
problemática que pueda estar aconteciendo y dé las orientaciones oportunas.
Por otra parte, como hemos dicho, el niño ciego no encuentra problemas para imitar
el lenguaje de sus familiares y frecuentemente goza repitiendo palabras y frases
que escucha. Si la experiencia y las palabras que la categorizan son paralelas,
y no hay problemas asociados a la deficiencia visual, el niño desarrollará un
lenguaje rico y comunicativo. Si los adultos que convivimos con él no cuidamos
asegurarnos de que cada expresión verbal tenga un correlato experiencial, hay riesgo de que se desarrolle un lenguaje verbalista y
falto de significado. Por ejemplo: puede decirnos que su camiseta tiene
“margaritas” sin saber qué son las margaritas o refiriéndose exclusivamente a
unos bultitos que percibe en ella.
Le gusta que le cuenten cuentos
A todos los
niños les gusta que les cuenten cuentos, incluso antes de entender con precisión
sus argumentos.
A los niños deficientes visuales, que tienen un particular
interés por todo lo verbal, si cabe, les resulta aún más placentero. Más
adelante, los niños irán comprendiendo mejor el significado de las palabras y el
sentido de las narraciones y se interesarán por ellas. Por el momento, se
recrean más en la melodía de la voz de los padres que en el contenido de los
relatos. El tiempo dedicado a los cuentos es un tiempo muy agradable, de calma y
de contacto afectivo. Resulta especialmente adecuado contar o leer cuentos a los
niños a la hora de irse a la cama o cuando estén
inquietos o preocupados y queramos tranquilizarles. A esta edad es preferible
que los padres les cuenten personalmente los cuentos, aunque más adelante les
gustará también mucho escucharlos grabados.
Se enorgullece de sus éxitos
Antes
de los dos años los niños se ponen contentos cuando hacen algo bien porque saben
que van a ser aplaudidos o premiados por sus familiares o por sus educadores.
Cuando son más mayorcitos empiezan a tener un sentimiento de satisfacción
personal por el hecho en sí de haber realizado una tarea con éxito. Así se ponen
contentos cuando consiguen ellos solos llevarse la cuchara cargada de “petit
suisse” a la boca por el hecho mismo de haberlo conseguido (aunque no haya sido
del todo perfecto), además de por saber que a los papás les agradará. Este
sentimiento de alegría por haber conseguido realizar una tarea por sí mismos
está íntimamente relacionado con un proceso de crecimiento sano que les llevará
a desarrollar una personalidad más independiente.
A veces a los adultos y particularmente a algunos padres les cuesta mucho
trabajo soportar la dificultad del niño ciego al iniciar nuevas tareas y le
prestan más ayuda de la necesaria. Esta actitud puede llegar a obstaculizar
seriamente su autonomía y su proceso de crecimiento y además le priva de un
sentimiento de satisfacción que viene de “sentirse capaz”, lo que empobrecerá la
imagen de sí mismo.
Comprende los conceptos “lleno-vacío”
La adquisición de los
conceptos opuestos “llenovacío” tiene lugar en esta edad en todos los niños y no
entraña particular dificultad para los niños sin visión. Para que comprendan más
fácilmente estos conceptos, es necesario trabajar con los pares opuestos: lleno
de arena-vacío de arena... No resulta difícil proporcionarle al niño
experiencias con recipientes llenos y vacíos: agua, arroz, canicas... Podemos
dejarle que toque vasos llenos de líquido y otros vacíos, o bien ofrecerle
materiales
fácilmente manipulables como botones, judías, nueces... para que llene o vacíe
algún recipiente. Como siempre, aplicaremos estos conceptos a situaciones de la
vida cotidiana, como llenar o vaciar la bañera de agua, el plato de puré o la
boca de comida.
6.2.
Área de comprensión sensoria motora y cognitiva
Identifica objetos familiares por su uso
Ya hemos aludido en varias ocasiones al
hecho de que los niños videntes reciben mucha información sin que los padres o
los educadores se lo propongan intencionalmente. A esta edad, los niños ciegos
están familiarizados con los objetos que experimentan cotidianamente y suelen
saber para qué sirven. Por ejemplo, que el cásete es para escuchar música, el
pijama para acostarse y el abrigo para salir a la calle.
Sin embargo no es
infrecuente comprobar que un niño sin visión no sabe para qué sirve una jarra,
una cafetera, una panera, una cazuela, un tostador de pan, un cepillo de dientes,
una maquinilla de afeitar, una escoba, etc.
Por eso es muy importante procurar
que participe lo más activamente posible en los hábitos de la vida diaria y se
familiarice con los objetos y su uso. Así, por ejemplo, a la hora de poner la
mesa podemos invitarle a que nos ayude a extender el mantel, hacerle que toque
la jarra de agua antes de servir los vasos o darle el abrebotellas y los
palillos para que los lleve a la mesa. A veces nos cuesta tener presente que el
niño con ceguera accede únicamente a una realidad parcial y que nuestra misión
como padres y como educadores es, en buena medida, acercarle el mundo a sus
capacidades perceptivas.
Selecciona un objetó entre tres
A los dos años y medio, la mayoría de los niños
tienen ya un vocabulario relativamente amplio. Pero a veces los niños sin visión
aprenden y utilizan algunas palabras sin saber exactamente a qué cosa se refieren.
Es importante que nos aseguremos de que las palabras que el niño va incorporando
tengan un verdadero significado y un referente con el que haya tenido una
experiencia directa. Recordemos cuando decíamos que debemos hablar en los
contextos apropiados.
Para comprobar si el niño está adquiriendo un vocabulario
real, con sentido, podemos colocar dos o tres objetos conocidos y pedirle que
encuentre uno de ellos, por ejemplo colocarle sobre una mesa una galleta, una
nuez y un caramelo y pedirle que busque alguno de ellos. Lógicamente podemos ir
complicando la tarea progresivamente. Este juego puede resultar entretenido y
supone, además, la ejercitación de capacidades de orden diferente. El niño debe
prestar atención, organizar los objetos en un espacio y manejarlos
correctamente.
Generaliza acciones de juego a varios sujetos
Poco después de iniciar el juego
del “como si” los niños pueden representar en el juego una acción y aplicarla a
distintas personas: hacen como que comen y dan de comer a la mamá, al papá, al
hermano, etc. Al niño ciego le resulta más difícil hacer esta generalización y
somos los adultos los que debemos inducirle a ello. Tengamos en cuenta que en
esta actividad interviene en buena medida la imitación que está muy mediatizada
por la visión. Por eso a veces debemos tomar nosotros la mano del niño y
ayudarle a realizar los gestos y movimientos implicados en las distintas
acciones, a la vez que le decimos: “dale de comer al hermanito”, “un poquito
para mí”, “dale un poco a papá”... Los niños videntes incorporan muy pronto los
muñecos a los que peinan, lavan y dan de comer con facilidad.
Sin embargo, reconocer en esos muñecos la representación de “bebés de verdad” no
es tan inmediato para un niño sin visión. Posiblemente, y durante un tiempo, los
ignore y no comprenda el significado del juego. Es importante que realicemos un
trabajo previo de identificación del muñeco y de sus elementos significativos a la
vez que el niño los reconoce en su propio cuerpo, “¿dónde está el pelo del
muñeco?, ¿y el tuyo?; ¿qué tiene el muñeco en los pies?, ¿zapatos como los tuyos?”
Acunar y cantar al muñeco, y enseñarle al niño a que lo haga, favorece la
vivencia y la comprensión de que ese muñeco representa a un bebé.
6.3.
Área de manipulación
Parte plastilina
La plastilina es un material muy adecuado para ser manejado por
los niños y favorece las destrezas manipulativas. A veces a los niños ciegos les
cuesta trabajo entrar en contacto con materiales nuevos, por su textura, por su
densidad o por la humedad o temperatura de los mismos. Debemos ser pacientes y
darles tiempo para que se vayan familiarizando con los mismos.
Cuando trabajemos
con el niño, procuraremos darle trozos de plastilina no muy grandes y que no
esté muy dura. Si la plastilina está fría suele endurecerse, por lo que podemos
previamente amasarla con nuestras manos para que quede más moldeable. Para
enseñarle a partirla, le ofreceremos una barra larga y estrecha que deberá
sostener en una mano, ayudándole a doblarla y tirar simultáneamente con su mano
libre. Una actividad encaminada a favorecer la prensión en pinza es pellizcar
pedacitos de plastilina que el niño irá cogiendo utilizando las yemas de sus
dedos corazón, pulgar e índice.
Inicia tareas de apilar
En la realización de torres con cubos, la coordinación
visomotora juega un papel relevante. Por eso se retrasa unos meses en los niños
sin visión que deben hacerla por coordinación bimanual. Desde los dos años,
incluso antes, los niños sin visión pueden jugar a apilar una torre de vasos
colocados boca abajo.
Sin embargo, la maduración de la coordinación bimanual
todavía no les permite hacerlo solos. Antes de intentar que el niño aprenda a
construir torres, le permitiremos que toque torres construidas por nosotros.
Luego le daremos dos o tres cubos ya apilados, y sobre ellos iremos colocando
con el niño los siguientes. A los 2 años y medio ya tienen noción de la
verticalidad y colocan los cubos correctamente, pero aún suelen necesitar ayuda
para sostener las piezas inferiores que han sido apiladas previamente. Así, si
nosotros colocamos dos o tres cubos y los sujetamos, él colocará el cuarto sin
problemas, pero cuando lo intenta hacer sin ninguna ayuda, puede tirar los
anteriores al intentar colocar el elemento superior de la torre. Los elementos
más fáciles de apilar son los cubiletes redondos de plástico duro del mismo
tamaño porque se encajan sin mucha dificultad y no se caen.
Existen en el mercado
cubos apilables de tamaño creciente que podemos también utilizar si ayudamos al
niño a seleccionar el que corresponda en la serie. Algunos de ellos tienen un
reborde que facilita su encaje y proporciona a la construcción algo más de
estabilidad, aunque construir estas torres requiere bastante control y precisión
de movimientos. Más adelante podremos trabajar con construcciones de formas y
tamaños variados. Es importante que el niño adquiera la noción de verticalidad y
el mecanismo de apilar, aunque se retrase algo su ejecución independiente.
Mete objetos pequeños en frascos de boca estrecha
Esta tarea implica y a la vez
favorece dos destrezas manipulativas fundamentales en el desarrollo de los niños
sin visión: la coordinación bimanual y la ejecución de la pinza. Para que el
niño ciego emplee sus manos de forma hábil y eficaz debe coordinarlas de manera
que pueda dirigir una de ellas al sitio preciso donde le indica la otra.
Recordemos que en cualquier tarea manipulativa tiene que utilizar su mano no
dominante como una guía. Ésta le orientará, sustituyendo la percepción visual de
los niños videntes. Mientras, la mano dominante se encargará de la ejecución de
las tareas.
Por otra parte, también es necesario adquirir destreza, movilidad e
independencia suficiente en los dedos para asir y manejar objetos con las yemas
de los mismos sin que sea necesario emplear la palma de la mano. Muchas
actividades de las que hemos ido recogiendo requieren y favorecen estas
destrezas: sacar, meter, destapar, tapar, extraer un vástago o una anilla, etc.
En esta etapa los niños ya pueden introducir objetos pequeños, canicas, botones,
en botes de boca estrecha, de dos o tres centímetros, lo que implica bastante
control de ambas habilidades motoras.
Podemos ofrecer al niño una bandeja o caja con objetos pequeños y variados como
canicas, cascabeles, botones, caramelos, dados, etc. y un frasco del tamaño
apropiado a su
mano con una boca estrecha. El niño deberá abrazar la boca con su mano no
dominante, colocando los dedos índice y pulgar en sus bordes. Mientras, y sin
perder esta posición, le iremos ofreciendo o irá tomando él mismo las pequeñas
piezas para introducirlas en el frasco, cuidando en lo posible que las tome
entre sus dedos. Por supuesto, podrá jugar con todo el material y no le
obligaremos a realizar la tarea de forma sistemática. Todavía es normal que cambie de
mano al ejecutar la tarea, hasta que la lateralidad esté definida, pero debemos
procurar que no cambie continuamente. Le dejaremos que sea él mismo el que elija
una mano y trataremos, en la medida de lo posible, de que finalice el ejercicio
con la mano elegida.
Coloca chinchetas en un clavijero con pinza de tres dedos
Una importante adaptación que los niños ciegos deben realizar es la forma como deben colocar
sus dedos para sujetar los objetos en pinza. Los niños videntes sostienen un
vástago “en pinza”, colocándolo entre los dedos pulgar e índice y, en esta
posición, son capaces de insertarlo en un orificio. Sin embargo, los niños sin
visión precisan ayudarse con el dedo corazón al objeto de recoger información
sobre la posición que ocupa dicho objeto. Así para colocar una chincheta o
vástago en posición vertical y que se introduzca correctamente en el tablero, el
niño ciego tendrá que emplear los tres dedos para poder percibir la orientación
del vástago y presionar con el índice para introducirlo.
Explora un relieve en una superficie bidimensional
Los niños ciegos obtienen a
través de sus manos mucha información. Además de reconocer objetos
tridimensionales y poder conocer el mundo que les circunda, sus manos les
servirán para la lecto-escritura en relieve y la percepción de representaciones
gráficas. La percepción de formas y texturas variadas y agradables invita a la
exploración táctil. Se pueden elaborar fichas sencillas, utilizando papel grueso
tipo caña o cartulina satinada, de tamaño aproximado Din A 4. El material
empleado para las figuras debe ser suave y permitir que los dedos se deslicen
sobre él sin ofrecer demasiada resistencia. Los materiales más aconsejables para
los comienzos de estas actividades son los fieltros, terciopelos, cauchos blandos
y corchos, cuidando que los bordes no se levanten y no raspen; existen planchas
de material adhesivo que son muy cómodas para cortar y pegar y producen un
efecto táctil muy agradable. Podemos utilizar también algunos cuentos o
cuadernillos con texturas disponibles en algunos centros especializados en
educación de niños con deficiencia visual.
6.4.
Área de motricidad gruesa, esquema corporal y organización espacial
Se desliza por un tobogán
La privación visual supone dificultades importantes
para las actividades visomotoras que requieren control remoto del espacio. Sin
embargo, cuando el niño dispone de un elemento de psicomotricidad con el que
puede estar en contacto directo, obtiene puntos de apoyo y referencias claras
que le permiten moverse con mayor seguridad y agilidad. Dominar un tobogán es un
objetivo relativamente sencillo para el niño ciego. Aunque a los padres pueda
asustarles al principio, tiene una estructura fija fácil de reconocer y, con las
precauciones lógicas para evitar accidentes, podrá disfrutar subiendo y bajando
por el mismo.
Los primeros toboganes deberán ser pequeños para que sean
abarcables por las manos del niño y nos permita ayudarle. Antes de subir le
enseñaremos la estructura del tobogán, colocándole a un lado del mismo y recorriendo las barandillas de subida y de bajada con sus manos. A
continuación podemos jugar a lanzar una pelota o un coche por la rampa. Para
aprender a utilizar el tobogán, el niño se situará frente a la escalera
sujetándose a ambos lados de la barandilla y, colocándonos nosotros detrás de él,
irá subiendo. Una vez arriba le ayudaremos a sentarse y le sujetaremos mientras
baja para que se sienta seguro y frenemos así el descenso. Una vez que
interiorice los movimientos y coja seguridad, podrá hacerlo solo.
Se desplaza solo por la casa
Después de los dos años los niños ciegos tienen ya
capacidad para controlar sus movimientos y desplazarse con tranquilidad por
espacios interiores, aunque necesiten orientarse siguiendo superficies de muebles
o paredes.
A esta edad no pueden todavía tener interiorizadas estructuras
espaciales, pero se orientan con bastante eficacia en trayectos cortos, siguiendo
elementos conocidos que les sirven de referencia. Por ejemplo, saben que si
continúan la línea del sofá encontrarán la mesa donde está el radiocasete. Hacia
los dos años y medio, muchos niños ciegos pueden dirigirse también a una
habitación utilizando pistas sonoras u olfativas que les ayudan a localizar el
punto de destino. Por ejemplo, se dirigen al baño cuando la bañera se está
llenando, o a la cocina cuando se está guisando. No obstante, el hecho de que un
niño de esta edad se desoriente dentro de la casa o no localice
la meta que pretende no puede ser interpretado todavía como un indicador de
retraso evolutivo.
Es conveniente que les dejemos desplazarse por la casa con
libertad, aunque al principio lo hagan con cierta vigilancia. Procuraremos
mantener estable la distribución de los muebles y de aquellos elementos que
puedan ser una referencia para ellos, una papelera, un revistero o un banco, y
retirar en estos meses aquellos objetos que puedan resultar peligrosos: estufas
encendidas o adornos de cristal o cerámica. Aunque no es necesario realizar
grandes cambios. Sí tenemos que tener la precaución de mantener las puertas de
la casa abiertas de par en par, colocando la hoja sobre la pared, o cerradas.
Las puertas a medio abrir son obstáculos especialmente peligrosos para las
personas con deficiencia visual.
Puede guiarse una pared
siguiendo
Antes de empezar a caminar muchos niños sin visión emplean la pared como un
elemento de apoyo para dar sus primeros pasos cuando todavía avanzan con marcha
lateral. Poco después de comenzar a caminar ya sin apoyo la utilizarán como un
elemento “guía”, esto es, ya no como un apoyo motriz para no desestabilizarse,
sino como una referencia espacial. No debemos interpretar que el utilizar una
pared, una barandilla o algún mueble como referencia es señal de miedo,
desorientación espacial o retraso motor. Por el contrario, saber buscar y
utilizar referencias es un indicador de una buena estructuración espacial y
augura una movilidad intencional y eficaz.
El niño caminará con marcha frontal,
deslizando suavemente su mano por la pared, de forma continua o intermitente,
sin apoyarse en ella, pero sin perder su función de guía. Aunque al principio es
difícil que lo hagan, procuraremos que la mano no se deslice por la pared
completamente abierta, sino semicerrada, de forma que sean los nudillos y no
directamente las yemas de los dedos los que tropiecen con los obstáculos de la
misma.
Se baja del correpasillos apoyado en un mueble
Una vez que los niños manejan el
correpasillos con habilidad, suele gustarles jugar con él como si fuera un
coche, ir y venir por espacios conocidos, y aparcarlo cuando se cansan de ir
motorizados.
Sin embargo, a veces necesitan un poco de ayuda para descender porque pueden
tener miedo de perder el equilibrio. Por eso podemos explicarles que si se
acercan a un mueble sólido y se apoyan en él, pueden tranquilamente pasar una de
sus piernas por encima del asiento del correpasillos y salir sin temor. Cuando
tengan más estabilidad, podrán bajar apoyándose sólo en el volante y pasando la
pierna por encima del asiento.
Baja escaleras con apoyo
Bajar escaleras, aun no siendo un ejercicio motriz
especialmente complicado, entraña riesgos para todos los niños, por lo que hay
que tomar algunas precauciones por si tropezaran en algún escalón y pudieran
resbalar. Lógicamente, antes de enseñar al niño con deficiencia visual a bajar
escaleras sujeto sólo de la barandilla, habremos bajado muchas veces con él de
la mano. Mientras que esté aprendiendo, debemos colocarnos un par de escalones
por debajo y descender con él hasta que adquiera destreza suficiente. Es
importante explicarle que debe hacerlo despacio y sujeto siempre a la barandilla.
Algunas actividades motrices, como bajar escaleras, no suponen gran riesgo para
niños tranquilos, pero pueden serlo para niños hiperactivos y/o con poca
conciencia de peligro. En estos casos es importante proporcionar al niño un
ambiente tranquilo, reducir el nivel de estímulos y mantener nosotros mismos la
calma. En todo caso, si su inquietud no es transitoria y en general muestra
rasgos de ansiedad o nerviosismo, sería conveniente consultar con un
especialista.
Chuta apoyándose
Chutar o lanzar la
pelota son actividades que pueden resultar divertidas, pero complicadas para los
niños sin visión. Son ejercicios motores que favorecen el equilibrio y la
coordinación de los movimientos, pero se basan en buena medida en la
coordinación visomotriz. Sin embargo, algunos niños se manejan muy bien y
disfrutan mucho chutando la pelota, aunque haya que hacer para ello algunas
adaptaciones. Para aprender a chutar es conveniente situarnos en un pasillo o
corredor estrecho, que podemos improvisar con dos vallas paralelas, lo que permite, por una parte, que el niño
pueda apoyarse y orientarse y, por otra, acotar el itinerario para no perder la
pelota. Al principio guiaremos el pie del niño para realizar el movimiento de
chutar. Una vez que controle este movimiento y que haya comprendido el efecto de
la patada, nos colocaremos frente a él, al otro extremo del pasillo y jugaremos
intercambiándonos la pelota. Para este juego es adecuado utilizar pelotas
sonoras, grandes y rígidas o semirrígidas.
6.5.
Área de hábitos y autonomía
Intenta utilizar la cuchara
El que el niño empiece a comer solo es una escena
temida por muchos padres (“se manchará”, “tirará todo el puré al suelo”...) Es
cierto que los niños sin visión tienen más dificultades y tardan algo más en
conseguir esta conducta, pero hacia los 30 meses, si los padres tienen un poco
de paciencia, pueden aprender a realizarla. Es conveniente empezar con alimentos
algo espesos y preferentemente untosos para que no se caigan. Esto hará que la
cuchara se mantenga cargada aunque se incline un poco. Por ejemplo, son
adecuados los “petit suisse” u otros alimentos de densidad similar y purés o
legumbres con poco caldo.
Es inevitable que al principio tiren algo de alimento
y se manchen. Tampoco es tan grave. Podemos proteger al niño con un babero
grande, no darle la cuchara cuando esté vestido con ropa de calle, colocarnos en
la cocina en una superficie o sobre un suelo fácil de limpiar y hacerlo en un
momento en el que no haya muchas prisas.
Aunque al principio resulte un poco complicado, es muy importante para el niño
adquirir estas habilidades. Se sentirá orgulloso y capaz de hacer cosas por sí
mismo. La mayoría de los niños ciegos a los tres años pueden ya manejar la
cuchara correctamente para comer, si los padres son pacientes y perseveran en
este intento.
Bebe sosteniendo el vaso
Esta tarea no es fundamentalmente una tarea de
coordinación visomotora, sino que depende del control que el niño haya logrado
de sus movimientos y en particular de sus miembros superiores. Antes de intentar
esta habilidad habremos estado un tiempo durante el cual el niño sostenía el
vaso con sus dos manos mientras que nosotros lo sujetábamos ayudándole a regular
los movimientos. Una vez que haya conseguido él control suficiente para inclinar
el vaso suavemente hasta que el agua llegue a sus labios, le dejaremos que lo
haga solo. Él podrá coger el vaso con ambas manos y beber, aunque todavía puede
derramar
algo de agua, pero progresivamente controlará el recipiente y beberá solo con
mayor destreza.
Es aconsejable emplear vasos no muy grandes, sin asas y de
plástico duro. Al principio le daremos vasos con poco líquido por si se vierte,
aunque no debemos ponernos nerviosos si el niño se moja. El agua no mancha y es
también una experiencia necesaria.
Controla esfínteres
El control de esfínteres
tiene una importante significación emocional tanto para los niños como para los
padres, y particularmente para las madres. Para la mayoría de los niños es un
motivo de satisfacción, tanto el agradar a los padres como el sentirse
ellos mismos limpios y secos. Pero el significado de los excrementos y del
control de los esfínteres varía para cada niño en función de sus sentimientos y
relaciones. Los productos de su cuerpo despiertan en ellos un profundo interés y
muchos desean tocarlos, olerlos, etc. Reaccionan también de manera muy diferente
ante el orinal o el inodoro. Algunos se asustan ante el ruido del agua de la
cisterna y temen ser tragados por ella; otros se sientan alegremente en el
orinal aunque no comprendan bien lo que se espera de ellos.
En general debemos
ser respetuosos con estos miedos y con los ritmos que cada niño tenga y, sobre
todo, no debemos reñir ni castigar cuando el niño esté en este proceso. Muchos
padres se sienten deseosos de quitar al niño los pañales, pero no es aconsejable
apresurarse. Una actitud ansiosa de los padres puede despertar una respuesta
ansiosa en el niño. Las prisas son inútiles, además de contraproducentes, ya que
el control de esfínteres no está ligado tanto al aprendizaje como a la propia
maduración orgánica. En general no es aconsejable iniciar el control antes de
los dos años.
El niño deficiente visual no halla dificultades especiales en el proceso del
control de esfínteres y puede conseguirlo a la misma edad que sus compañeros
videntes.
El primer paso es que el niño nombre y reconozca que lo que tiene en
el pañal es pis o caca. Poco tiempo después observaremos que permanece seco
durante períodos algo más largos. Así hacia los dos años aproximadamente podemos
invitarle a sentarse en el orinal asegurándonos de que se encuentre cómodo y en
una postura estable, y que los tiempos sean cortos (unos 3 ó 4 minutos), aunque
no consiga hacer pis. Es importante que el niño esté tranquilo. Podemos hablarle
y mostrarnos contentos con sus éxitos. Pasarán algunas semanas desde que
comencemos a sentar al niño en el orinal hasta que pueda prescindir de los
pañales, y aún así, una vez que lo haya conseguido, pueden producirse
“incidentes” esporádicos, o algunos periodos en los que el niño puede volver a
no retener, normalmente como consecuencia de algún episodio como el nacimiento
de un hermano, un viaje de los padres, el inicio de la escuela infantil... La
paciencia es nuestro mejor aliado en estos casos. El control nocturno, se consigue
más tardíamente y está en estrecha relación con la maduración biológica.
Identifica
su ropa más común
Hacia los dos años y medio los niños pueden ya conocer muchas
prendas de su ropa y nombrar algunas de ellas. Estas no son difíciles de
reconocer para los niños sin visión ya que son fácilmente perceptibles ¡al
tacto. Al principio suelen identificarlas por las texturas que resultan típicas
de cada prenda: el jersey de lana, los pantalones de pana, la camiseta de
algodón, los tirantes elásticos...
Procuraremos que el niño toque estas prendas
antes de ponérselas, y las iremos nombrando mientras le vestimos. Es importante
que el niño participe activamente en esta actividad: puede traer la chaqueta que
está en su percha, sacar los calcetines del cajón, terminar de colocarse las
mangas de la camiseta, ponerse los zapatillas...
Cuando está vestido podemos
alabar lo bonito que
es su jersey o lo guapo que está con esos pantalones, o pedirle que nos señale
alguna de las prendas que tiene puestas o que se las enseñe a algún familiar que
venga a verle.
Pasa la noche en su habitación
Muchos niños que dormían ya en su
dormitorio desde los seis meses y lo hacían tranquilamente, durante el tercer
año de vida pasan malas noches, se despiertan sobresaltados y reclaman ir a la
habitación de los padres. Y en esto, los niños deficientes visuales no son una
excepción. Es normal que los padres se preocupen porque el niño llore o grite
con angustia, sin poder despertarse, lo que puede hacerles pensar que quizá le
esté pasando algo. Sin embargo, si no se trata de alguna enfermedad, en esta
edad las pesadillas son habituales y no indican necesariamente que haya
problemas especiales.
Por razones muy diversas, no es raro que los padres cedan
fácilmente a la petición del niño y caigan en la tentación de llevarle a su cama
o acostarse con él. A veces porque al día siguiente hay que madrugar y lo más
importante
es que se calle, duerma y deje dormir, sea como sea. Otras veces porque les da
pena y creen que le están ayudando. En ocasiones son los propios padres los que
desean dormir con el niño; esto es más frecuente en familias monoparentales o
cuando uno de los miembros de la pareja debe ausentarse periódicamente del hogar.
Esta respuesta desencadena una situación, que resulta después difícil de
superar. Conseguiremos quizá ahorrarnos una mala noche, pero estaremos
garantizándonos un problema eterno, ya que el niño aprenderá que si él llora,
sus padres acaban cediendo. Por otra parte, y esto es lo más importante para el
niño, asociará el estar solo en su habitación a las sensaciones de inquietud o
miedo, lo que perjudicará seriamente su proceso de crecimiento y su propio
bienestar.
Algunas estrategias ayudan al niño a poder estar solo y tranquilo: •
Podemos acudir a su lado un rato hasta que se calme, tomarle en brazos, hablarle
bajito, darle un poco de agua y quedarnos con él hasta que vuelva a conciliar el
sueño.
• Es conveniente tener horarios regulares y establecer rutinas, lo que ayuda
mucho a los niños física y psicológicamente.
• El dormitorio debe ser un lugar
agradable para el niño, de forma que le apetezca permanecer en él durante el día,
lo que le ayudará a sentirse cómodo y seguro en ese espacio durante la noche.
• También es importante no estimularle antes de acostarse para que no esté
excitado, lo que dificulta mucho poder conciliar el sueño. En general, si los
padres son tranquilos y se muestran firmes pero pacientes, el niño se
acostumbrará a dormir en su habitación toda la noche.
7.
El niño de 30 meses a 3
años:
descripción de los objetivos de este periodo para las
distintas áreas del desarrollo
7.1.
Área de comunicación, lenguaje y socialización
Es capaz de hacer compatible aspectos positivos
y negativos de sus figuras significativas
A partir de los dos años y medio aproximadamente, los niños pueden tener una
imagen de su madre relativamente estable. Los más pequeños no pueden entender
que la mamá que se enfada y la mamá que les mima y les cuida es la misma mamá. A
partir de esta edad empiezan a comprender que mamá es una única persona que a
veces está enfadada pero les sigue queriendo. Si en general, la relación entre
la madre y su hijo es básicamente buena, el niño podrá soportar algunas
regañinas y prohibiciones sin pensar que mamá es una “bruja malvada”. Quizá se
enfade y crea que mamá no tiene razón o que está de mal humor, pero confiará en
que dentro de un rato, pasará la tempestad y mamá volverá a estar contenta. Esta
confianza básica en su madre se va extendiendo a otros adultos, y le permitirá
enfrentarse al mundo con una actitud más segura y esperanzada. Esto le hará
soportar mejor las situaciones adversas o los momentos de frustración.
Para que este proceso tenga lugar es importante que los padres se muestren en
general cariñosos, tengan en cuenta y respeten los sentimientos y los deseos del
niño aunque a veces haya que contradecirle, y que cuando establezcan normas y
límites a su comportamiento, lo hagan sin cuestionar su afecto por su hijo ni su
valía como persona.
Puede soportar la ausencia temporal de los padres
Para que los niños puedan tolerar la ausencia temporal de sus padres sin demasiada
angustia, deben haber adquirido algunas capacidades previas. Entre otras, la
internalización de la figura de la madre como alguien bueno y confiable y una
cierta noción del tiempo. La representación interna de las figuras significativas
del niño como personas emocionalmente estables tiene lugar en el curso del
tercer año, lo que va a proporcionarle consuelo aún en su ausencia física. El
que esto llegue o no a suceder depende de cómo se han ido produciendo las etapas
anteriores. Si ha habido una predominancia de experiencias positivas,
la imagen global resultará protectora permitiendo la separación y favoreciendo
un crecimiento sano.
Por otra parte, en esta edad comienza a desarrollarse un
sentimiento del tiempo y de las relaciones espaciales y con ello una mayor
capacidad para tolerar la demora de las gratificaciones y para soportar la
separación. Conceptos como “más tarde” o “mañana” se han vivenciado en relación
a las “idas y venidas” de la madre, pero ahora empezarán a usarse como
organizadores de la experiencia. Para que en esta etapa pueda tener lugar una
separación sana y no traumática es necesario que anteriormente se haya
establecido con el niño una relación positiva que le permita, paulatinamente,
soportar periodos de separación en la confianza de que sus padres van a regresar
sin ninguna duda.
En esta etapa también es común plantearse la incorporación del
niño a la escuela. Es el momento adecuado, pero resulta necesario hacerlo sin
prisa. Es conveniente que el niño tenga relación con personas distintas a las
que integran el núcleo
familiar. Es también aconsejable que el niño pueda estar una noche en casa de
los abuelos o que salga a dar un paseo con familiares o amigos que mantengan con
él relaciones frecuentes. Por último la incorporación a la escuela debe ser un
proceso lento, ya que en ella suele haber un cúmulo de estímulos que no son
fácilmente controlables para un niño sin visión. En resumen, el proceso de
separación es imprescindible para que el niño se haga persona, pero el ritmo
debe ser respetuoso con su proceso de maduración.
Establece con el padre una relación específica y significativa
El papel del padre,
en esta edad, es decisivo para que la relación tan fuerte que había entre el
hijo y su madre vaya abriéndose y permita la incorporación del niño al mundo
social.
A partir de los dos años y medio o tres años, el niño se da cuenta de
que papá y mamá tienen entre sí una relación muy especial de la que él está
excluido. Esto no le gusta nada y pretenderá colocarse en medio, con el fin de
retener para sí a uno de los dos miembros de la pareja y que el otro “moleste lo
menos posible”. Esto resultaría muy cómodo, pero condenaría al niño al
infantilismo eterno. Renunciar a estos amores infantiles y a esta situación
privilegiada en la que papá o mamá colman todos los deseos es ineludible para
adaptarse a las exigencias del mundo exterior, poder tener amigos y emprender la
vida propia.
El padre desempeña un papel clave en este proceso porque él, que
también quiere mucho a su hijo, le puede ayudar a desprenderse paulatinamente de
la madre y a renunciar a
algunos deseos para conseguir determinados logros. A él le corresponde la tarea
de hacer ver al niño que, aunque exija algunos esfuerzos, el mundo exterior
también es atractivo, y que hacerse mayor tiene algunas ventajas. A veces,
cuando el niño tiene alguna discapacidad, los padres tienden a retraerse y a no
exigirle la aceptación de las normas que sí le exigirían si no tuviera
discapacidad. Piensan quizá que “estos niños tienen muchos problemas”; que “ya
tendrán tiempo de sufrir”; y que “de momento están mejor con la madre”.
Estas actitudes suelen acarrear importantes problemas de adaptación para los niños.
Acaban siendo caprichosos y poco respetuosos con las necesidades y los
sentimientos de los demás y, a la larga, suelen ser rechazados, lo que les
reporta a ellos mismos un sentimiento de insatisfacción y soledad. Por otra
parte, padres y madres son modelos de identificación. O sea, el niño irá tomando
de cada uno aspectos de su conducta o rasgos de su personalidad, que incorporará
a su propia identidad como
chico o chica que pertenece a una cultura determinada. En este sentido, los
varones se identificarán más con los padres y las mujeres con las madres. En la
práctica esto implica que los padres (varones) deben jugar con sus hijos, bajar
con ellos a la calle para realizar algún cometido, escucharles, contarles
cuentos, etc. En definitiva, deben establecer con ellos una relación propia
particular y diferente de la que tienen con las madres.
Comprende y acepta algunas normas
A los tres años los niños son capaces de
entender que en muchas ocasiones deben aceptar y atenerse a algunas normas para
conseguir un objetivo o una gratificación. Al principio obedecen para conservar
el afecto y la aprobación de los adultos. A los tres años comprenden ya que para
alcanzar una meta es necesario realizar determinadas acciones.
Hay dos tipos de
reglas que a esta edad ya se pueden interiorizar: las que hacen referencia a los
hábitos de vida diaria y que tienen gran trascendencia en la socialización, por
ejemplo, que para salir a la calle hay que ponerse los zapatos, que después de
bañarse hay que ponerse el pijama... Y las que se refieren a las tareas
manipulativas, cognitivas o motoras encaminadas prioritariamente al aprendizaje,
como por ejemplo: mantener atención y orden suficiente para ejecutar una torre,
organizar un material para clasificarlo...
No obstante, es natural que no siempre
estén dispuestos a tolerar estas reglas y que a veces intenten saltárselas y
“salirse con la suya”. Es importante que las normas sean firmes, pero que no
resulten arbitrarias. Las reglas están para favorecer la adaptación a la
realidad y la eficacia en las tareas y no deben variar en función del ánimo de
los adultos que las impongan. Así, si unos días los padres prohíben que el niño
duerma en la habitación con ellos y otros días se lo permiten porque están más
cansados, o si unos días se le permite jugar con el mando de la televisión y
otros días se le prohíbe, el niño pensará seguramente que no existe ninguna
razón para respetar las normas y que es simplemente el capricho del adulto el que impone su
criterio. Por otra parte, tampoco se pueden poner excesivas normas que
restrinjan demasiado las posibilidades de acción del niño. Hay que ser estrictos
en las cuestiones más importantes y permisivos en aquéllas otras que tengan una
importancia secundaria.
A veces, la deficiencia visual, o cualquier otra
discapacidad, hace que los padres no pongan límites suficientes a sus hijos. Sin
embargo en este aspecto, no tendría que haber diferencias con respecto a otros
niños sin déficit, ya que unos y otros han de adaptarse necesariamente a la
realidad. No obstante, si a pesar de mantener en casa unas normas coherentes, el
niño después de los tres años o tres años y medio se opone sistemáticamente a la
aceptación de las mismas, es conveniente consultar con un profesional con
experiencia en este campo.
Empieza a interesarse por otros niños
Durante los primeros dos años de vida los
niños suelen tener un mundo de relaciones restringido a su familia, amigos de
ésta y algunos otros adultos de su entorno. Hasta esta edad sus juegos han sido
individuales o con adultos y su interés por los iguales ha sido escaso. Este
mundo suele están algo más reducido en el caso de niños con discapacidad. A
partir de los dos años o dos años y medio el niño empieza a observar con cierto
interés las actividades que realizan otros de su misma edad.
Empieza a percibir
que a esas “personitas” de su mismo tamaño no sólo le une la estatura, sino
muchas cosas más: les interesa “su juguete”, le hablan con su misma “lengua de
trapo”, lloran como él y reclaman también a sus mamas... así que “algo de
interesante tendrán”. Sin embargo, en esta edad, están todavía lejos de una
verdadera
interacción. No son capaces de mantener juegos cooperativos y no están
dispuestos a compartir sus juguetes. Su actividad sigue siendo individual,
aunque la realizan en paralelo con otros niños de forma que unos imitan los
juegos de los otros. Habitualmente, el niño ciego ha permanecido más apegado a
sus padres, y a otros adultos allegados a la familia.
En general la relación con
otros niños ha estado más limitada, aunque cuando hay hermanos, primos, vecinos...
la interacción con los iguales se facilita mucho. La falta de visión dificulta
cualitativamente la comunicación gestual, la observación y la imitación, que
tanto peso tienen, en esta edad, en la relación con los iguales. Estas dificultades
se hacen especialmente patentes en esta etapa, en que el lenguaje es todavía
incipiente y la movilidad grande.
El niño ciego tiene más dificultades para
identificar a los otros y reconocer a cada uno por su voz; saber dónde están;
elegir con quiénes quiere jugar y dirigirse hacia ellos; saber a qué están
jugando y cómo se juega... Pero lógicamente, él también necesita relacionarse
con sus
iguales. Por ello, hemos de estar más pendientes en este período en el que se le
presentan experiencias interesantes, pero que entrañan a la vez dificultades.
Es
normal que los adultos, y particularmente los padres, vivan estos momentos con
desazón al percibir la diferencia del niño con respecto a los demás, y las dificultades
que van a suponer para él estos primeros pasos hacia la vida en sociedad. Este
temor es normal, pero podemos en alguna medida allanar al niño este camino.
Durante un tiempo, los adultos más próximos, debemos estar disponibles para
hacer de mediadores entre él y sus compañeros. Sin duda, la escuela favorece
también este proceso. podemos Inicialmente, facilitar situaciones de juego con
un solo niño. Por ejemplo, jugar a rodar un balón de chapas entre ellos, cantar
juntos una canción o contarles un cuento... Más adelante, puede ir ampliándose
el número de niños, facilitando así su incorporación al grupo. Puesto que en
muchas situaciones sociales el niño ciego estará en una situación de cierta
desventaja, es conveniente buscar
juegos en los que pueda sentirse cómodo. Así, podemos organizar corros sencillos,
juegos de piscina con otros niños, turnos para deslizarse por un tobogán,
parejas para subirse a columpios o balancines...
Más adelante también tendrá que
asumir que hay algunas cosas que no va a poder hacer por su deficiencia visual,
aunque ello no le impedirá encontrar otras con las que disfrutar, desarrollarse
y tener amigos con los que compartir intereses.
El lenguaje oral predomina sobre
cualquier otra forma de comunicación gestual
Hacia los tres años el lenguaje de
los niños ciegos es bastante similar al de sus compañeros videntes. Mantienen
conversaciones relativamente largas y utilizan frases complejas. No obstante,
los niños sin visión suelen emplear más descripciones verbales sobre lo que
están haciendo o lo que van a hacer, reclaman y preguntan más a los adultos y,
en general, disfrutan mucho con la comunicación verbal. Es habitual que muchas
de las preguntas que hacen no esperen respuesta.
No es extraño que un niño ciego pregunte para reclamar nuestra atención. Por
ejemplo, si no sabe qué hacer o dónde estamos. En estos casos es mejor
tranquilizarle, y descubrir para qué nos necesita, que dar sucesivas respuestas
a una retahíla de preguntas que en realidad no puede asimilar. Otras veces lo
que necesita es calmarse. Por ejemplo, porque le ha asustado un ruido o porque
no sabe bien qué va a pasar cuando llegue al cumpleaños de un compañero al que
ha sido invitado. Por último, a veces, pretende realmente obtener información.
Los niños sin visión necesitan frecuentemente preguntar muchas cosas que los
niños videntes comprueban por sí mismos.
En este caso es adecuado responder a
sus preguntas, teniendo siempre en cuenta que debemos dar una información
asequible para su edad y cuidando en lo posible que la información tenga un
correlato experiencial o pueda ser al menos integrable en su mundo de
experiencias. Todas estas situaciones resultan comunes y naturales entre los
niños con deficiencias visuales graves. Ahora bien, cuando las preguntas no tienen ninguna finalidad
o carecen de sentido o, al menos, nosotros no alcanzamos a dárselo, puede
tratarse de alguna señal de desviación del desarrollo o de que algo no marcha
bien.
Es también posible que se dé un cierto retraso en el empleo correcto de
pronombres personales, posesivos o demostrativos que impliquen formas verbales
distintas en función del sujeto que hable. Por ejemplo, es muy común que un niño
sin visión diga, hacia los dos años y medio y refiriéndose a sí mismo: “dáselo”
en vez de “dámelo”; o que utilice incorrectamente los pronombres que implican
referencias espaciales como: “este”, “ese”, “aquel”. Sin embargo, cuando no hay
alteraciones significativas, la mayoría de los niños ciegos emplean correctamente
los pronombres antes de los tres años. Existe además una dificultad específica en
la adquisición del lenguaje en niños sin visión: el impedimento para aludir a un
referente, el que media entre el significante y el significado. Esto es, cuando un adulto pone palabra a un objeto o acción mira a la vez a ese objeto y
cuando el niño lo mira también, lo nombra, emparejando así consistentemente el
símbolo y lo simbolizado, al menos en los comienzos del lenguaje. Es preciso
cuidar en las primeras etapas que el niño ciego ponga palabras a objetos o
acciones de las que tenga experiencias reales.
En resumen, cuando el niño ciego
realiza un desarrollo favorable, o sea, adaptado a su déficit, adquirirá un
lenguaje rico y expresivo. Si el lenguaje se hace ecolálico y descontextuado, se
hace difícil de comprender y/o pierde capacidad comunicativa, es preciso
realizar un diagnóstico diferencial que ayude a comprender y remediar, en lo
posible, lo que pueda estar ocurriendo.
7.2.
Área de compresión sensoria motora y cognitiva
Puede elegir entre dos alternativas propuestas
Hacia los tres años el niño es ya
una persona con gustos bastante definidos. Cada niño, cada sujeto, es diferente y
sólo podrá progresar si actúa desde su propia motivación. Es verdad que los
adultos, como padres o como educadores, tenemos que orientar y a veces dirigir
sus actividades, pero es importante procurar que el niño tome iniciativas y
decida en lo posible de acuerdo con sus intereses y con lo que en un momento
pueda apetecerle. Si los adultos son siempre los que deciden o dirigen las
tareas, los niños tenderán a hacerse sometidos, inseguros y desmotivados.
Procuraremos pues, ante muchas actividades cotidianas o de aprendizaje,
ofrecerle dos o tres alternativas siempre que sea posible. Por ejemplo podemos
darle a elegir entre varios postres; preguntarle si prefiere un cuento o escuchar
una canción; si quiere trabajar con las construcciones o intentar hacer un collar... Realiza diferentes
acciones simbólicas de forma aislada A esta edad el niño ciego puede ya realizar
diversas acciones simbólicas referidas a un mismo sujeto, aunque no tengan una
secuencia lógica entre sí. Por ejemplo, da de comer a su muñeco, lo viste, lo
acuesta y lo lleva de paseo.
Posteriormente este conjunto de acciones se
organizará para poder realizar la representación de papeles o roles sociales.
Esto es, hacia los tres años, representa varias acciones sin tener todavía en su
cabeza que el conjunto de estas actividades integra un papel, por ejemplo, el de
madre, o el de maestro. Las acciones, además, no respetan una ubicación en el
espacio ni una organización temporal coherente: puede peinar a la muñeca y a
continuación bañarla, o darle de comer y acostarla en el mismo lugar.
Inicia el trabajo en espacios bidimensionales Hacia los tres años la mayoría dé
los niños videntes trabajan habitualmente con lápiz y papel y otros materiales
gráficos. Los niños ciegos se incorporan algo más tarde al trabajo en espacios
bidimensionales; sin embargo, algunos materiales facilitan el paso desde el
espacio tridimensional al plano. Merece la pena referirnos aquí a tres
materiales especialmente idóneos para niños ciegos, que son equivalentes a las
pizarras y sustituyen de alguna manera el material gráfico. Con ellos podemos
trabajar conjuntos, conceptos numéricos como ninguno, muchos, uno, dos, nociones
espaciales como dentro / fuera... Y otros objetivos de etapas posteriores:
• Tableros de pinchitos: es un material común de venta en cualquier juguetería.
Son paneles perforados con juegos de chinchetas de plástico de distintos tamaños.
Hay que completar este
material con uno o dos aros de plástico o madera y alguna goma o cinta gruesa
que servirán para delimitar espacios.
• Franelograma: es un material de
confección artesanal. Puede fabricarse con un tablero de contra chapado de
madera de un tamaño aproximado de 40 por 30 cm. que hay que forrar con una tela
en la que se adhiera fácilmente la cinta de velero. Para pegar esta tela es
necesario utilizar un pegamento sólido (de barra) y distribuirlo muy
homogéneamente por el tablero. Si no es así el pegamento puede filtrarse a través
de la tela y ocasionar manchas o bolsas. Sobre este “franelo” el niño podrá
colocar y retirar siluetas rígidas de texturas o formas diferentes en cuya cara
posterior irá adherido un trozo de la parte áspera del velero.
Un material
especialmente idóneo para esta actividad y de gran interés para todo el período
de la educación infantil son los “bloques lógicos” o colecciones de
figuras geométricas de diferentes formas, tamaños, grosores y colores (en el caso
de los niños deficientes visuales pueden sustituirse artesanalmente por
texturas). También son útiles las bolsas de siluetas que se venden para pegar en
los baldosines de las bañeras. Para trabajar conjuntos o acotar espacios se
pueden también utilizar aros aplanados en los que igualmente se pegarán tres o
cuatro trocitos de velero.
• Pizarras magnéticas: es un material de venta en
jugueterías que incluye una plancha metálica y conjuntos de fichas imantadas que
se pueden completar con otras de elaboración artesanal.
Domina los conceptos
“dentro-fuera”
Trabajar los conceptos “dentro-fuera” de forma emparejada
facilita su aprendizaje. Al principio, se experimentarán con relación al propio
cuerpo: entrar dentro de la bañera/ salir fuera de la misma; meter la mano
dentro de un bote, o sacarla fuera...
Posteriormente trabajaremos con elementos tridimensionales (botones, cascabeles,
canicas, nueces...) que colocaremos dentro o fuera de un bote. Es conveniente
emplear recipientes no muy grandes y algo profundos para que el niño pueda
sentir con sus manos la sensación de cavidad.
Las cajas planas y muy anchas
hacen que esta sensación sea menos precisa. Una vez que el niño haya adquirido
el concepto dentro / fuera en tridimensional, hacia los tres años, podemos ya
iniciar el trabajo de estos conceptos en un material más plano, específico para
niños deficientes visuales, que favorece el paso a lo bidimensional, pero
conserva aún algunas propiedades de lo tridimensional, en el sentido de ser un
material manipulable: franelograma, tablero de pinchitos y pizarras magnéticas,
descritos en el objetivo anterior.
Inicia la diferenciación de tamaños
“grandepequeño”
Para iniciar el aprendizaje de los conceptos “grande / pequeño” con niños ciegos
hay que trabajar con elementos muy claramente diferenciados. Por ejemplo, “Papá
es grande, Luis es pequeño, la pelota de playa es grande, la de tenis es pequeña”.
Tengamos en cuenta que no existen objetos grandes o pequeños por sí mismos, sino
que son conceptos relativos: una cosa es grande sólo con relación a otra que es
pequeña. Primero utilizaremos únicamente dos o tres pares de objetos, pero
cuando el niño sepa diferenciarlos, es necesario que generalice estos conceptos.
Así, al principio, el niño puede entender que la pelota grande es únicamente esa
pelota con la que él ha aprendido. Para la generalización de conceptos es
preciso diversificar los materiales: cubos, cucharas, platos, vasos, muñecos...
Lógicamente, la diferencia de tamaño entre los pares, se irá reduciendo
progresivamente.
Empieza a distinguir los conceptos “encima-debajo”
Antes de cumplir los tres
años el niño ha vivenciado ya muchas experiencias corporales relativas a estos
conceptos, aunque no se hayan trabajado específicamente. Ahora, el lenguaje y la
capacidad cognitiva le permitirán nombrarlos y generalizarlos. Para conseguir
esta generalización es importante proporcionar al niño experiencias diversas,
tanto referidas al propio cuerpo como a relaciones entre objetos.
Podemos
realizar con él juegos motrices como subir encima del tobogán, esconderse debajo
de una mesa, pasar por debajo de un puente, saltar encima de la cama, etc. Para
trabajar las relaciones entre objetos podemos hacerlo con un juguete que
coloquemos encima de la mesa, y que lo escondamos después debajo de ésta. Al
principio, guiaremos las manos del niño. Después, podemos pedirle que lo busque
dándole pistas sonoras, situando, por ejemplo, una caja de
música debajo de la mesa. Por último, le pediremos que lo busque encima o debajo
sin ayudarle con otras pistas.
Inicia la diferenciación de formas “redondo, no
redondo”
A lo largo del tercer año de vida los niños han manipulado en numerosas
ocasiones objetos redondos como canicas, pelotas, naranjas... En esta edad,
podemos empezar ya a referir el concepto “redondo” a estos objetos que les
resultan tan familiares. Después se irá ampliando el concepto a elementos
circulares no esféricos: ruedas, platos, cajas redondas... Es importante
trabajar con elementos de tamaños abarcables por la mano del niño (8 ó 10 cm.
aproximadamente).
Finalmente, se trabajarán los conceptos “redondo”-”no redondo”
con material específico didáctico (bloques lógicos). Así, podemos ofrecerle al
niño dos círculos, dos cuadrados y dos triángulos, pidiéndole únicamente que diga cuáles son redondos o no
redondos. Al comienzo de esta tarea, podemos facilitarle esta identificación si
le decimos que los objetos redondos no tienen picos o esquinas. Para trabajar
con los bloques lógicos son muy útiles los franelogramas.
Es importante que el
material menudo no se desperdigue por la mesa y que esté siempre en un espacio
acotado, en el que el niño pueda localizarlo. Para esto son de gran utilidad las
bandejas rectangulares, aproximadamente de las siguientes dimensiones: 25 ó 30
cm de largo por 15 ó 20 cm de ancho y rebordes de unos 4 ó 5 cm. Estos
contenedores son imprescindibles cuando estemos trabajando con objetos que
rueden. Inicia actividades de clasificación A esta edad los niños ya tienen
capacidad de agrupar objetos en categorías o clases. Podemos, por tanto,
empezar a plantearles algunas actividades sencillas de clasificación.
Como siempre, debemos empezar por objetos familiares y de fácil identificación. Es
divertido, por ejemplo, aprovechar la cesta de la compra para colocar los
plátanos en un frutero y meter las naranjas en la nevera, o separar los
tenedores y las cucharas al ir a recogerlos... También podemos ofrecer al niño
un recipiente con dos tipos de elementos y pedirle que nos dé solamente uno de
ellos; por ejemplo, colocar en un recipiente caramelos y macarrones y decirle
que nos dé sólo los caramelos.
Después podemos hacer clasificaciones con objetos
menos significativos como palos y bolas, o canicas y botones. Recordemos que este
material pequeño se debe presentar en recipientes estables y no muy hondos.
Usaremos una bandeja rectangular, como las descritas en el objetivo anterior
para el conjunto de los
objetos y dos cubiletes, uno para cada categoría. Es muy importante que el
material se presente y se mantenga bien organizado. Por ejemplo colocaremos la
bandeja delante del niño y los dos recipientes pequeños a cada lado de la misma.
Si vemos que el niño desbarata el material, debemos prestarle ayuda para
facilitarle la tarea, sosteniéndole los botes o fijando la bandeja grande para
que no se desplace. En caso de que no pueda llevar a cabo esta tarea aún con
ayuda, es preferible plantear actividades más sencillas hasta que el niño sea
capaz de mantener un mínimo orden. Más adelante, realizaremos actividades de
clasificación en espacios bidimensionales: en los “franelos” o en las pizarras
magnéticas, empleando dos aros para delimitar los conjuntos, tal y como se
explicó en el objetivo “inicia el trabajo en espacios bidimensionales”.
Domina los conceptos uno-muchos-ninguno
En este período, los niños adquieren las nociones de cantidad a través de
situaciones vivenciadas, como ocurre también con otros conceptos. Como es
habitual, al principio utilizaremos elementos tridimensionales y siempre que sea
posible con significado para el niño. El concepto “ninguno” está en estrecha
relación con el de “vacío”. A lo largo del tercer año de vida, el niño se habrá
ido familiarizando con esta noción, cuando le decimos, por ejemplo, “no hay
ninguna galleta”, “el plato está vacío”, “ya no, hay más bolas”, etc. El niño
identificará más fácilmente el concepto “muchos” si experimenta con elementos
no muy grandes y con una cantidad suficiente para que pueda sentir su mano llena.
Así, por ejemplo, si al niño le gustan las galletitas saladas podemos colocar en
un pequeño recipiente muchas galletas y después vaciarlo, o decirle que coja las
galletas de una en una, que coja muchas...
Más adelante podemos utilizar, como
ya hemos dicho en referencia a otros conceptos matemáticos, elementos menos
concretos: fichas, cubos, judías... Hacia los tres años muchos niños ciegos
pueden ya trabajar estos conceptos en espacios bidimensionales como son los
tableros de chinchetas, las pizarras magnéticas o los franelogramas.
Recuenta un
grupo de 1 y 2 elementos
El niño empieza a interiorizar las nociones numéricas
de 1 y 2 en referencia a su propio cuerpo: una boca, dos manos, una nariz...
Cuando empecemos a incorporar elementos físicos ajenos a su cuerpo lo haremos
con cosas que tengan interés para él: galletas, caramelos, coches, o cualquier
otra cosa que sepamos que le gusta. El niño sin visión no puede comprobar
fácilmente la existencia simultánea de un par de elementos. Para facilitarle
esta constatación debemos ofrecer-le un objeto en cada mano: si le damos dos galletas juntas en la misma mano
puede darle la sensación de tener una sola. Una vez que tenga las nociones del 1
y el 2 podemos incluir un material más neutro que facilite la simbolización: fichas,
botones, anillas...
Cuando trabajemos con este material hay que cuidar algunos
aspectos:
• que los objetos se mantengan fijos sobre una superficie para evitar
que se deslicen cuando el niño los toque;
• que tengan un tamaño adecuado a su
mano. Si los elementos son muy grandes no podrá abarcarlos y si son
excesivamente pequeños puede tener dificultades para su localización;
• que estén
situados cerca uno del otro para que pueda percibirlos simultáneamente, pero no
tan próximos que pueda identificarlos como un único elemento.
7.3.
Área de manipulación
Realiza una exploración organizada de los objetos
Para que los niños sin visión
realicen una identificación correcta de los objetos, la exploración de los mismos
debe reunir algunas características. Ahora bien, muchas de ellas son de orden
cualitativo y están estrechamente relacionadas con otras áreas del desarrollo y
con algunos rasgos de la personalidad de cada niño; por esto, no se adquieren en
un momento determinado del desarrollo y no dependen directamente de los
aprendizajes programados. Cuando el niño explora adecuadamente los objetos, lo
hace lenta y suavemente; sus manos están distendidas aunque conservan el tono
muscular necesario para sostener el objeto y poderlo tocar; explora activamente
y con ambas manos, ya que la mano en reposo no es capaz de percibir; los
movimientos son variados y poco uniformes. Las manos del niño realizan funciones
y movimientos especializados:
• movimientos envolventes amplios, que giran en torno al dedo pulgar. Éste
ofrece el punto de referencia para calibrar las dimensiones del objeto,
posicionarlo en el espacio y representarse su forma global;
• movimientos leves,
que son los encargados de la exploración de los rasgos particulares y significativos
de cada objeto. En estos movimientos, los dedos índices adquieren especial
movilidad y las yemas de los dedos perciben ya de forma muy especializada. Por
ejemplo los botones de una radio o la ranura de una hucha.
Realiza una explorácion organizada de los
objetos
En estas edades, la lateralidad no está completamente definida, pero, en general,
la mano menos dominante sostiene el objeto a explorar y proporciona referencias
fijas, mientras que la dominante es más activa. Cuando los objetos son muy
grandes y no resultan abarcables por las manos del niño, los movimientos
exploratorios serán más amplios y simétricos. El niño usará entonces como
referencia el eje vertical de su propio cuerpo. Por ejemplo, si quiere conocer
un mueble de su habitación o un elemento del parque, se colocará frente a él y,
sin desplazarse, usará sus manos y sus brazos como abrazándolo.
Es normal que la
exploración no sea todavía óptima, pero si el niño explora de forma muy
precipitada o excesivamente pasiva, si explora muy desorganizadamente, si
realiza movimientos muy repetitivos, si tiene un tono muscular alterado, si se
niega a explorar de forma sistemática, es conveniente consultar con algún
profesional que estudie las posibles razones que estén ocasionando estas alteraciones.
Desenrosca y casi enrosca
Para comenzar con la tarea de abrir y cerrar frascos con tapones de rosca,
utilizaremos botes redondos de un tamaño abarcable por la mano del niño en los
que hayamos colocado previamente algunas baratijas o golosinas. Procuraremos que
al principio no sean roscas muy largas o bien le daremos la tapa a medio
desenroscar. El niño sostendrá con su mano menos dominante el bote y rodeará el
tapón con su mano preferente. Normalmente, puesto que ya sabe abrir otro
tipo de botes, tratará de abrirlo tirando hacia arriba.
Para enseñarle a
desenroscar, guiaremos sus manos para realizar los movimientos de
“girar-soltar-volver a la posición inicialgirar-soltar...” hasta que consiga
destapar el bote, que una vez abierto, podrá volcar para obtener las baratijas
colocadas en el interior. Para enroscar, primero deberá encajar el tapón en la
boca del bote, y le ayudaremos a hacer el giro a la inversa.
Hace torres de
piezas sencillas con ayuda
Como ya dijimos, apilar cubos es una tarea clásica de
coordinación visomotora, que los niños ciegos realizan más tardíamente, ya que
requiere movimientos precisos y bien coordinados. A esta edad la lateralidad
todavía no está definida, pero muchos niños muestran ya preferencia para emplear
una de sus manos.
Si el niño es diestro los cubos sueltos estarán a su derecha
sobre una
bandeja o en una caja amplia. Como en otras actividades de coordinación
bimanual, colocará su mano izquierda rodeando el borde del cubo superior, lo que
le permitirá a la vez localizar y sostener la torre. A continuación, irá tomando
los cubos de uno en uno con su mano derecha y los irá colocando en el lugar
indicado por su mano izquierda.
Para esta tarea podemos utilizar tanto cubos apilables por tamaños, como piezas
de construcciones con formas y tamaños diferentes. También puede resultar
divertido apilar otros objetos no destinados específicamente a este uso, como
latas de conserva
envasadas en cajas rectangulares, tetrapacks de leche o jugos...
Mete monedas en
huchas
Esta es una tarea del mismo tipo que las anteriores, en las que la
coordinación visomotora debe sustituirse por la bimanual. En general, este tipo
de tareas entraña bastante más dificultad para los niños sin visión que para sus
compañeros videntes porque la ejecución de estas tareas sin visión requiere
mayor control y coordinación motriz. Una vez que el niño haya explorado la hucha,
la sostendrá con la mano no dominante, cogiéndola por la parte superior de la
misma y colocando suavemente su dedo índice sobre el extremo de la ranura en la
que deben ser insertadas las fichas o monedas.
Tomará la moneda entre el dedo
pulgar y los dedos índice y corazón de la mano dominante, para controlar que la
posición de la moneda sea adecuada, o sea, vertical. En esta posición dirigirá
su mano
al sitio exacto donde le indica el dedo índice de la otra mano.
Utilizaremos al
principio huchas redondas u ovaladas del tamaño adecuado a la mano del niño (6-8
cm de diámetro aproximadamente). Es conveniente que la hucha pueda abrirse y
cerrarse, a fin de que el niño compruebe que la moneda que él ha insertado cae al
fondo de la misma.
Ensarta cuentas gruesas una en cuerda semirrígida
Es una de las actividades más
complejas del periodo referidas a la coordinación bimanual y requiere unas
ciertas habilidades motrices: control tónico-muscular, independencia funcional
de brazos, manos y dedos, flexibilidad de las articulaciones, coordinación de
movimientos... Antes de empezar a ensartar cuentas en
cuerdas, es aconsejable ensartarlas en palos verticales con soporte (existen en
el mercado materiales variados muy adecuados para ello).
Al principio
utilizaremos cuentas cilíndricas u ovaladas, no muy grandes (2 ó 3 cm. de largo
por 1,5 ó 2 de diámetro). Las primeras cuerdas que empleemos tienen que estar
enhebradas en una “aguja” rígida de plástico o madera. Luego podemos utilizar
cuerdas semirrígidas, por ejemplo, macarrón de plástico. El niño debe sostener
la cuenta entre los dedos pulgar, índice y corazón de su mano izquierda,
aproximando el dedo índice al borde del orificio. En la mano derecha sostendrá la
aguja entre los dedos corazón y pulgar y adelantando el dedo índice hacia el
extremo que debe insertarse en el orificio. Una vez encajada la aguja, correrá la
cuenta sobre ella hasta que sobresalga por el otro orificio. En esta posición,
cogerá la cuenta con la
mano derecha y tirará del palo con la mano izquierda, haciendo que ésta pase a
la cuerda. En el caso de que el niño muestre preferencia por la utilización de
su mano izquierda, las posiciones serán las inversas.
Dirige una mano donde le indica la otra en espacios bidimensionales
Ya hemos
repetido en varias ocasiones que una adecuada coordinación de ambas manos es
imprescindible para que los niños ciegos puedan realizar
eficazmente las funciones de percepción y ejecución. Es necesario que el niño
consiga dirigir su mano dominante al lugar preciso que le indica su otra mano.
Si ambas manos no trabajan en “equipo”, el resultado final de la tarea es
imposible.
Ya desde los dos años aproximadamente habíamos empezado a sistematizar
actividades con material tridimensional en las que una mano percibía y la otra
ejecutaba la tarea de precisión. Hacia los dos años y medio o tres años podemos
ya trabajar con material bidimensional, iniciando así tareas preescolares y como
paso previo para la lecto-escritura.
La realización de actividades en espacios bidimensionales, equivalentes a las tareas de
papel y lápiz de los niños videntes, requiere el dominio de las habilidades
manipulativas de las que venimos hablando y una relativa organización espacial.
A la adquisición de estas habilidades han contribuido todos los juegos motrices
que el niño haya realizado: tapar, meter, apilar, ensartar, etc. Pero ejercicios
ya específicos para este objetivo son los que podemos realizar con los tableros
de “colorines” o pinchitos, los franelogramas y las pizarras magnéticas.
Pediremos al niño que sitúe su mano menos dominante en un punto concreto del
tablero y que coloque en ese lugar una de las piezas con las que estemos
trabajando. Es importante que la mano que indica la posición donde debe situar
la pieza no se desplace ni se levante del tablero.
Encaja un círculo en un tablero individual
El encaje de formas en tableros
excavados es una tarea perceptivo cognitiva en la que interviene en buena medida
la coordinación viso-motora, por lo que resulta más complicada para los niños
sin visión. Existen en el mercado tableros excavados con tres o cuatro formas
geométricas básicas que por el momento no son adecuados para los niños ciegos.
Algunas marcas comerciales tienen encajes de una sola forma que resultan mucho
más idóneos para comenzar este trabajo.
Procuraremos que estas formas tengan
algún pomo para que puedan asirse con más facilidad. El orden lógico de
aprendizaje es primero el círculo y posteriormente el cuadrado, el triángulo y
el rectángulo, aunque hacia los tres años trabajaremos normalmente sólo con la
primera figura. Permitiremos que el niño explore el círculo, lo ruede y lo
manipule hasta que se familiarice con esa forma.
Después, le haremos tocar el tablero
excavado, haciendo que pase su mano por los bordes de la forma y cuidando que el
tablero no se desplace. Le daremos bastante tiempo, ya que los bajorrelieves
entrañan mayor dificultad para ser percibidos. Una vez hechas estas actividades
preparatorias, el niño podrá deslizar la ficha dentro del hueco correspondiente.
7.4.
Áreas de motricidad gruesa, esquema corporal y organización espacial
Se desplaza con intencionalidad
Hacia los tres años, el niño ciego ya puede
dirigirse con bastante eficacia hacia un destino concreto en interiores conocidos.
Así, por ejemplo, si quiere desplazarse desde su cuarto hasta la cocina sabe que
tiene que encontrar la puerta del armario, doblar la esquina que le lleva a la
puerta del dormitorio, seguir después la pared del pasillo y entrar por la
primera puerta donde espera encontrar alguna experiencia agradable. Es
importante que el niño se desplace habitualmente con una intención determinada
(ir a la cama, al baño, a la mesa de la cocina para merendar...)
Es indicador de
un desarrollo más adaptado que desee claramente llegar a la mesa aunque se
desvíe un poco en su itinerario, que camine sin finalidad, aunque llegue a ella
por azar. Si observamos una marcha deambulante, sin intencionalidad, y esto es
habitual en el
niño, es aconsejable consultar con un profesional con experiencia en niños
deficientes visuales.
Monta en triciclo sin utilizar los pedales
Montar en
triciclo es una actividad divertida a la vez que un buen ejercicio de
coordinación motriz y supone una nueva forma de desplazamiento.
Para el niño
ciego, además, es una forma segura de desplazarse ya que la rueda delantera hace
de parachoques y él se siente protegido.
En etapas anteriores, ya estaba
acostumbrado a subir en el balancín y el correpasillos. El triciclo es el
siguiente escalón y no supone dificultad especial, siempre que lo haga por
espacios interiores, salvo que requiere algo más de equilibrio.
El niño sujetará el triciclo por el manillar y se montará a horcajadas pasando
una pierna por encima del sillín. Caminar hacia adelante no le supondrá
problemas y pronto manejará el vehículo con soltura.
Cuando lo controle y lo
maneje con seguridad podemos ayudarle para que suba los pies a los pedales y
guiarle hasta que comprenda que si empuja alternativamente con uno y otro pie el
coche avanza. Avanzar con los pies en los pedales es bastante difícil para los
niños ciegos y la mayoría de ellos lo consiguen entre los tres y los cuatro años.
Es difícil porque removimientos quiere de las piernas bien coordinados y porque
supone despegarse del suelo, que es su referencia más segura. No debemos tener
ninguna prisa, pero sí darle la oportunidad de que lo conozca para que lo
aprenda cuando tenga madurez suficiente.
Salta con los pies en el suelo con algún
apoyo
Hacia los 18 meses la mayoría de los niños sin visión pueden saltar con los pies
juntos sobre una pelota grande o encima de una cama elástica, sujetos a nuestras
manos. Es un poco más difícil impulsarse sobre una superficie rígida. Podemos
ayudar al niño a dar este impulso poniéndole sobre un escalón o un pequeño
trampolín y tomándole de las manos, tirar levemente hacia arriba y, así
mantenido, frenar la bajada. Luego repetiremos este ejercicio ya en el suelo,
primero cogido de ambas manos, después con un solo dedo de cada mano y,
posteriormente con otros apoyos (una silla o una barandilla...) Lógicamente,
haremos estos ejercicios al ritmo de alguna música o canción alusiva al salto.
Puede correr de la mano del adulto
La ejercitación motriz resulta placentera
para todos los niños y además les ayuda a un crecimiento saludable. Los niños
ciegos tienen
estas posibilidades en cierto modo limitadas. Por eso es importante
proporcionarles ocasiones para gozar de un movimiento vigoroso, cuidando en
cualquier caso que no se sobreexcite.
Es peligroso que un niño sin visión corra
solo por espacios abiertos. Sin embargo, le resultará divertido correr de la
mano del adulto. Es muy agradable para el niño al principio que ambos padres o
dos adultos de confianza corran con él, tomándole cada uno de una mano. En esta
situación no tendrá ningún temor. Se puede iniciar esta tarea en un espacio
libre de obstáculos, por ejemplo, en un camino de campo, en una playa, etc.
Experimenta diferentes formas de desplazarse
Una vez que el niño camina de forma
independiente, puede aprender a desplazarse de diferentes formas: lateralmente,
hacia atrás, cambiando de ritmo, de puntillas, con los talones... lo que le
permite incrementar sus habilidades motoras y posibilidades de diversión. Sin
embargo debe evitarse la realización de este tipo de ejercicios aisladamente
fuera de un contexto de juego.
Es aconsejable, siempre que se pueda, realizarlo
con algún otro niño en el marco de algún juego o alguna canción infantil.
Existen canciones y juegos de este tipo en los programas utilizados en escuelas
infantiles (“pasito a pasito”, “que viene mamá pata”...) o dentro de los
folclores típicos de cada cultura. Procuraremos iniciar la actividad junto a una
pared como punto de referencia. Por ejemplo: colocados los niños con la espalda
en la pared, caminarán hacia adelante y, sin girar su cuerpo, deberán volver al
punto de
partida. O, desde esta misma posición, y sin despegar la espalda de la pared,
alcanzar un punto a la derecha o a la izquierda del niño.
Puede seguir un ritmo
El sentido del ritmo se inicia desde el comienzo de la vida y posiblemente antes
de nacer: cuando nos dirigimos a los bebés con un lenguaje entonado, cuando les
cantamos canciones de cuna, cuando les acariciamos y les mecemos... En la
capacidad que cada niño tenga para seguir o marcar un ritmo determinado
intervienen múltiples factores: control motriz, capacidad para la inhibición del
movimiento, capacidad de atención, percepción auditiva, etc.
A su vez, el
sentido del ritmo incide en muchas facetas del aprendizaje y, en particular, en
la adquisición y el dominio de la lecto-escritura. Hay algunos juegos y
actividades que podemos realizar de forma intencional encaminadas a favorecer el
sentido del ritmo: cantar con el niño canciones infantiles repetitivas y cortas,
marcar con palmadas los estribillos repetidos de las canciones infantiles (“el
auto de papá”, “debajo un botón”...), marcar un ritmo sencillo con pianos o
tambores; marcar las sílabas de palabras sonoras como “to-ma-te”, “pata-ta”,
etc. Otras actividades que le ayudan a interiorizar el sentido del ritmo son los
juegos motrices: bailar al son de alguna melodía, realizar corros en los que
deben hacerse movimientos específicos con ritmos determinados...
7.5.
Área de hábitos y autonomía
Puede quitarse algunas prendas de ropa
Como ya hemos repetido en distintas
ocasiones, la independencia en actividades de vida diaria facilita el camino que
el niño debe realizar en su proceso de crecimiento. El crecimiento psicológico
no es un proceso abstracto sino que se va consiguiendo a través de logros
concretos. En este orden de cosas, la independencia en las actividades de vida
diaria provoca en el niño una grata sensación de eficacia y normalmente en los
padres un sentimiento de satisfacción cuando comprueban que aquel bebé,
extremadamente vulnerable y dependiente, empieza a poder manejarse solo en las
tareas cotidianas, paso ineludible para conseguir su autonomía en la vida
adulta.
A los tres años un niño sin visión puede, si previamente se le ha
permitido experimentar y se le han valorado los sucesivos intentos encaminados a
conquistar su independencia, caminar solo, beber de forma independiente,
utilizar la cuchara,
hacer “recaditos” en casa... Y puede también tener una cierta autonomía en las
tareas de vestirse y desvestirse. En concreto, puede quitarse los pantalones, y
el abrigo o la chaqueta cuando estén desabrochados. Le enseñaremos primero a
bajarse los pantalones tirando con ambas manos de la cinturilla o elástico hacia
abajo, y, después sentarse para tirar de ambas perneras.
Para aprender a quitarse el abrigo o la chaqueta le sacaremos nosotros una de las mangas y
después él deberá únicamente tirar con su mano libre de la otra. Más adelante, y
seguramente bastante después de los tres años, podemos enseñarle a quitarse la
chaqueta de forma autónoma, tirando con ambas manos de los bordes hacia atrás y
cruzando los brazos por la espalda. En esta posición, tirará primero del borde
de una manga y después, por delante, se quitará la otra.
Utiliza la cuchara para
remover líquidos
En las actividades de vida diaria, la cocina ofrece múltiples oportunidades.
Enredar con los utensilios de cocina y manipular líquidos y alimentos variados
resulta muy divertido y enriquecedor. A esta edad el niño está familiarizado con
el manejo de la cuchara para comer purés y otros alimentos sólidos y semisólidos
y puede ya empezar a utilizarla para remover líquidos. Para ello, podemos
ofrecerle un cuenco del tamaño de un tazón de desayuno y poner en el fondo un
poco de azúcar, cacao o cualquier producto en polvo que sea fácilmente soluble.
Permitiremos que el niño toque los polvos en el fondo de la taza y luego
añadiremos leche. Es conveniente que la taza quede a medio llenar para que no
salpique. Después ofreceremos una cuchara al niño y cogiendo su mano, le haremos
remover suavemente el contenido. Es interesante que pruebe la leche antes y
después de haberla removido.
Cuando le hayamos ayudado varias veces, él querrá hacerlo solo. Únicamente queda
explicarle, cuantas veces sea preciso, que debe hacerlo con cuidado y mantener
el tazón bien apoyado en la mesa.
Abre y cierra llaves de agua
Probablemente
hace ya algún tiempo que estamos enseñando al niño a enroscar y desenroscar el
tapón de una botella y a dar cuerda a alguna caja de música, pero seguramente no
queremos en absoluto que enrede en el lavabo o se moje jugando con agua. Estamos
tentados quizá de no dejarle que descubra la facilidad con la que puede abrir un
grifo, pero a veces los intereses de los adultos entran en conflicto con las
demandas del crecimiento de los niños. Controlar el mecanismo de los grifos es
necesario a la vez que apasionante para todos los niños y los niños sin visión
no son una excepción.
Abre y cierra grifos
Intenta secarse las manos Con cierta frecuencia, la tentación de los padres y de
los adultos que rodean al niño sin visión es facilitarle la tarea, porque cuesta
trabajo verle cómo se enfrenta a alguna actividad sin poderla
realizar al principio correctamente. Es importante soportar ese primer impulso
de hacer por él las cosas, que con un poco de paciencia pronto podrá hacer solo.
Después de lavarse las manos podemos ofrecerle la toalla y animarle a que se seque. Es una tarea que no entraña ningún
peligro ni una especial dificultad. Podemos colocar la toalla entre sus manos y
ayudarle a que se seque como si envolviera una mano con otra.
Como ya dijimos anteriormente, es conveniente que el niño toque el toallero,
sepa que ese es el sitio destinado a la toalla y aprenda poco a poco a
descolgarla y colgarla en el mismo.
Pide ir al lavabo
Ya hablamos en su momento del control de esfínteres y de la
importancia de tener paciencia mientras que el niño lo consiga. Hasta ahora
hemos tenido que estar pendientes de recordarle que debe ir al servicio. En esta
edad debemos ya ir retirando este recordatorio y permitir que sea el propio niño
quien sienta y exprese su necesidad.
A veces los padres, temiendo que se
produzca algún “incidente”, se adelantan sistemáticamente a las necesidades del
niño. Esto en ocasiones es conveniente. Por ejemplo, cuando va a permanecer un
tiempo fuera de casa. Sin embargo, es necesario darle tiempo suficiente para que
experimente la sensación de necesitar evacuar y de esta manera poder conseguir
la regulación de esta función. En cualquier caso, no es extraño que se produzca
algún episodio de pérdida de control por una situación de estrés, por hallarse
muy interesado en una
tarea o por cualquier alteración de la vida cotidiana. Si esto ocurre, hay que
aceptarlo con naturalidad, no darle importancia, no castigar al niño ni hacerle
sentirse culpable.
Tira de la cadena
Es imprescindible enseñar a los niños a
convivir en sociedad y a respetar las normas propias de cada cultura. Pero en
ocasiones los padres, si su hijo padece alguna discapacidad, piensan que éste
tiene más derechos que obligaciones y le piden pocas responsabilidades. Sin
embargo, después de los dos años, aunque los niños padezcan una deficiencia
visual grave, deben paulatinamente ir saliendo del cómodo “refugio familiar” e
incorporarse a grupos más amplios.
La convivencia armónica en estos grupos pasa
necesariamente porque “todos” respetemos las normas sociales. Una de estas
primeras normas es el uso correcto de los inodoros. Así, debemos explicar a los
niños que siempre que terminen de
utilizarlos, deben tirar de la cadena de la cisterna para mantener la taza
limpia. Lógicamente, si el niño tiene una deficiencia visual, es necesario
enseñarle el mecanismo de las cisternas de los váteres que utiliza
habitualmente. Le indicaremos dónde se encuentran los botones o las palancas que
las activan, y como siempre, llevándole la mano, realizaremos con él el
movimiento preciso hasta que pueda hacerlo solo.
Colabora en algunas tareas de
orden
Hacia los tres años, los niños pueden ya colaborar en casa en algunas
tareas de orden. Al principio, algunos pueden resistirse y pretender aferrarse a
los privilegios de los más pequeños, o sea, a que les sigan haciendo las cosas
sin tener que esforzarse demasiado. Sin embargo, si les ayudamos a entender que
hacerse mayores tiene sus ventajas, posiblemente lo intentarán.
Tener las cosas ordenadas es bastante cómodo para los niños deficientes visuales, aunque a veces ordenarlas puede resultar algo complicado para ellos.
No debemos ponernos exigentes y hay que ser realistas cuando les
pidamos colaboración, o sea, pedirles tareas que sean sencillas o prestarles
ayuda si ellos no pueden hacerlas totalmente solos. Podemos pedirles, por
ejemplo, que guarden los calcetines en un cajón, que nos ayuden a colocar las
naranjas en un frutero, que cuelguen la toalla después de secarse las manos o
que recojan con nosotros los tacos de las construcciones. Cuando consigan
algunos logros, ellos mismos se sentirán satisfechos y comprobarán que el
esfuerzo ha merecido la pena.
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'Guia para padres de niños ciegos desde 0 meses a 3 años'
Guia para padres Bienvenido
San Miguel Santiago de Chile
Primera Edición, 2008
15-Dez-09
publicado
por
MJA
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