Antonio Rodríguez Fuentes

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RESUMEN: El propósito del artículo es describir algunas adaptaciones
curriculares
de contexto, centro, aula e individuales para favorecer la integración de
alumnos
con baja visión e invidentes en el marco de una Escuela Inclusiva. Consciente de
que la precisión disminuye en función de la jerarquía establecida: contexto,
centro,
aula y adaptaciones individuales (como no podía ser de otra manera dado que en
ese orden aumenta el grado de singularidad y heterogeneidad de la población
analizada;
en definitiva, las necesidades educativas especiales se hacen más individuales
y demandan una completa y compleja evaluación psicopedagógica), se presentan
algunas pautas más o menos genéricas que pueden resultar útiles para la
realización
de la evaluación psicopedagógica, primero, y, segundo, para la determinación de
propuestas de intervención escolares (adaptaciones).
Las adaptaciones curriculares consisten en una de las medidas de atención a la
diversidad que contempla la LOGSE. Afectan a diversos aspectos organizativos,
funcionales,
materiales, personales y curriculares, en función de la evaluación
psicopedagógica,
de tal manera que respondan a las necesidades detectadas. Esto es
intrínseco a la elaboración de adaptaciones curriculares, pues su punto de
partida ha de ser el nivel de competencia curricular de los alumnos, a diferencia de las
antiguas formas de atención a alumnos con necesidades educativas especiales, como los
superados Programas de Desarrollo Individualizado, basados en la deficiencia o
discapacidad del alumno. Las adaptaciones se conciben como un continuo, pues pueden ser:
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modificaciones que afectan al Proyecto Educativo de Centro (PEC), al Proyecto
Curricular de Centro (PCC) y de Etapa (PCE), a la Programación de aula o al
currículo
del individuo;
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modificaciones del centro, del aula o individuales;
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modificaciones
generales, específicas y/o individuales;
-
modificaciones para el acceso del
sujeto al
currículo y/o de los elementos básicos del currículo.
En definitiva, las
adaptaciones
pueden afectar únicamente a la temporalización en la adquisición de habilidades
o a
los objetivos y contenidos planteados: priorización, eliminación o ampliación,
pasando por otras muchas acciones intermedias (cfr. gráfico 1).
GRÁFICO 1
Distintas taxonomías y nomenclaturas sobre adaptaciones

Por tanto, existen diversas clasificaciones que agrupan las diferentes
adaptaciones
en torno a distintos criterios. Aun no siendo incompatibles, conviene tomar
una decisión sobre la taxonomía que va a orientar el discurso siguiente para
evitar
confusiones, incomprensiones o incluso interpretaciones antagónicas. En esta
ocasión
tomaré como referencia la clasificación que se ubica en la segunda columna
del gráfico anterior, que distingue entre adaptaciones dirigidas al centro y al
contexto,
al aula y adaptaciones individuales. Estas últimas han de realizarse únicamente
tras una evaluación psicopedagógica y la identificación exhaustiva de las
necesidades educativas, por tanto, sobre ellas expondré algunas pautas
genéricas,
siendo inviable profundizar en la alteración de objetivos, contenidos ni otras
adaptaciones
significativas.
Con respecto a las deficiencias visuales son aquellas malformaciones,
disfunciones
o déficits en el desarrollo de alguno de los sentidos. Conviene destacar que
la deficiencia visual engloba una serie de alteraciones en el sistema visual,
entre las
que se encuentran la ceguera (real y legal) y la baja visión, que puede afectar
principalmente
a la agudeza y al campo visual, aunque conviene conocer otros atributos
visuales y además el uso funcional de la visión. Las implicaciones educativas de
una y otra afeccic)n (ceguera y baja visión) son bien diferentes como podrá
observar
el lector más adelante. Dentro de cada una de ellas existen diversidad de
estados,
especialmente dentro de la baja visión (moderada, severa y profunda) que
repercutirán en las posibilidades educativas de los mismos y, en consecuencia,
en
las adaptaciones curriculares necesarias.
Además del conocimiento de los atributos anteriores, planificar y desarrollar la
acción educativa requiere la atención/evaluación de otros aspectos intrínsecos
(Cfr.
gráfico 2): a) momento de aparición de la pérdida, distinguiendo entre
deficiencias
congénitas y adquiridas, por sus consecuencias distintas en cada caso; b)
naturaleza
de la pérdida, que puede ser evolutiva o súbita, con repercusiones también
diferentes. En general, las repercusiones son más graves, especialmente para la
autoestima e independencia, en el caso de pérdidas súbitas; c) atributos a los
que
afecta la patología, pues puede encontrarse afectada la agudeza, el campo de
visión, el cromatismo visual, la sensibilidad al contraste, la acomodación, la
adaptación
a la luz y a la oscuridad o el uso funcional que el sujeto hace de su resto
visual; d) presencia de deficiencias sensoriales, psíquicas y/o físicas
asociadas, cuya
frecuencia de aparicic)n es relativamente alta, como por ejemplo la
sordoceguera,
deficiencia plurisensorial congénita; e) disfunciones o retrasos colaterales que
pudieran presentarse como consecuencia de la falta de visión y su tratamiento,
como retrasos motores, psicomotores, de coordinación óculo-manual, de desarrollo
evolutivo y de adquisición de nociones fundamentales, como el autoconcepto
y la autoimagen, y habilidades, como las sociales; D localización de la
afección,
pues pueden encontrarse afectadas diferentes estructuras: la fisiológica, es
decir, el
sistema ocular, el mecanismo de transmisión de los estímulos, los elementos
neurosensoriales
encargados de la interpretación o la memoria perceptiva.
Argumentos como los expuestos justifican la heterogeneidad y singularidad de
las personas con deficiencias visuales, aun padeciendo la misma patología y
presentando
análogas afecciones. Además, cada individuo presenta unas características
personales y extrínsecas, fruto de las cuales desarrolla unos mecanismos de
interacción
con otros y con el medio que le hacen diferente y peculiar (cfr. gráfico 2).
Esto supone una decidida ruptura con postulados ancestrales que homogeneizaban
a todas las personas con deficiencias sensoriales, aceptando el principio
de individualización. En líneas generales, es obvio que cuanto menor sea el
grado de pérdida, más tarde se presenten las afecciones, mejor sea la actitud de
aceptación, comprensión y superación del sujeto y de los que le rodean y más
precoz
y eficaz sea su estimulación/intervención mejor será el pronóstico del mismo.
Estos últimos aspectos conciernen al campo de la psicopedagogía.
GRÁFICO 2
Evaluación psicopedagógica de las deficiencias visuales

Si en el inicio del discurso se advertía del riesgo que suponía la elaboración
genérica de las adaptaciones individuales, por los argumentos hasta ahora
aludidos,
ahora se insiste en el riesgo que existe en la caracterización de los niños con
deficiencias sensoriales. No obstante, a modo de sugerencia, a continuación se
describen
algunas consecuencias que pueden derivarse no sólo de la propia deficiencia
que padecen los sujetos sino de la situación que presentan por su déficit.
Consecuencias que bien podrían ser formuladas en forma de necesidades educativas
especiales, a no ser porque éstas han de partir de una perfilada evaluación
psicopedagógica,
es decir, se trataría de características individuales y no genéricas,
como las que se presentan. No obstante, las pautas que siguen pueden ser
orientativas
para el proceso evaluativo:
1) Desarrollo cognitivo. Los alumnos con deficiencias sensoriales tienen
mermada/
anulada alguna fuente de entrada de estímulos, lo cual dificultad retrasa la adquisición de ciertas nociones, que podrían acarrear desfases
cognitivos, según la secuencia de desarrollo descrita por Piaget. Éste ha
sido el centro de interés de las investigaciones tradicionales; sin embargo,
las conclusiones actuales ponen de manifiesto que los niños con déficits
visuales siguen itinerarios diferentes de desarrollo, de adquisición de
conceptos
y habilidades básicas con respecto a los niños sin déficits sensoriales.
Generalmente, el progreso evolutivo de éstos resulta más favorable
que el de aquéllos; si bien, con el transcurso del tiempo y la intervención
adecuada, se equiparan, logrando un nivel de desarrollo similar, aun por
caminos y mecanismos diferentes.
2) Lenguaje. Los niños con deficiencia visual apenas muestran dificultades
para el dominio del lenguaje oral, salvo quizá un ligero retraso en la
adquisición de las primeras palabras, unido al uso pragmático diferente
del lenguaje (Rodríguez Fuentes, 2002b). Diferente es el caso del lenguaje
escrito pues requiere mayor capacidad visual. Las principales dificultades
para la lectoescritura de los niños con deficiencia visual se localizan en
las fases mecánicas de alto requerimiento visual: decodificación de los signos
gráficos, en el caso de la lectura, y transcripción del texto, en el caso
de la escritura (Salvador Mata, 2001), aunque también se han observado
dificultades en otras operaciones de mayor nivel cognitivo (Rodríguez
Fuentes, 2002a), como consecuencia de la propia afección visual y de las
dificultades mecánicas anteriores, que afectan al resto de las operaciones,
debido a su carácter recursivo. En este sentido, se han observado dificultades
y disfunciones en la comprensión lectora, dada la lentitud decodificadora
y las frecuentes disfunciones, y en la planificación y revisión del
texto escrito, consecuencia del sobreesfuerzo que suponen estas tareas
para el sujeto, unido a la ardua actividad de transcripción del texto (Rodríguez
Fuentes, 2002b).
3) Relaciones sociales. Para aquellos que padecen déficits visuales,
especialmente
los invidentes, el mayor problema interno son las dificultades
de movilidad, orientación e independencia. Pero son mayores los problemas
externos que impiden la normalización de las relaciones sociales.
Problemas que subyacen en cuestiones actitudinales unidos a la falta de
formación y experiencia para saber la manera óptima de reaccionar e interactuar
con ellos, siendo tan comunes como contraproducentes los patrones
de sobreproteccicmismo que limitan aún más las posibilidades del
niño, en lugar de fomentarlas. En efecto, los propios padres no saben responder
adecuadamente a las demandas y estímulos de los bebés ciegos
ya desde pequeños (Leonhardt y otros, 1999). En etapas posteriores, los
videntes no saben proporcionar la ayuda justa que precisa el niño para su
orientación y movilidad, resultando ésta descompensada, y no consiguen
actuar con naturalidad, infravalorando las posibilidades reales de los ciegos
y deficientes visuales. Consecuencia de todo lo anterior es la
reducción de las relaciones sociales, pero además las escasas relaciones
son diferentes, debido a que perciben a estas personas como diferentes.
4) Desarrollo afectivo. Los niños con deficiencias sensoriales muestran una
alta dependencia de las figuras de apego, que se reducen casi únicamente
a la madre. Ello produce restricciones del grupo de personas que el niño
estima, en edades cortas, y, en edades más avanzadas (concretamente en
la adolescencia), repercusiones negativas, cuando se produce la necesaria
ruptura de la dependencia afectivo-emocional madre-hijo.
5) Rendimiento académico. El esfuerzo adicional que los alumnos deficientes
sensoriales han de invertir en el aprendizaje no es buen presagio del
resultado académico. Además, limitaciones o dificultades colaterales,
como las anteriores, no facilitan esta tarea, sino que se convierten en
agravante
de la situación escolar. Es preciso potenciar la motivación del
alumno para que se incremente así su esfuerzo escolar y se proporcione
la ayuda externa apropiada, para poder garantizar el éxito escolar. Además,
la intervención educativa ha de procurar paliar las dificultades anteriores:
el desarrollo cognitivo y, concretamente, la adquisición de algunas
nociones elementales, el dominio de la lengua oral y escrita, dada su incidencia
en el aprendizaje y evaluación escolar y las relaciones socioafectivas,
además de las académicas. Dicha intervención debe combinarse con
la enseñanza de contenidos y el desarrollo de habilidades específicas.
Todo se contemplará en las adaptaciones curriculares que se comentan a
continuación. No será inusual la aparición de dificultades y retrasos
académicos,
al menos en algunas áreas, como la lengua, que no deben de
desesperar ni resignar al equipo docente sino mostrar una actitud positiva
hacia la integración, aunando esfuerzos y compartiendo tanto los éxitos
como los fracasos.
Las adaptaciones relativas a la metodología didáctica adecuada a los alumnos
con deficiencia visual se derivan de los principios didácticos que se exponen a
continuación, y se adaptarán a las características y estilo de aprendizaje de los alumnos:
a) Determinar criterios adecuados para la evaluación psicopedagógica
(metodología, momentos, técnicas...) y para la definición de las necesidades
educativas especiales de los alumnos.
b) Diseñar planes de formación para incrementar la habilidad de los docentes
en la intervención educativa con estos alumnos.
c) Asegurar la coordinación y colaboración entre todos los profesionales que
entran en contacto con el alumno, delimitando competencias y funciones
para el logro de objetivos compartidos.
d) Establecer criterios para seleccionar mecanismos de lectura y de escritura
(Braille, tinta o ambas), en el caso de alumnos con baja visión, y el sistema
de lenguaje (verbal, gestual, palabra complementada, o mixta), en
el caso de los niños hipoacúsicos.
e) Promover pautas y patrones de actuación, propicios para fomentar la
integración
del niño en el centro y la interacción con sus compañeros y con
el profesorado.
Se procurará que los centros gocen de un acceso cómodo y seguro, tanto en
su interior como en el entorno. En cuanto al exterior, el centro ha de estar
bien
comunicado, con los medios de transporte escolares o públicos adecuados. En
cualquier caso, tanto en el centro como en el contexto, ha de facilitarse la
movilidad
de los alumnos invidentes, bien de forma guiada o bien autónoma. En el primer
caso, podrá ir acompañado por los compañeros, por los profesores o por los
familiares, de manera que la ayuda prestada no resulte excesiva hasta el punto
de
que se desdeñe y anule la autonomía del invidente. La colaboración adecuada
vendrá
determinada por las características psicológicas (orgullo,
extroversión/introversión,
socialización...), la edad (conflictividad de la adolescencia), la deficiencia
visual (afecciones visuales, momento y naturaleza de aparición) y la autonomía
funcional del alumno.
De otra parte, lo anterior no implica que el alumno no se desplace de forma
independiente, sino que, al contrario, ha de potenciarse y facilitarse; para lo
cual,
éste dispondrá de sus recursos, instrumentos y auxiliares de movilidad
pertinentes:
el perro-guía, el bastón tradicional, largo o corto o el bastón láser (que
informa
acerca de obstáculos colgantes: árboles, señales de tráfico... y cambios de
nivel del
suelo: agujeros, aceras...), la linterna ultrasónica (que, al detectar cambios
de iluminación,
emite un ruido) y el sensor biauditivo Kay (que consta de unas gafas
cuyas patillas emiten sonidos diferentes cuando los sensores, situados en los
óculos, perciben objetos). El entrenamiento para el uso de los recursos
anteriores
y de los movimientos corporales de protección y reconocimiento, principalmente
de las extremidades, compete al técnico en rehabilitación de la ONCE (cfr.
Martínez
Merchante, 2002).
Además, se procurarán medidas organizativas adicionales (que se trasmitirán
al alumno en los primeros días de asistencia: fase de reconocimiento del centro,
que se llevará a cabo con el monitor de orientación y movilidad del Equipo de
Apoyo a la Integración de Ciegos y Deficientes Visuales -EAICDV-), que
disminuyan
el rie.sgo de accidentes o desorientaciones, como las siguientes:
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Indicar las zonas peatonales por las que el alumnado con problemas
visuales pueda circular sin problemas.
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Solicitar a los ayuntamientos la instalación de semáforos con indicadores
sonoros, en caso de que no existan.
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Disponer de cuantas señalizaciones en Braille sean necesarias para orientar
al alumno: en las esquinas, indicando las calles y las direcciones de las
mismas, en los pasos de peatones y otros lugares estratégicos, en cada
una de las dependencias del centro y en los tablones de anuncios.
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En caso de que las señalizaciones Braille resultasen insuficientes, se
puede recurrir a los auxiliares electrónicos o ciberguías, que son dispositivos
electrónicos de información sonora que producen emisiones orales,
previamente grabadas, que son activadas por infrarrojos, al detectar, a una
distancia prudencial, la presencia del sujeto (Bueno y otros, 2000b).
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Manejo de planos y mapas táctiles de movilidad, tanto del centro como
de la zona. Éstos actualmente, debido a aportaciones como las de Blanco
(1998), presentan una gran versatilidad, lo cual permite las modificaciones
de los mismos para adecuarse a las de la realidad.
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Determinar puntos de referencia y de información (conserjería, sala de
profesores). Utilizar claves sensoriales, tanto sonoras como táctiles, dentro
del centro.
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Introducir barras-guía, que actúen de referente para el alumno, y barras
de textura, para incrementar la seguridad en la subida/bajada de escaleras,
junto a la barra-guía.
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Disponer las dependencias del centro de manera que gocen de fácil
accesibilidad,
especialmente las más frecuentadas por los alumnos invidentes.
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Colocar el mobiliario de forma que no queden huecos -muertos», sin
salida, sino que han de orientar el camino, como si de paredes se tratasen
y sirvan como elementos de referencia.
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Evitar los cambios innecesarios de la ubicación de los muebles, siendo
previamente advertidos al alumno cuando resulten imprescindibles.
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Eliminar superficies rugosas, con objetos que puedan resultar cortantes o que
puedan producir heridas o resulten incómodas para el seguimiento táctil.
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Asimismo, evitar la colocación de elementos ornamentales y decorativos,
como cuadros a distancias bajas y muebles, más aún si son colgantes, así
como extintores en los trayectos de paso del sujeto que puedan obstaculizarle
o suponer un peligro para su movilidad.
Los problemas de movilidad en los alumnos con baja visión son menos relevantes,
pues, con el correcto uso de los instrumentos ópticos adecuados y una
iluminación
idónea, pueden moverse con total autonomía y relativa facilidad. No
obstante, algunas sugerencias de las anteriores, como las referidas al
mobiliario y
a su orden constante, son igualmente eficaces.
El centro ha de estar dotado con los medios y recursos necesarios para asegurar
la respuesta adecuada: reproductores de vídeo y audio, grabadores de audio, para
ayudar a recoger notas y apuntes, ordenadores, con pantallas de l6 pulgadas en
adelante, para alumnos con baja visión, materiales en Braille, ampliados o en
audio (libros hablados): textos y cuentos en la biblioteca, mobiliario auxiliar
y adaptado para los instrumentos específicos (como estanterías adecuadas a los
libros anteriores, carpetas especiales para el papel Braille), instrumentos
ópticos adecuados y los medios tecnológicos pertinentes, con las adaptaciones
tiflotécnicas
(para el óptimo acceso a la tecnología) necesarias para los alumnos.
Evidentemente, para lo anterior, el centro escolar ha de entablar contactos con
determinados centros y servicios de la zona, como los centros de salud, la ONCE
(bibliotecas y servicios), las asociaciones de padres, los servicios sociales y
deportivos.
Sin duda, las relaciones más precisas serán las que mantenga con los Centros
de Recursos Educativos (CREs) y, en el caso que nos ocupa, con los profesionales
del EAICDV, que cumplen funciones muy variadas y cruciales para la educación de
alumnos con problemas de visión, especialmente para aquellos que están afiliados
a la ONCE, como las siguientes:
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Reforzar los aprendizajes básicos, como la lectura y la escritura, y, en su
caso, enseñar y perfeccionar el sistema Braille.
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Colaborar con los docentes en la evaluación del alumno, corrigiendo los
trabajos y exámenes en Braille.
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Informar al docente y a los familiares sobre el uso de recursos naturales
y materiales indicados.
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Asesorar, a docentes y discentes, acerca de los distintos recursos ópticos
exi.stentes y de su óptima utilización, valorando los más apropiados para
cada sujeto, según su afección vi.sual (agudeza visual, campo visual...),
motivándolo para que haga un uso efectivo de cada uno de ellos y seleccione
finalmente uno o varios de ellos (para diferentes actividades).
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Dotar al alumno y/o el centro de los recursos técnicos, tecnológicos y
tiflotécnicos para facilitar la integración del alumno e incrementar sus
posibilidades educativas.
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Orientar acerca de las posibilidades del alumno y orientar a él y a los
padres, vocacional, académica y profesionalmente.
Debe garantizarse la existencia de aulas, en las cuales se realicen los apoyos
puntuales o periódicos que puedan requerir los alumnos deficientes .sensoriales.
En
caso de que se e.stime conveniente realizar el apoyo educativo dentro del propio
aula, se indicará igualmente el sitio concreto.
El aula es el lugar de trabajo por excelencia, por tanto, ha de estar dotado de
los recursos necesarios para el tratamiento apropiado de los alumnos,
especialmente
de aquellos que presenten necesidades educativas especiales relacionadas,
en este ca.so, con deficiencias .seasoriales. Los elementos personales
necesarios
deben quedar reflejados también (profesores de pedagogía terapéutica,
orientador,
profesor de apoyo, monitor de educación especial, profesores itinerantes del
ecjuipo específico de deficientes auditivos o visuales), asegurándose la
coordinación
entre .sus actividades y colaboración, trascendiendo las barreras escolares e
implicando, incluso, a los familiares, agentes educativos fundamentales.
Los agrupamientos flexibles y el trabajo en grupos cooperativos pueden ser
estrategias didácticas organizativas idóneas de intervención educativa, de
manera
que la capacidad visual requerida quede compartida o asumida por otros
compañeros.
Para aprovechar este potencial, previamente el docente ha de verificar la total
integración del alumno dentro del grupo-clase, así como la aceptación de los
instrumentos
que utiliza (ayudas ópticas, rotuladores especiales, máquinas...), para
que no resulte contraproducente para la integración y el aprendizaje del
alumnado.
El mobiliario del aula, igual que se indicaba para el centro, ha de estar
adaptado
a las posibilidades de los alumnos con déficits visuales (accesibilidad,
operatividad,
ergonomía y disponibilidad). Especialmente significativo resulta el pupitre,
que ha de ser regulable en altura e inclinación, para evitar posturas
inadecuadas de
los alumnos con baja visión, que puedan derivar en estereotipias; o, en su
defecto,
se han de utilizar atriles y sillas regulables y giratorias. En cuanto a las
dimensiones
del escritorio, ha de ser lo suficientemente amplio para permitir el manejo de
aparatos
ópticos (lupas dobles y triples, lupas fijas con foco fijo o variable), no
ópticos
(flexos, atriles y filtros), instrumentos (rotuladores, punzón y regletas),
máquinas
(Perkins, PC Hablado o similares) y otros materiales específicos (como el papel
Braille,
el papel positivo y la plancha de goma y caucho, para el dibujo).
La configuración del mobiliario (mesas, sillas, papeleras...) debe guardar un
orden constante, de manera que los cambios imprescindibles que se realicen han
de ser comunicados, a priori y con naturalidad, a los alumnos con deficiencia
visual, especialmente a los invidentes.
Con respecto a la ubicación del alumno dentro del aula, los ciegos se colocarán
cerca de la mesa del docente para que puedan escuchar/grabar con claridad al
profesor, sin interferencias en la percepción, pues éste será el principal medio
de
seguimiento y comprensión de las explicaciones del docente. El profesor ha
de mostrar una moderada disponibilidad hacia el lugar que ocupa el niño, para
atender a su ritmo de aprendizaje y facilitar la resolución de sus dudas o
demandas,
sin que re.sulte exagerada o descompen.sada. Además, las estanterías deben
encontrarse ubicadas cerca del lugar que ocupa el alumno y sin obstáculos entre
ambas posiciones, para que pueda desplazarse hasta ella sin dificultad. Otro
criterio
pedagógico para la decisión de ubicación del alumno será la posibilidad de
agrupación en grupos operativos, estrategias del tutor-compañero, aspectos de
disciplina
y de aceptación social del alumno.
Por otro lado, la ubicación de los alumnos con baja visión ha de ser una
decisión,
tomada tras una evaluación individual, dada la enorme heterogeneidad, que
cotejará diversos aspectos como la iluminación y la accesibilidad a zonas
comunes,
a la pizarra y a la mesa del profesor. La iluminación quizá sea el más
importante,
por tratarse de un recurso fundamental para estos alumnos, pero no afecta por
igual a todos ellos: unos requieren una iluminación intensa, natural y directa,
mientras
otros pueden precisar una iluminación media o baja, artificial e indirecta. El
grado, la naturaleza y la orientación de la luz dependen de la enfermedad visual
que padezca el alumno, aunque se requiere además una evaluación y verificación
individual (cfr. Rodríguez Fuentes, 2002a). Por otro lado, la cercanía a la
pizarra y
a la ubicación del docente es fundamental para los discentes con baja visión, de
tal
manera que se posibilite el acceso visual a las notas, esquemas y ejercicios de
la
misma, así como a otros medios didácticos que se utilicen (retroproyector o
vídeo).
Nunca ha de impedirse la movilidad autónoma del alumno por el aula, sino
que ha de fomentarse, cuando esté justificado, es decir, que se desplace
libremente
por zonas comunes, como la salida, la mesa del profesor y los armarios donde
guardan
diversos materiales y recursos imprescindibles para el alumno deficiente visual.
Materiales y recursos específicos de diversa naturaleza, como los siguientes:
1) Papel tipo offset, opaco o mate, es decir, sin brillo, no satinado y de color
blanco o marfil, características que, según Barraga (1990), reducen los
reflejos, y pautado: con dos líneas o cuatro (dos intermedias y dos extremas
para el diseño gráfico de las letras jambas y hambas), para alumnos
con baja visión, o en formato Braille (cartulina en formato peculiar: mayor
que A4 y menor que A3).
2) Para la lectura visual, se precisan lámparas de luz fría, de distinta
naturaleza
(incandescentes, fluorescentes o halógenas), filtros solares (que disminuyen
los deslumbramientos), filtros de página (para aumentar el
contraste) y estenopeicos y tiposcopios (ranuras o hendiduras que se
colocan delante del ojo o del papel, respectivamente, con el propósito de
concentrar la agudeza y la atención visuales).
3) Lápices y rotuladores de trazo ancho para la escritura/dibujo en tinta,
aunque
lo justo, porque demasiado peso, es decir, trazos muy anchos, dificultan
la visibilidad en lugar de facilitarla.
4) Diferentes auxiliares ópticos (microscopios, telescopios, telemicroscopios
y lupas manuales o con soporte e instrumentos para incrementar el campo
visual), útiles para distintas actividades, de manera que, tras la sugerencia
del especialista (entrenamiento visual, que corresponde al oftalmólogo del
EAICDV), sea el propio alumno el que decida, en función de su experimentación
propia, el más apropiado para cada actividad. Asimismo, se dispondrán
los recursos necesarios para su óptimo uso y mantenimiento.
5) Instrumentos para la escritura del Braille: a) escritura manual, con el
punzón
y la regleta; b) escritura mecánica, mediante las máquinas Perkins,
Blista, Erika o Philchs; c) escritura informatizada, con los sistemas portátiles
de almacenamiento y procesamiento de la información, como el Braille
Hablado (con seis puntos y un espaciador), el PC Disk y el PC Hablado
(con ocho puntos y un espaciador).
6) Sistemas de grabación específicos, como el magnetófono Sony TCM-4TR,
de fácil uso y transporte, con 4 pistas, que permite almacenar el doble de
información que un magnetófono convencional, sistemas de reproducción
específicos, como el Pletalk o Víctor, que constan de varias velocidades,
según el propósito del lector (UTT, 1999), así como el material fungible
para estos aparatos (cassettes de audio y pilas).
7) Biblioteca de aula:
a) libros y textos adaptados o macrotipos, siguiendo
los criterios para la adaptación de textos que proponen Barraga (1990) o
Astasio (1996) (tamaño, peso y contraste adecuado de las letras, espacios
interlineales, entre palabras y entre sílabas); b) libros en Braille, para
aquellos alumnos que no pueden aprovechar su resto visual; c) libros
hablados, es decir, grabados en audio, que permiten una «lectura»
cómoda, relajada y rápida aunque presentan otras desventajas, como la
lenta localización selectiva de una información determinada y la fácil pérdida
de la atención y concentración; d) libros digitales adaptados en CD
ROM que resuelve los problemas de selección y búsqueda que presentan
los anteriores y permiten el almacenamiento e impresión de la información
necesaria en tinta o en Braille, a la vez que resultan más cómodos
para su transporte (Bueno y otros, 2000a).
8) Calculadoras científicas pariantes, como el Audiocal EC-9056-AF o el programa
de cálculo Multical para ordenadores o PC Hablado, con funciones
similares a las calculadoras científicas convencionales.
9) Otros recursos específicos que deben de encontrarse en la biblioteca del
aula son los siguientes (UTT, 1999): a) DILE: Diccionario para Invidentes
Larousse Electrónico, en disquetes, o el DIRAE: Diccionario para Invidentes
de la Real Academia Española; b) enciclopedia electrónica hipertextual,
en CD ROM y en disquetes, o el diccionario enciclopédico informatizado
en español Alkona, adaptado a sintetizadores de voz, que incluye biografías,
acontecimientos históricos y lugares geográficos, además de definiciones
conceptuales; c) diccionarios de inglés, como el diccionario
parlante inglés Franklin LM-6000-SE, y de otros idiomas, como el DABIN:
Diccionario Automático Bilingüe para Invidentes, para traducciones de
español/inglés y viceversa y español/francés y viceversa; o bien traductoras
parlantes, como la traductora parlante inglés/español Berlitz SD-4500.
10) Para el manejo de los programas anteriores, se precisan aparatos
informáticos
debidamente adaptados (Rodríguez Fuentes y Gallego Ortega,
2001), tanto de hardware y dispositivos de entrada y de salida (pantallas
grandes y planas, acompañada de una tarjeta de imagen adecuada, para
proporcionar una óptima resolución de colores y nitidez de las imágenes,
protector de pantalla, que evite o reduzca los reflejos y la fatiga visual,
línea Braille, para el acceso a la información en Braille de la pantalla)
como de software (sistemas de acceso a Windows, como el Tiflowin y el
Jaws (Bueno y otros, 2000b), magnificadores de pantalla, como el Zoomtext
y el MEGA 2.0 (Alonso y otros, 1997), sintetizadores de voz para acceder
a la información de la pantalla, como el Ciber 232-P, el AUDIOBOX y
el programa HABLA (UTT, 1999) o los propios procesadores Braille
Hablado, PC Disk y PC Hablado).
11) Impresoras convencionales, en color y de alta resolución, y específicas
Braille, como la Impresora Personal Porthatiel, para los sujetos con baja
visión e invidentes, repectivamente.
12) Existen otros recursos audiovisuales más tradicionales, que pueden
combinarse
con los anteriores: vídeos, cassettes de audio, retroproyector, etc.
13) Actualmente contamos con sistemas de traducción de textos al sistema
Braille, como el Programa Cobra, y con maquinas fotocopiadoras, como
el thermoform, que permiten la conversión de textos escritos en tinta y
gráficos y dibujos a textos en Braille y en relieve, respectivamente.
14) También se han diseñado sofisticados medios audiovisuales para facilitar,
principalmente, la lectoescritura de alumnos con problemas graves de
visión, basados en sistemas de reconocimiento óptico (OCR) o inteligente
(OÍR) de caracteres, como el sistema de lectura Galileo y el Reading-Edge
(UTT, 1999; Bueno y otros, 2000b), que permiten la traducción de textos
escritos al lenguaje oral y la ampliación del tamaño de la letra, mediante
un escáner, un programa de reconocimiento de caracteres, un monitor y
un sintetizador de voz, Como programas informáticos destaca el programa
LEE para el acceso a las letras impresas, permitiendo su conversión
al lenguaje oral, su impresión en Braille y su almacenamiento. Para aquellos
alumnos que conserven un resto visual considerable puede ser provechoso
la utilización de sistemas de ampliación, mediante circuitos
cerrados de TV, como la Lupa-televisión o Tele-lupa, que amplia notablemente
la imagen captada por la cámara a un monitor, y la Boli-lupa,
que no consta de monitor sino que permite su conexión a cualquier televisor
convencional; de ahí su potencial, ya que lo hace menos pesado y
aparatoso, lo cual facilita su transporte y reduce su coste. Algunos de
éstos combinan la ampliación de la información en la pantalla con la
reproducción oral.
La didáctica multisensorial consiste, como indica su nombre, en la utilización
y aprovechamiento de todos los sentidos para el aprendizaje escolar, incluso
aquellos que puedan encontrarse gravemente afectados, como es el caso de la visión en
personas con baja visión. En este sentido, el tacto ha de estimularse y
utilizarse para
el aprendizaje, dado que no todas las imágenes visuales pueden ser descritas
sino que algunas requieren ser captadas por el propio sujeto. En estos casos, la
percepción
háptica es fundamental para la asimilación del alumno y el posterior
reconocimiento.
Esta idea subyace en numerosas experiencias didácticas, desarrolladas
con niños ciegos (Martín-Blas, 1996; Gilili y Yago, 1997; Consuegra, 1998;
Blanco,
1998). Evidentemente, la audición se convierte en una fuente fundamental de
recepción de estímulos, por tanto, ha de desarrollarse y aprovecharse para
aprendizajes
escolares.
La alusión a la utilización sensorial aconseja insistir, nuevamente, en la
necesidad
de entrenar, estimular y "exigir- el uso del resto visual de aquellos alumnos
que lo conserven (baja visión), en tareas escolares, incluyendo la
lectoescritura, si
es posible, lo cual requiere una evaluación psicopedagógica.
Los docentes han de conocer y dominar el funcionamiento de los anteriores
aparatos, para lo cual cuentan con la ayuda y asesoramiento de los profesionales
cualificados: profesores y técnicos de los equipos de apoyo a la integración de
ciegos
y deficientes visuales y las unidades tiflotécnicas de la ONCE, que visitarán
periódicamente los centros que escolaricen alumnos con problemas de visión.
Todos ellos han de asumir la responsabilidad de informar e incitar al alumno
acerca
de la utilización apropiada de los recursos tecnológicos. Estos recursos han de
estar
ubicados en el aula ordinaria o, en su caso, en el aula específica o de apoyo, a
la
cual el alumno tendrá acceso, si es suficientemente maduro y responsable o, en
su
defecto, acompañado por el profesor de apoyo, especialista, de guardia u otros
adultos. En caso de que estas aulas no dispongan de material informático, se
designará
un horario durante el cual el alumno pueda asistir a las aulas de informática,
para hacer uso de los ordenadores y programas específicos, aunque lo ideal sería
que existiera un ordenador en el aula ordinaria.
La elaboración de estas adaptaciones pasa por las siguientes fases (MEC, 1992):
-
a) evaluación psicopedagógica individual para la identificación exhaustiva de
las
necesidades educativas, que vendrán determinadas por las características
individuales;
-
b) identificación de las necesidades educativas especiales, que emanarán
del estudio de las características anteriores y la detección de dificultades y
peculiaridades
que muestren;
-
c) elaboración de las propuestas específicas de intervención,
acordes con cada una de las necesidades especiales y
-
d) aplicación y
seguimiento de las actuaciones planificadas.
Por tanto, es fácil comprender que se trata de un proceso individual y el riesgo
que se asume con la determinación de planteamientos genéricos. En consecuencia,
a continuación se describen brevemente y a modo de sugerencias algunas de
las adaptaciones que pueden ser válidas para las áreas curriculares de alumnos
con
problemas sensoriales, resultando inviable profundizar en cada una de ellas ni
en
las adaptaciones individuales significativas, pues, como denota su nombre,
dependerán
de las posibilidades individuales.
En primer lugar, cabe resaltar la necesidad de una estimulación temprana, en
la cual se enfatizará el uso del re.sto visual, en caso de que lo tengan, junto
a la estimulación
del resto de los sentidos, especialmente el tacto y el oído. Diferentes
programas
se han elaborado con la intención de estimular el resto visual:
a) Programa
para desarrollar la eficiencia en el funcionamiento visual (Barraga y Morris,
1980);
b) Programa look at me (mírame) (Smith y Cote, 1982); c) Proyecto IVEY para la
eficiencia visual (Turlington, 1983), d) Programa look and think (mira y piensa)
(Chapman y Tobin, 1986); e) Programa it's more than aflash-ligth (es más que
una luz) (Harrenl y Akenson, 1987); O Programa VAP-CAP: evaluación visual y
programación-capacidad, atención y procesamiento (Blanksi^y, 1992); g) Programa
para el desarrollo de la percepción visual (Frostig, Home y Miller, 1964).
Programas,
cuyo principal objetivo escolar es el desarrollo y utilización eficaz del resto
visual para el acceso a la lectoescritura en tinta tradicional, dado el
beneficio evidente
de este método, frente al Braille, aunque esta elección no depende
exclusivamente
de la funcionalidad visual, sino que plantea un dilema que ha de ser
resuelto tras la evaluación de otros aspectos adicionales, como la actitud del
alumno hacia el uso de su visión, el pronóstico de la patología, el uso y la
aceptación
de las ayudas ópticas y la sensibilidad a la luz y al contraste.
Además de la estimulación visual, se implementarán programas de entrenamiento
visual, complementarios a los anteriores, cuyo propósito es optimizar el uso
que hacen los alumnos de las ayudas ópticas prescritas, incrementar su
aceptación,
en caso necesario, e informar sobre las posibilidades de otros recursos ópticos
y
no ópticos, como la iluminación, la postura adecuada, el mobiliario oportuno y
su
posición adecuada, siendo el propio alumno, en último término, el que tome la
decisión sobre ellos, acorde con su funcionalidad.
Si tras la evaluación psicopedagógica se estima-se oportuno, se fomentarán las
relaciones interpersonales, la comunicación, la manipulación de objetos, el
movimiento
y la búsqueda selectiva de objetos y sujetos, pudiéndose implementar diferentes
programas, como los siguientes:
-
a) Programas de orientación (establecimiento de puntos de referencia auditivos,
olfativos y especialmente táctiles) y movilidad (técnicas básicas de
posturas corporales y colocación de extremidades, uso de los recursos
de movilidad aludidos y prácticas).
b) Programas de desarrollo cognitivo, especialmente orientados a potenciar
la adquisición de ciertos aspectos, en los que frecuentemente se han
ob.servado desfases sobre nociones básicas a edades tempranas.
c) Técnicas de estudio, basadas en -aprender a aprender», con técnicas
específicas
para alumnos ciegos (como los gráficos en relieve con palabras claves,
cuadros o enumeraciones de caracterí.sticas fundamentales, síntesis
de ideas en lugar del subrayado de las mismas) y para alumnos con baja
visión (intensificar el uso de colores variados que aumenten el contraste
y, por tanto, resalten las ideas mediante la utilización de rotuladores de
trazo grueso que incluso cubran la/s palabra/s si ello incrementa el contraste
y la identificación, asegurándose de que no se desplace la tinta
impresa, mapas conceptuales, cuadros sinópticos y gráficos ampliados y
en color).
d) Programas de desarrollo de habilidades sociales, dada la dificultad que
presentan
e.stos alumnos en la adquisición de habilidades interpersonales,
madurez social, adaptación de integración social, competencia social,
repertorio de habilidades sociales, assertividad, creación de la autoimagen y
autoconcepto y lenguaje corporal y gestual. Aunque pueden desarrollarse
los programas generales de desarrollo de habilidades sociales, éstos
requieren ciertas adaptaciones, de manera que se han creado programas
específicos para personas ciegas, como el de Verdugo y Caballo (1995).
e) Programas para el desarrollo de habilidades de vida diaria (higiene, vestido,
comida, conductas apropiadas, tareas del hogar, relación y utilización
de materiales cotidianos y específicos), que se desarrollan espontáneamente
en sujetos sin déficits visuales, pero pueden requerir cierto entrenamiento
adicional para personas con deficiencia visual.
f) Programas de orientación vocacional y profesional, cuyo propósito primordial
es contribuir al aumento del conocimiento de sí mismo y dar a
conocer las posibilidades educativas y laborales (posibilidades, limitaciones
y potencialidades, formación en centros específicos y ordinarios,
selección de perfiles apropiados, etc.) coadyuvando la toma de decisiones
por parte del propio alumno.
Para garantizar el desarrollo de las habilidades anteriores el equipo específico
diseña el Plan Individualizado de Atención (PÍA), cuya responsabilidad recae
sobre
todo el equipo multidisciplinar, integrado por maestros, psicólogos,
trabajadores
sociales, oftalmólogos, técnicos en rehabilitación básica, tiflotécnicos y
animadores
socioculturales, implicando a los miembros familiares. Esta planificación debe
ser
coherente con la planificación curricular, para desarrollar un trabajo
cooperativo.
Por tanto, se contemplarán estos objetivos (introducción de nuevos objetivos),
obviando, si fuese necesario, otros contenidos u objetivos de alto requerimiento
visual y de menor trascendencia (eliminación de objetivos) y posponiendo otros a
cursos posteriores (modificación/alteración de objetivos).
En cuanto a la metodología y evaluación, se tendrá en cuenta que estos niños
pueden necesitar tiempo adicional para la adquisición de ciertos conceptos y
habilidades,
debido a que el tacto tiene un carácter analítico, es decir, va de lo particular
a la totalidad, al contrario del funcionamiento visual, que sigue mecanismos
de tipo deductivo, y ello conlleva un ritmo de aprendizaje más lento. Además,
mientras que el sujeto normovidente sólo tiene que percibir una determinada
conducta
para emularla, el alumno ciego ha de vivificarla (mediante descripciones
exhaustivas o reconocimiento táctil) para adquirirla. Se emplearán estrategias
didácticas oportunas, basadas en la pluralidad sensorial, con los medios
auditivos
y audiovisuales a su alcance, la experimentación y manipulación propia y se
evitará
la toma excesiva y exclusiva de apuntes. Las fórmulas de evaluación serán las
adecuadas a las posibilidades de los alumnos: controles orales, evaluación
permanente
de los trabajos diarios y, en caso de exámenes escritos, se otorgará un tiempo
adicional para su realización.
En lengua española y literatura, se ha de partir de los conocimientos previos,
que variarán enormemente. Por tanto, se diagnosticará el desarrollo del lenguaje
oral y sus experiencias comunicativas. El énfasis en el dominio de la lengua
será la
característica fundamental, paliando el déficits potencial de vocabulario léxico
y
dotando de significado a los frecuentes verbalismos (palabras vacías de
contenido
para los sujetos, bien por su desconocimiento semántico, por su alto contenido
visual, o bien por su uso azaroso, inapropiado, impreciso o erróneo). Resulta
necesario
incrementar las descripciones sobre conceptos y fenómenos visuales y no
visuales que resulten relevantes para el sujeto, además de motivar para usar el
diccionario
e, incluso, para elaborar diccionarios de aula, con el objetivo de lograr un
léxico rico y preciso. Por último, dado que estos alumnos cuentan con menos
recursos y posibilidades para el establecimiento de relaciones sociales, hay que
procurar el desarrollo de estrategias comunicativas efectivas, referidas al
control de
la situación de comunicación (cantidad y características de los miembros
participantes
en la comunicación, lugar, existencia o no de moderador), a la estructura y
organización de la conversación (disciplina, orden, tiempo y tipo de
intervención)
y al vocabulario adecuado para la conversación e indicaciones que el alumno
ciego
debe hacer ante referentes que no hayan sido nombrados explícitamente o bien
hayan sido aludidos mediante pronombres que impidan la identificación por parte
del sujeto invidente.
Más peculiar resulta el lenguaje escrito, en el que las dificultades no sólo
conciernen
a la fase de transcripción del texto, es decir, al diseño de los grafemas, sino
que afecta a todo el proceso de expresión escrita: desde la búsqueda y registro
de
la información, con la utilización de textos, fuentes diversas, diccionarios y
enciclopedias,
hasta la revisión del texto producido, pasando por la utilización del léxico
apropiado, ortografía, sintaxis y estructura discursiva (Rodríguez Fuentes,
2002a). Se
requiere, por tanto, el desarrollo de tas habilidades lingüísticas y cognitivas
necesarias
para mejorar la expresión escrita en estos alumnos, además del entrenamiento
adecuado para el manejo de los aparatos e instrumentos idóneos para la escritura
en tinta o en Braille. En cualquier caso, tanto la escritura puntiforme como la
escritura
en tinta puede .ser más lenta en sujetos con déficits visuales que en sujetos
sin
deficiencias, si bien se observan ciertas diferencias entre ellos: frecuentes
errores
mecánicos y gráficos, falta de experiencia escritora fuera de la exigencia
escolar e
inexistencia del registro de ideas y fuentes, previo a la transcripción, en el
caso de
la escritura en Braille, y errores disléxicos y disgráficos (grafía, caligrafía
y aspectos
formales del texto), en el caso de la escritura impresa. Los propios alumnos son
conscientes de su necesidad de perfeccionar la transcripción del texto; pero
también
ha de complementarse con la adquisición y desarrollo de habilidades lingüísticas
de
mayor nivel cognitivo que frecuentemente olvidan o ignoran, como la
planificación
y la revisión del texto, con todas sus suboperaciones.
La enseñanza del sistema Braille se realiza mediante las cartillas de
sensibilización
táctil y la memorización de los grafemas Braille, en el contexto del grupo
clase, con métodos analíticos, que son los únicos que hacen viable la enseñanza
del Braille, dada la secuencialización de la percepción háptica. Ambas tareas
resultan
difíciles en este caso de la lectura visual. A estas dificultades se les une la
lentitud
propia de la lectura, que Valles (2000) sitúa en un retraso de dos años
aproximadamente con respecto a la lectura visual, debido a la secuencial del
Braille,
a diferencia del rápido y amplio líarrido visual cuya amplitud perceptiva es 15
veces mayor, según el autor anterior, la ausencia motivadora (sin dibujos,
esquemas,
colores), la fatiga lectora (consecuencia del sobreesfuerzo táctil invertido en
la decodificación del sistema en relieve Braille), y los errores lectores
(confusiones
en el reconocimiento de las posiciones vertical y horizontal de los caracteres,
omisión
y adición de puntos del grafema y confusión de caracteres con el mismo
número de puntos u análogas configuraciones). Motivar su aprendizaje y
desarrollo,
mediante juegos corporales, espaciales, puzzles, encajes, y dibujos en relieve
(Martín-Blas, 2000) y enfatizar la trascendencia de esta competencia son
estrategias
loables. Aun así, la lectura que realizan los alumnos con baja visión también
resulta
más lenta, fatigada y dificultosa, dada la capacidad visual que requiere. Además
de
las estrategias, los recursos apropiados, mencionados anteriormente (ayudas
ópticas,
iluminación, mobiliario, contraste, dibujos, gráficos, letra adecuada, libros
ampliados, hablados o en CD ROM, ampliación de textos con ordenadores o
circuitos
cerrados de TV y traducciones al lenguaje oral) deben utilizarse, con el
propósito
de eliminar o reducir algunas dificultades así como el esfuerzo invertido en
la tarea. Asimismo, se observará si el alumno realiza una lectura comprensiva o,
por el contrario, las limitaciones léxicas del lenguaje oral afectan
notablemente a
la comprensión lectora. Valles (2000, 336) indica que «en lo referido a la
comprensión
lectora, se han detectado desfases de hasta cuatro años entre la edad escolar
y la edad cronológica». En estos casos, se precisa incrementar el vocabulario
oral
léxico, seleccionar cuidadosamente los textos apropiados al nivel de comprensión
del alumno y manejar diferentes tipos de textos (narrativos, argumentativos,
noticias,
diálogos) con diferentes intenciones, estructuras y características, para
garantizar
la adquisición de las estrategias necesarias, en cada caso, para dotar de
significado a las palabras leídas.
En definitiva, ambas actividades (escritura y lectura) pueden resultar
problemáticas.
Por tanto, pueden requerir mayor énfasis su adquisición y dominio, al
menos en intensidad temporal y motivación. Garantizar el correcto desempeño
lectoescritor
en todos los aspectos (comprensión, presentación formal, caligrafía, sintaxis,
léxico, planificación escritora, revisión textual, etc.) se convertirá en
objetivo
prioritario ineludible de la intervención educativa con estos alumnos, aunque se
tolere la menor velocidad lectora y la extensión temporal en su adquisición y
desarrollo,
unido, quizá, y a pesar de que trate de evitarse, a una cierta desmotivación
y una menor práctica autónoma de estas actividades que las de sus compañeros sin
deficiencias. No obstante, no deben tolerarse disfunciones ni retrasos
significativos,
ni siquiera en los aspectos formales del texto, porque tanto los invidentes como
los
deficientes visuales pueden y deben alcanzar un grado de desarrollo
lectoescritor
similar al de los sujetos sin problemas visuales, aunque requiera un intenso
esfuerzo por parte de los profesionales (profesores, logopedas, profesores
itinerantes)
y familiares, amén, por supuesto, del propio alumno.
Los contenidos impartidos en el área de matemáticas serán idénticos a los de
los alumnos sin déficits visuales, aunque es posible que existan dificultades en
esta
área, derivadas del desarrollo evolutivo peculiar de los alumnos con problemas
de
visión (en desventaja con el desarrollo evolutivo de sujetos normovidentes) y de
la
intervención didáctica, más que de la propia carencia o deficiencia visual.
Algunas
estrategias didácticas apropiadas son:
a) apoyarse en la actividad manipuladora
del
sujeto, que potencie el desarrollo de habilidades básicas, como tamaños, formas,
volúmenes, etc.;
b) utilización de material tridimensional que permita la
representación
mental;
c) enseñanza de la signografía Braille específica y los signos
matemáticos
en letra impresa;
d) utilización de ilustraciones reales que permitan al
sujeto hacer estimaciones y extrapolaciones sobre tamaños, espacios y otras
nociones
visuales;
e) partir de los conocimientos previos y nociones que ya ha
aprehendido
el alumno y de su experiencia anterior;
f) vincular los problemas y
soluciones matemáticas con situaciones reales que viva o pueda vivir el sujeto;
g)
poner de manifiesto la funcionalidad de los aprendizajes matemáticos para la
vida
diaria y el desarrollo profesional;
h) uso de recursos pertinentes para
incrementar
las posibilidades de manipulación del sujeto, como el abaco, la caja aritmética,
cuerpos geométricos, representaciones en thermoform y horno fúser, y otros
recursos
alternativos, como las calculadoras parlantes, las reglas en relieve y el compás
con punta de goma. Cabe reseñar la importancia de dos contenidos fundamentales
del área de matemáticas: el cálculo, habilidad instrumental básica de
importancia
y funcionalidad evidente y la geometría, que contribuye al desarrollo de
habilidades y estrategias esenciales en sí mismas y transferibles a otras
situaciones
de aprendizaje y, por tanto, propedéuticas.
Similares son las adaptaciones que se precisan en el área de conocimiento del
medio: materiales adaptados, como mapas ampliados, en relieve, maquetas y
objetos
reales que permitan su manipulación, unidos a estrategias didácticas que
enfaticen
la pluralidad sensorial, la experimentación propia y observación metódica de
materiales, recursos e instrumentos de otras sociedades, las visitas guiadas a
centros
y lugares de la zona, la comprensión e incluso interpretación (mediante obras
de teatro o simplemente simulaciones en clase) de co.stumbres y conductas de
otras
sociedades, fomentando el respeto y la tolerancia. Debido a la imposibilidad de
implementar las estrategias anteriores para contenidos que conciernen a
contextos
lejanos así como de otros medios (otros países o continentes, astros,
estrellas...) la
interiorización de éstos puede resultar más dificultosa, pues se reduce a la
memorización
de características descritas, de forma oral o escrita (Álvarez Gómez, 1999).
Conductas sobreproteccionistas de los adultos que rodean a estos alumnos, ya
aludidas
por su frecuencia de aparición, reducen la manipulación y no fomentan, por
tanto, el conocimiento del medio, a la par que desarrollan vínculos de
dependencia,
nefastos para el alumno.
Para las lenguas extranjeras, el esfuerzo más intenso estará orientado a la
selección
de los recursos y medios didácticos más apropiados a las posibilidades de los
alumnos, primando el diálogo interpersonal, los medios auditivos y
audiovisuales,
comentando las imágenes visuales (el propio profesor o los compañeros) o bien
realizando
un texto escrito con la descripción de las imágenes. Se proporcionarán los
recursos específicos, como diccionarios en CD ROM y las traductoras pariantes.
Como
complemento, se puede elaborar en el propio aula un diccionario sobre
vocabulario
básico del curso, que podrá transcribirse en Braille o ampliarse, para
posibilitar su
uso a los alumnos invidentes y con baja visión, respectivamente. Este
diccic^nario se
irá complementando y utilizando cada curso. De otra parte, para optimizar la
pronunciación
puede .ser útil el empleo de palabras fonológicamente similares, como
ilu.stración
para que el alumno identifique la colocación labial aproximada y la
perfeccione mediante el ensayo y error o, en su defecto, describir los
movimientos de
los músculos fonológicos precisos (labios y lengua, principalmente).
La expresión plástica y artística .se torna fundamental para el desarrollo
integral
del alumnado deficiente visual y ciego, incluido el desarrollo multi.sensorial,
además de su carácter compensatorio de posibles dificultades que puedan surgir
en el itinerario escolar del alumno, dada la estrecha vinculación exi.stente
entre este
área y el re.sto de áreas curriculares (Álvarez Gómez, 1999). Deben eliminarse
aquellos
objetivos y contenidos que se refieran a aspectos cromáticos, a.sí como aquellos
otros de marcado o exclusivo componente visual, pudiendo modificarse por otros
relacionados con las diferentes texturas, que propicien el desarrollo háptico.
Mediante la manipulación háptica y la didáctica multisensorial, incluso con el
aprovechamiento
visual, si es posible, y comenzando con el descubrimiento de las posibilidades
del propio sujeto (desarrollo del autoconcepto), se procurará un
aprendizaje vivencial de expresiones y representaciones de .sentimientos, deseos
e
ideas, a través de códigos no lingüísticos. Actividades apropiadas son también
la
manipulación de diversos materiales de diferentes volúmenes, formas, tamaños y
texturas (en lugar de colores) y el modelado de arcilla y pla.stilina, valorando
más
el proceso que el resultado.
En educación musical, ha de en.señarse la signografía Braille específica y
e.stimularse
la memoria musical, dada la inviable manipulación simultánea de la partitura
y del instrumento musical. Una vez conseguida, las personas con déficit visual
muestran un buen desarrollo auditivo y son capaces de distinguir y apreciar
unos
tonos de otros y manifiestan una buena disposición y habilidad para la música.
Los
alumnos con baja visión, sin embargo, pueden aprovechar su visión para la
lectura
visual de las partituras, aunque éstas hayan de ser ampliadas.
Para el dibujo se usará la plancha de caucho, el papel positivo y el punzón o
un bolígrafo adaptado y la regleta, los equipos de dibujo de líneas en relieve
de
Swell, herramientas que permiten proporcionar relieve a las líneas y dibujos
trazados
por el alumno. Existen algunos programas para enseñar a dibujar a alumnos
ciegos, como el método de dibujo de «elementos básicos», que sigue la secuencia
progresiva de dibujos siguiente: volúmenes, .secciones, siluetas y dibujos en el
plano de cada una de las siluetas. Para los alumnos invidentes supone una
experiencia
inédita de expresión, a diferencia de los alumnos que escriben en tinta, que
perciben el dibujo como una actividad parecida al diseño grafémico, aunque más
creativa o menos convencional. En el ca.so de alumnos con baja visión, se
seleccionarán
los recursos nece.sarios: papel de óptima calidad y rotuladores de trazo
ancho, de colores vivos pero sin brillo, para evitar los reflejos, la
iluminación y postura
adecuadas.
La actividad física, lejos de postulados manifiestamente ancestrales que la
consideraban
innecesaria o inviable o que la reducían a deportes estáticos, e incluso
de eliminarla del currículo del sujeto invidente, es muy positiva para estos
alumnos,
tanto para paliar estereotipias o movimientos repetitivos o de autoestimulación
y posturas incorrectas como para potenciar el desarrollo motor, psicomotor,
del esquema corporal, del autoconcepto, de la movilidad y orientación y de la
personalidad,
en general. Además, tanto los alumnos invidentes como con baja visión
logran alcanzar todos los objetivos y contenidos de este área, aun de forma
diferente,
con las estrategias didácticas apropiadas, generalmente basada en actividades
grupales, la colaboración entre compañeros, con el profesor a la cabeza de la
ayuda técnica apropiada. Evidentemente, las actividades físico-deportivas que
puede realizar el alumnado con problemas de visión son diferentes, eludiéndose
los deportes competitivos de alto requerimiento visual, como el fútbol, el
baloncesto,
el tenis... tradicionales, aunque pueden adaptarse los instrumentos (balones
sonoros, más grandes) y las normas, para permitir su participación. No obstante,
otros deportes disminuyen la capacidad visual requerida y resultan más propicios
para personas con deficiencia visual, como el ajedrez, la halterofilia, el judo,
el montañismo, el atletismo en pareja, la natación, el esquí, el fútbol-sala, el
ciclismo en tándem y el goalball o el toarball (específicos para ciegos).
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ADAPTACIONES CURRICULARES PARA ALUMNOS CON BAJA VISIÓN E INVIDENTES Antonio RODRÍGUEZ FUENTES Universidad de Granada
2003 Ediciones Universidad de Salamanca Enseñanza
13.Out.2015
publicado
por
MJA
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