imagem: O professor cego Tomas Espinoza
ensinando braille a crianças cegas - San José, Costa Rica (1943)
Las necesidades educativas específicas que presentan los alumnos ciegos y con
baja visión se relacionan directamente con las implicaciones que resultan de la
discapacidad visual.
Algunas estrategias de actuación de carácter general que habrán de tenerse en
cuenta a la hora del contacto con estos alumnos, son las siguientes:
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Es esencial, establecer con él un vínculo desde lo personal y no desde el
déficit. Esto le da permiso para diferenciarse e integrar sus propios
sentimientos.
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Reducir nuestras propias vacilaciones frente al alumno para no incrementar su
inseguridad.
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Permitirle autonomía. No ayudarle si no lo necesita. Hacerle ver sus
posibilidades reales.
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No negar sus limitaciones. Preguntarle sobre sus necesidades. Si se quiere
saber algo de él, se le debe preguntar directamente.
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Saludarlo. No jugar a las adivinanzas ni ponerlo a prueba: identificarse.
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Decir las cosas claramente. No evitar palabras relativas a la visión.
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En definitiva conocer las características de este déficit, para actuar con
naturalidad y devolverle al alumno la imagen de una persona valiosa en sí misma,
por encima de su deficiencia.
Debemos tener en cuenta cuales son los canales para poder obtener información
del mundo en que viven y con el que han de interactuar y en consecuencia como
han de obtener de ellos el máximo aprovechamiento. Se precisará:
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Una estimulación multisensorial, que permita y favorezca la utilización de
todos los sentidos, sobre todo tacto y oído.
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Trabajar sobre objetos y situaciones de la vida real.
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Verbalizar todas las situaciones utilizando un lenguaje concreto.
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Tomar conciencia de los procesos que se realizan y transmitir los datos
significativos de los mismos.
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Anticipar verbalmente algunos hechos, sobre todo si el entorno es poco
conocido. Evitar sorpresas.
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Dar información adicional en los casos que el alumno no pueda percibir los
datos significativos por sí mismo.
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Controlar el nivel de ruido en el aula.
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Tener en cuenta que la percepción háptica es analítica, por lo que el alumno
necesita un tiempo mayor que el que se necesita visualmente para componer
mentalmente la globalidad, una vez que ha tocado el objeto de forma sucesiva y
organizada; algo que precisa entrenamiento.
Es importante tener en cuenta que estos alumnos perciben mejor:
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Los objetos reales o maquetas,
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Las representaciones bidimensionales simples y con elementos muy
diferenciados,
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Las figuras estáticas,
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Las figuras que no estén superpuestas o con perspectiva.
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Es necesario también trabajar la exploración con varios objetos a la vez:
discriminar los que uno desea, retirar los otros, clasificar sin perder
elementos,…
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Debe entrenarse la enseñanza del dibujo: partir de formas estructurales y
esquemáticas.
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Cuando el resto visual no resulta satisfactorio para trabajar la
lectoescritura en negro, se ha de favorecer y motivar la utilización del código
Braille.
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Además, si queremos que imite algún gesto motor se le ha de permitir que toque
el modelo y/o realizar el gesto en el cuerpo del alumno ciego.
El lenguaje que presenta el niño también nos informa de la estructura de su
pensamiento y los contenidos que posee:
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Es necesario potenciar las experiencias personales del alumno en relación con
la vida real. Valorar sus experiencias y fundamentar en ellas el lenguaje.
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Potenciar la búsqueda de relación entre conceptos, la unidad del discurso, la
percepción relacionada de las cosas.
Como en la mayoría de los casos los alumnos tendrán un cierto grado de visión,
será necesario:
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Conocer la situación visual del alumno y sus implicaciones desde el punto de
vista educativo y funcional.
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Permitir y facilitar la utilización de las ayudas ópticas y no ópticas
necesarias.
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En general, utilizar un material claro, bien contrastado y sin acumulación de
imágenes.
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Dar referencias de la situación de elementos en una página.
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Entrenar el formato de los libros de texto, de manera previa o simultánea a su
utilización.
Dada la especial dificultad que presenta la persona ciega para ubicar los
objetos en el espacio y establecer referencias de posición entre los mismos, es
necesario:
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Procurar referencias concretas de la situación de objetos y personas.
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Procurar mantener un orden fijo.
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Atención a puertas y ventanas!, deben permanecer abiertas o cerradas, de forma
que no pueda golpearse con el canto.
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Avisar de obstáculos, escalones o cambios de orden del mobiliario.
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Si necesita que se le guíe, el vidente debe ir delante del ciego o deficiente
visual.
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Estudiar los problemas inherentes a la estructura del entrono para ver la
posibilidad de adaptarlos y facilitar al alumno mayor autonomía.
Por último, de todo lo anterior puede deducirse la mayor lentitud que tanto en
la recogida de información como en la realización de las tareas presentan los
niños ciegos, de ahí la necesidad de:
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Respetar el ritmo del alumno. A veces hay que darle más tiempo.
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Proporcionarle estrategias muy claras de organización del trabajo.
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Favorecer que planifique su propio trabajo: que haga un hábito de esta
planificación.
Todas estas necesidades del alumno ciego y con baja visión deben ser valoradas y
consideradas en los distintos niveles de concreción curricular: desde el
proyecto curricular a la programación de aula en la que se incluirá la
adaptación curricular realizada para el alumno deficiente visual integrado en el
grupo.
El papel del profesor.
El profesor es el elemento clave en el proceso de inclusión educativa. Es
necesaria una honda convicción de que la participación del alumno con
discapacidad visual es posible en el contexto escolar. De ahí la importancia de
poder recibir una formación inicial y permanente en aspectos evolutivos y
educativos de la discapacidad visual así como informarle de las prestaciones y
servicios específicos complementarios a su labor educativa.
La presencia de un alumno con baja visión o ciego le obligará a realizar ciertas
modificaciones organizativo-didácticas que pueden resumirse en los siguientes
puntos (Martínez Liébana, 2000):
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Ha de hacer uso de medios alternativos a los usuales para el cumplimiento de
los diferentes objetivos curriculares,
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ha de atender, en cada momento, al ritmo con que el alumno realiza las
diferentes tareas escolares,
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ha de permitir la instalación en el aula de instrumentos y material didáctico
específicos,
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ha de verbalizar cuanto escriba en la pizarra,
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ha de reiterarle la presentación de información,
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ha de ser flexible en la elección de los sistemas de evaluación,
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ha de animar al alumno a la participación en clase y a la interacción con sus
compañeros, y
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ha de considerar al profesor de apoyo como un elemento esencial dentro y fuera
del aula, con el que ha de cooperar y coordinarse continuamente.
Las adaptaciones curriculares.
Elemento esencial de la educación del alumno es, sin duda, el currículo,
concebido genéricamente como el conjunto de objetivos, contenidos, metodologías,
estrategias de enseñanza y sistemas de evaluación que definen y configuran el
proceso formativo de aquél en cada etapa, ciclo o curso. Por ello, la
integración educativa del alumno ciego o deficiente visual se halla también
claramente regulada y condicionada por este factor educativo fundamental.
El concepto de adaptación curricular hace referencia al intento de adecuar la
enseñanza a las peculiaridades y necesidades de cada alumno. Alude, asimismo, al
reconocimiento del aula como conjunto heterogéneo y diverso de alumnos, para el
que no existe una respuesta educativa única. Así, las adaptaciones curriculares
son las estrategias de adecuación del currículo general a las necesidades
individuales de los alumnos. El punto de partida de las adaptaciones se sitúa en
un único currículo general común a todos los alumnos para la enseñanza
obligatoria.
Los alumnos ciegos o deficientes visuales, debido a su carencia sensorial,
precisarán fundamentalmente adaptaciones de acceso al currículo. Estas son de dos tipos:
a) Adaptaciones del entorno físico: referidas a los cambios materiales que es
preciso realizar en el aula y en el centro escolar para garantizar una adecuada
integración física del alumno. Aspectos que han de tenerse en cuenta aquí son,
por ejemplo:
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organización fija de los distintos elementos y advertencia expresa en caso de
modificación de los mismos,
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puesto escolar con espacio suficiente para manejar el material,
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conocimiento exhaustivo de las diferentes zonas por las que ha de desenvolverse el alumno,
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eliminación de obstáculos y barreras arquitectónicas que impidan la accesibilidad,
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posición en el aula en lugar avanzado,
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previsión de espacios donde el alumno vaya a recibir algún apoyo,
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adecuada iluminación,
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pizarra suficientemente visible.
b) Provisión de recursos técnicos: destinados a garantizar un adecuado acceso y
reproducción de la información: libros, materiales en relieve, máquina de escribir braille.
Estas adaptaciones de acceso al currículo han de ir acompañadas y reforzadas con
la aplicación al alumno de ciertos programas específicos de extraordinaria
importancia: Lectoescritura braille, Estimulación visual, Rehabilitación
Integral (Orientación y Movilidad y Habilidades de la Vida Diaria), y Tiflotecnología.
El papel de los compañeros.
Los compañeros del niño ciego o discapacitado visualmente son el primer estrato
de la sociedad en la que progresivamente él ha de integrarse. Del aprendizaje y de las experiencias que tenga en ese primer nivel dependerá, en gran medida, el
desarrollo posterior de su integración. De ahí, precisamente, la importancia de propiciar
entre ellos interacciones positivas de respeto, comprensión y mutua solidaridad.
Por otra parte, si la metodología de enseñanza que pone en práctica el profesor
de aula es participativa y cooperativa, el alumno ciego puede recibir de su
compañero vidente ayuda y apoyo, al mismo tiempo que proporcionarla él mismo, lo
que generará sin duda un enriquecimiento mutuo y un considerable incremento del
nivel de autoestima personal. Esto se corrobora con algunos estudios e
investigaciones sobre el nivel de aceptación y el tipo de relación más frecuente
que se entabla entre alumnos ciegos y videntes en aulas ordinarias. Otras
destacan con toda claridad, el papel fundamental que en la integración del
alumno ciego o deficiente visual desempeñan sus compañeros videntes, así como
los beneficios extraordinarios que para ambos reporta la interacción mutua.
Otros factores externos que ayudan a la adaptación de los alumnos con
deficiencias visuales a la vida escolar.
La integración educativa del alumno ciego o con problemas de visión depende
también de la acción conjunta y coordinada de determinados servicios y agentes
externos a la institución escolar:
Los Equipos Específicos de Apoyo. El maestro itinerante.
El modelo actual de integración educativa de alumnos ciegos y deficientes
visuales en España tiene sin duda en el Equipo Específico de Apoyo su elemento
básico más característico y significativo. Vienen a completar la labor realizada
por los Equipos Psicopedagógicos de Orientación Educativa.
Los equipos específicos, de carácter autonómico, provincial o comarcal, según
los casos, se hallan integrados por diferentes profesionales, directamente
relacionados con el proceso de integración educativa del alumno ciego o
deficiente visual: psicopedagogos, trabajadores sociales, técnicos de
rehabilitación integral, instructores tiflotécnicos y, sobre todo, por maestros
itinerantes.
De las actuaciones del maestro itinerante de apoyo a la inclusión escolar hay
que destacar: el asesoramiento a los docentes del aula, la enseñanza de las
técnicas específicas a los alumnos, la adaptación y adecuación de materiales y
la atención a las familias.
La importancia de la buena relación con las famílias.
Los padres desempeñan un papel relevante en el proceso de integración educativa
del niño ciego y con baja visión. Para ello es indispensable que éstos acepten
de forma realista la deficiencia visual del hijo; en esta tarea los equipos de
atención temprana y de apoyo específicos desempeñan una importantísima labor.
La familia es pieza clave en el proceso de socialización; es también elemento
insustituible para el fomento de la autonomía personal del hijo, para la
aceptación por éste de su discapacidad y para la adquisición de un autoconcepto
positivo. Su colaboración con el profesor de aula y el profesor itinerante es
igualmente fundamental en el aprendizaje escolar del hijo, reforzando en el
hogar la actividad educativa que aquéllos realizan en la escuela.
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