Exercícios de Ginástica de Mãos: treino para crianças cegas
| Vienna - foto 1878-1898
Dedicado al Prof. J. Perelló
Es comúnmente sabido que los niños ciegos que
poseen una inteligencia normal experimentan
dificultades principalmente para comprender
la naturaleza concreta de las expresiones verbales
y para establecer diferencias entre conceptos; por
otro lado, adquieren las formas sintácticas con relativa
facilidad. Solnzewa (1980, p. 38) señala que los niños
ciegos imitan los ruidos de su entorno, como, por ejemplo,
los sonidos de los animales, de los motores, etc.,
más tarde que los niños videntes, al contrario de lo que
sucede con los sonidos del habla. Además, esta predisposición
a la imitación se prolonga durante más tiempo
y conduce a una especie de ecolalia en una etapa más
tardía. El lenguaje del niño ciego en su fase más temprana
es esencialmente comunicativo y también se caracteriza
por la tendencia a jugar con los sonidos, las
frases y las palabras compuestas. Wills ha ilustrado esta
tendencia lúdica con numerosos ejemplos de observaciones
hechas con dos niños ciegos. Para éstos, los sonidos
del habla adquieren vida propia (Wills, p. 112). El
discurso de los niños ciegos es más fluido e independiente
y no se encuentra tan sometido al plano del significado
(Wills, 1979, p. 86).
El sonido de frases y palabras compuestas pueden
ser verdaderamente objeto de fascinación para algunos
niños ciegos. Primero los reproducen y, por asociación,
este mecanismo deriva a la producción de
nuevas palabras compuestas. Wills (1979) describe
varios ejemplos de este comportamiento. Yo mismo
grabé, hace mucho tiempo, a una chica de diez años
que jugaba con estos patrones de sonidos y sus expresiones
hasta transformarlos en una forma próxima al
canto. Durante las terapias de logopedia, a veces los
niños juegan con el lenguaje de la misma manera.
Esta terapia consiste en hacer combinaciones de sonidos
con diferentes vocales para producir sílabas que
carecen de significado. Este entrenamiento acústico,
que en los niños suele despertar gran regocijo, se ha
denominado «ejercicio de diversión», término que
refleja esa afición infantil a jugar con los sonidos. Los
niños introducen a menudo variaciones en el material
básico mediante la adición de sonidos semejantes
provenientes de sus propias adquisiciones del lenguaje
hablado. Es comprensible que los niños con
una orientación sensorial auditiva adquieran las estructuras
gramaticales y las secuencias sintácticas primero como patrones de sonido y,
sólo más tarde, como
patrones a los que puede gradualmente asociar
un contenido.
Su competencia en el lenguaje concreto, directo y
productivo, en el lenguaje necesario para desenvolverse
en la vida cotidiana, se encuentra algo retrasado
en relación con su competencia en el plano de las
estructuras formales adquiridas a través de los patrones
de sonido. Wills (1979, p. 113) observó que, a
pesar del alto nivel sintáctico en el habla de uno de
sus niños como «producción libre», éste era incapaz
de expresar sus propias necesidades y dependía para
aquello en una buena medida de su madre. El otro
niño observado por Wills podía producir oraciones
más extensas. Sin embargo, era incapaz de construirlas
por sus propios medios, y sólo formulaba repeticiones
exactas de frases que había escuchado. Las había
aprendido como oraciones en un solo bloque,
partiendo de su estructura de sonidos.
EL DESARROLLO FONOLÓGICO
Se ha observado que un niño vidente es capaz de
imitar los movimientos de los labios y de la lengua a
los dos meses (Wills, 1979, p. 90; de Trverthen,
1974). Es igualmente sabido que los niños videntes
balbucean durante un periodo bastante largo. Por el
contrario, el niño ciego balbucea mucho menos (Fraiberg,
1974, p. 229). La ausencia de estímulos visuales
en la etapa preverbal parece explicar no sólo el escaso
balbuceo sino también las peculiares características
fonológicas y los numerosos errores articulatorios
entre los niños ciegos.
Los ejemplos típicos observados por muchos autores
son la falta de seguridad y de precisión en la articulación
de determinados fonemas, lo cual, en realidad,
apenas modifica la propia comunicación. En
alemán existen los ejemplos de la articulación bilabial
de /v/, y la indiferenciación de /m/ y /n/ (ej. Mikolaus
—«Papá Noel»— en lugar de Nikolaus), o del grupo
/st/ y /sp/ en posición inicial o final de palabra
(Lux, 1933; Elstner, 1955 y 1966; Häusler, 1968). En
inglés, los errores comprenden la sustitución de /l/ o
/r/ por /w/, por /s/, y /v/, y por /f/ y /n/ por
/m/ (Fladeland, 1930; Wills y cols., 1979). Kostjutschek
relaciona observaciones similares en ruso. Gòllesz
(1971) observa una articulación labial anómala entre
los niños ciegos en Hungría. En una investigación llevada
a cabo con 14 alumnos ciegos de la Escuela de
Ciegos en Budapest, observa que los niños ciegos
acusan una lateralización más acentuada y un menor
movimiento del labio inferior que los niños videntes.
Mills y Thiem (1980) investigaron recientemente la
interacción de la información auditiva y visual en
la percepción de los sonidos del habla. Han definido
cuatro categorías visuales diferentes de las consonantes
en alemán que funcionan como elementos de discriminación
para aquellos casos en que no basta con
la percepción auditiva para identificar el fonema.
Quizá las numerosas desviaciones fonológicas entre
los niños invidentes se deben a la imposibilidad de
contar con este elemento discriminatorio.
Rognow (1973, p. 107 y ss.) llama la atención sobre
el hecho de que los niños ciegos tienen a menudo una
experiencia sensora motriz menos desarrollada en lo
que concierne al entorno bucal. Normalmente recurren
menos que los niños videntes a la «exploración
de los objetos por aproximación y contacto con los
labios y la lengua». Esto no sólo es significativo para
el desarrollo léxico y semántico; lo es también para el
desarrollo fonológico. Existe, además, otro hecho
—confirmable— que debemos considerar, y es que los
niños ciegos ingieren alimentos sólidos mucho más
tarde que los niños videntes. El consumo de los sólidos
exige unos movimientos de masticación y deglución
diferenciados, que son precisamente los que preceden
a los movimientos articulatorios.
*
En los comentarios anteriores he demostrado que
incluso un niño ciego que no sufre ninguna otra deficiencia
se encuentra sujeto a ciertos obstáculos en su
desarrollo. No obstante, un entorno sano y favorable
puede evitar estos riesgos en una gran medida, y puede
ayudar, de hecho, a compensar los efectos de la
ceguera. Estos efectos son críticos cuando se trata de
niños con otras deficiencias o de niños que viven en
un medio desfavorable. Esto también explica por qué
en muchas de las investigaciones que tratan de la
competencia verbal del niño ciego se observa un porcentaje
tan alto de desviaciones.
FRECUENCIA DE DESVIACIONES
DE LENGUAJE (1) EN LOS NIÑOS
CIEGOS Y EN NIÑOS CON
DEFICIENCIAS VISUALES
EN LAS ESCUELAS DE CIEGOS
Algunos autores que estudian el desarrollo mental
de los niños ciegos también señalan la presencia de
trastornos del habla. Según la mayor parte de las investigaciones,
más del 40 % de estos niños sufre de
estas dificultades, de acuerdo a una muestra de varios
grupos de edad.
A continuación damos los porcentajes de alumnos
con trastornos del habla.
Stinchfield
Miner
Hausler
Elstner
|
(1923, 1925)
(1961, 1962)
(1967)
(1969, 1970)
|
49,00 % de un total de 404
33,80 % de un total de 293
45,25% de un total de 411
44,27% de un total de 131
|
Resulta difícil comparar estos datos entre sí. Stinchfield
(in Maxfield, 1928, p. 71) investigó toda una
población de alumnos, incluyendo a los niños en
edad preescolar y niños con trastornos de aprendizaje
en Philadelphia y Watertown, en las instituciones
más importantes de asistencia a los ciegos en Estados
Unidos. Miner observó a niños ciegos entre los
7 y 16 años y con alumnos con deficiencias visuales (2)
en Michigan e Illinois. Häusler siguió a niños en 8
escuelas para ciegos en Alemania, incluyendo a ciegos
y a niños con deficiencias visuales. No incluyó a
alumnos de institutos técnicos, a los que tenían problemas
de aprendizaje ni a los de edad preescolar. Aligual que Stinchfield, Elstner
realizó un estudio de la
totalidad de los alumnos en la Escuela de Ciegos de
Viena, de los que quedaron excluidos los niños con
otras deficiencias visuales, puesto que en Viena existe
una escuela especial para ellos.
En 1971, este autor circunscribió su estudio a los
niños ciegos que comenzaban a ir a la escuela, y comparó
sus resultados con investigaciones en Alemania
y en la Unión Soviética. Como se había anticipado,
las estadísticas que se referían a los niños con trastornos
de lenguaje eran algo mayores que los índices
para el conjunto de la población.
Los resultados eran los siguientes:
Elstner
Semzowa y Slonzewa
Hausler
|
(1955-1970)
(1962)
(1967)
|
Trastornos de Lenguaje
57 %
40 %
62 %
|
de un total de 102 alumnos nuevos
de un total de 102 alumnos nuevos
de un total de 102 alumnos nuevos
|
La frecuencia más alta de trastornos de lenguaje se
dio entre los niños en edad preescolar y en los niños
con otras deficiencias. Trataré acerca de estos grupos
en los apartados siguientes.
Como contraste de las investigaciones que nos informan
acerca de la mayor frecuencia de los trastornos
de lenguaje en los niños con deficiencias visuales
que en los videntes, las investigaciones de Fraiberg
(1968, 1974) y de Wills (1979) no mencionan casi ningún
trastorno de lenguaje en los grupos de niños que
sufren una ceguera congénita, y sólo hablan de un
retraso en el desarrollo del habla. Según Brieland
(1949), hay sólo una ligera diferencia entre el habla
de los niños ciegos y el de los niños videntes.
Estas aparentes contradicciones pueden explicarse
al considerar el hecho de que en este caso los resultados
provienen de investigaciones sobre grupos completamente
diferentes. Existen informes de un desarrollo
del lenguaje sin anomalías entre los niños de
ceguera congénita, o entre los que la sufren desde
temprana edad, sin que se definan ulteriores trastornos,
teniendo en cuenta que han gozado de un entorno
de condiciones óptimas. Sin embargo, la experiencia
en las escuelas de ciegos nos ha demostrado que estos niños constituyen una
excepción. La mayoría
de los niños en las escuelas de ciegos no han gozado
de condiciones sociales tan favorables, y un buen nú- I
mero de entre ellos sufrirá trastornos primarios o
«consecutivos» (véase Bracken). Ni uno solo de los
93 niños de esta investigación ha contado con las ventajas
de condiciones tan favorables como los niños
observados por Fraiberg o Wills.
La diversidad de las circunstancias individuales no
permiten extraer conclusiones que tengan valor estadístico.
Ningún niño se parece a otro exactamente en
relación a aquellas variables significativas para el desarrollo
físico y mental y, por lo tanto, para el desarrollo
lingüístico.
Estas variables comprenden:
-
– grado de visión (ceguera total o parcial);
-
– periodo en que comienza la deficiencia visual
ceguera congénita, ceguera de la pequeña infancia,
etc.);
-
– causa de la deficiencia;
-
– edad del niño (parvulario, preescolar, edad escolar);
-
– otros trastornos (sordera, deficiencia mental o física,
trastornos de aprendizaje, parálisis cerebral
mínima, trastornos emocionales y/o del comportamiento);
-
– factores sociales (clase social, abandono/
sobreprotección, estancia en hospitales, terapia
adecuada, especialmente en la edad temprana).
En los últimos años se ha discutido con cada vez
mayor frecuencia acerca de la educación y el desarrollo
de niños que sufren otras deficiencias. Se ha discutido
especialmente sobre el crecimiento de los casos
de parálisis cerebral mínima y de los trastornos a los
que da origen más tarde (Benesch, 1974). Casi todos
estos niños sufren trastornos del habla.
FRECUENCIA Y CARACTERÍSTICAS
DE LAS DESVIACIONES
DE LENGUAJE
(Diagnóstico realizado al comenzar la escuela)
Los grupos de niños del Instituto Vienés de Ciegos,
entre 1970 y 1981, se encuentran en las figuras 1
y 2.
Si se compara la frecuencia de los trastornos de
lenguaje entre los párvulos de la Escuela de Ciegos
de Viena con la de grupos de niños videntes de parvularios
de Lucerna (Hess, 1955, p. 201), se verá que
la primera es notablemente más alta. Se verá igualmente
que los párvulos del Curso II tienen más dificultades
de habla que los del Curso I. Esto era de
esperar, puesto que los párvulos del Curso II sufren,
por lo general, otras deficiencias, fenómeno que ha
sido corroborado por diferentes estudios. Según
Graham (citado por Rognow, 1973, p. 105), casi la
mitad de los niños que sufren otras deficiencias no
han adquirido el lenguaje. Podemos deducir con bastantes
posibilidades de estar en lo cierto que un porcentaje
elevado de la otra mitad sufre trastornos de
lenguaje.
Según Young y Hawk (1955, citado por Fay, 1975),
alrededor de una cuarta parte de los 58 niños de su
investigación poseían un lenguaje normal en el momento
de comenzar el parvulario, otros tantos no habían
adquirido el lenguaje, y en más de la mitad se
observaba algún retraso o deficiencia de lenguaje. En
1968, Knolke señaló que 19 niños de un grupo de 28,
con problemas de aprendizaje, tenían igualmente
trastornos de lenguaje. Entre los niños de nuestra investigación,
alrededor del 25 % del Curso I de parvulario,
y el 86 % del Curso II, pueden ser catalogados como casos de deficiencia mental
o de aprendizaje.
La clasificación por sexo presenta una frecuencia
casi idéntica de los trastornos de lenguaje en niños y
niñas. Teniendo en cuenta los datos sobre los niños
videntes, se podría esperar una frecuencia más alta
entre los niños (fig. 2).
Paradójicamente, una clasificación más elaborada
de los resultados según el grado de las facultades ópticas
presentó un mayor número de casos con desviaciones
de lenguaje entre los niños con visión parcial
que los que sufrían ceguera total (fig. 3). Esto no
se parece a los resultados de anteriores investigaciones
(Häusler, 1968, Elstner, 1971), aunque éstas tomaban
en cuenta la población total de alumnos, excluyendo
a veces a los niños que prsentaban otras
deficiencias y a los de parvulario. Entre los niños en
edad preescolar con visión parcial, un número elevado
sufre múltiples trastornos y de una capacidad de
aprendizaje limitada, lo cual no es representativo del
conjunto de los alumnos con visión parcial en las escuelas
para ciegos.
Invidentes n = 62
77,4 de trastornos de
lenguaje
|
|
Parcialmente Invidentes n
= 31
80% de trastornos de
lenguaje
|
FIG. 3. — Frecuencia comparativa en trastornos de
lenguaje en niños de edad preescolar total o
parcialmente ciegos
A continuación, remitimos a un estudio de las proporciones
de los diferentes tipos de trastornos del habla en relación con el total de
desviaciones de lenguaje
(= 100 %) observadas en niños de edad preescolar
parcial o totalmente ciegos (fig. 4). Una vez
más, se establece una comparación con los datos de
Hess sobre párvulos videntes. Se incluyen aquí los
defectos en la fluidez del habla (tartamudeo y defectos
de pronunciación) no mencionadas anteriormente.
FIG. 4. — Frecuencia de
trastornos de lenguaje en niños en instituciones preescolares para niños
invidentes y parcialmente videntes.
Ni éstas ni las anomalías que aparecen como
«otros trastornos» (entre ellos, los defectos de nasalidad
y de vocalización) son por lo general muy significativos
desde el punto de vista de los trastornos
en el desarrollo del lenguaje, por lo cual se les puede
pasar por alto.
Se ha visto que las desviaciones morfosintácticas
y léxico-semánticas, compradas con las desviaciones
fonológico-fonéticas son mucho más importantes entre
los niños en edad preescolar que sufren ceguera
total o parcial que entre los párvulos videntes. Las
anomalías fonológico-fonéticas constituyen aproximadamente
la mitad de todos los trastornos entre los
niños invidentes totales o parciales, mientras que en
el caso de los videntes abarcan el 75 % de los trastornos.
La diferencia entre los niños con deficiencias
visuales y los niños videntes en términos de los trastornos
del desarrollo morfosintáctico es todavía más
pronunciada: en los niños videntes constituyen cerca
de la tercera parte del conjunto de los trastornos.
Como se había anticipado, muchos niños con deficiencias
visuales padecen diversos trastornos del
habla. Casi todos los niños con trastornos en su desarrollo
morfosintáctico tenían simultáneamente problemas
con la articulación. No es posible, desde luego,
observar si en los niños con un «lenguaje casi
nulo» se dan desviaciones fonológicas. Sin embargo,
se trata de tartamudos «potenciales», puesto que su
escasa habilidad para diferenciar fonemas sólo mejora
gradualmente, incluso en las terapias que obtienen
los mejores resultados.
FIG. 5.
— Comparación de trastornos fonológicos y morfológicos en niños que sufren
ceguera total y ceguera parcial.
En la figura 5 se ha asociado a las dos desviaciones
del habla, a saber, «tartamudez: en un solo sonido
» y «tartamudez: en varios sonidos» bajo diversas
características fonológico-fonémicas del lenguaje y
se han comparado ambas con los dos trastornos propios
del desarrollo morfosintáctico, «agramatismo»
y «lenguaje casi nulo» respectivamente. Los datos
de los dos parvularios (Cursos I y II) han sido combinados;
los grupos de niños fueron formados según
índices de facultad visual (ceguera total o parcial) y
por sexo. Los únicos resultados de esta comparación
que concordaron con las predicciones fueron las relaciones
entre los niños totalmente ciegos y los parcialmente
ciegos, en términos de las desviaciones
morfosintácticas: en los niños totalmente invidentes
se observaba más desviaciones —en términos comparativos—
que en los niños con ceguera parcial.
Todas las demás comparaciones eran atípicas.
Cuando se comparan las desviaciones fonológicofonémicas
y morfosintácticas del habla en los párvulos
del Curso I con las del Curso II, se observa
que los primeros cometen más errores de articulación pero menos errores de
estructura (errores gramaticales,
sintácticos, léxicos y semánticos, fig. 6). No se
contabilizaron los errores de articulación en el grupo
de niños del grupo «lenguaje casi nulo».
FIG. 6.
— Comparación de los trastornos fonológicos y morfológicos en los párvulos de
los Cursos I y II.
DISCUSIÓN DE LOS RESULTADOS
Probablemente existen diversas razones para explicar
las numerosas desviaciones de lenguaje entre los
niños ciegos y los parcialmente ciegos en la Escuela
de Ciegos de Viena (figs. 1 y 2). Primero debemos
hacer alusión a los riesgos y problemas que minan el
desarrollo mental y físico de los niños con deficiencias
visuales, lo cual repercute naturalmente sobre el
propio desarrollo del lenguaje. Hemos elaborado
una breve relación que ofrecemos a continuación.
En el desarrollo comunicativo
a. La ausencia de referencias visuales para el establecimiento
recíproco del contacto, ausencia
del contacto visual, del «lenguaje de la mirada»
(Argyle, 1980), del «lenguaje de las sonrisas»
(Fraiberg, 1974), y de las señales más visibles
del «lenguaje del cuerpo», tales como los gestos,
la mímica, las expresiones del rostro, los
movimientos y las posturas del cuerpo (Elstner,
1971).
b.
El niño ciego tiene una «disposición limitada
para entablar un diálogo» (Fraiberg, 1974).
c.
Los estados emocionales propios del niño ciego
no son fácilmente expresables para los videntes
que le rodean. Su rostro inexpresivo puede ser
mal interpretado como falta de interés, apatía o
mal humor. Esto construye un círculo vicioso
por el cual se produce una separación del medio
social que eventualmente conduce a comportamientos
autistas.
En el desarrollo semántico
y conceptual
a. Los niños ciegos sufren la ausencia de estímulos
visuales y de una relación con el espacio.
b.
No corresponde a la visión organizar y coordinar
las impresiones sensoriales a partir de los
diferentes dominios de la percepción sensorial
(Wills, 1979).
c.
El desarrollo motor sufre un retraso o disfunción
(Slonzewa, 1980); por ejemplo, hay signos
de apatía, se evita el contacto físico o hay agitación
descontrolada.
d.
Se observa igualmente una separación entre el
lenguaje y la realidad entre los niños ciegos:
verbalismo (Wills, 1979).
En el desarrollo fonológico
a.
La producción de sonido sólo puede ser escuchada,
nunca vista. Los fonemas con sonidos
parecidos pueden confundirse.
b.
Hay menos estímulos para el diálogo y menor
ejercicio del libre «parloteo» (Fraiberg, 1971;
Wills, 1979).
c.
Cuando la discriminación desaparece no existen
referencias visuales que permitan identificar los
fonemas (Mills y Thiem, 1980).
d.
Los niños de «constitución motora o visual» sufren
una desventaja de sus potenciales capacidades
(Mansfield, 1952, p. 48).
Problemas relacionados con la educación
a.
Sobreprotección o abandono.
b.
Los niños con deficiencias visuales a menudo
carecen de afecto y de una educación especial
aplicada en un periodo suficientemente temprano.
⁂
Como hemos visto, el lenguaje se desarrolla mucho
más lentamente y con mayor dificultad en los niños
con deficiencias visuales que en los videntes, y su
desarrollo se ve amenazado por diferentes obstáculos.
En muchos niños en edad preescolar el desarrollo
del lenguaje aún no ha tocado a su fin. Es bien sabido
que en los niños videntes se observa también una
proporción mucho mayor de desviaciones del habla a
esa edad que en los niños en edad escolar (desarrollo
condicionado por el tiempo, Scholz, 1970).
La tabla I es un estudio de los niveles de edad de
los niños observados.
La clase social influye en el ritmo del desarrollo del
lenguaje y en las capacidades de expresión verbal
(comparar Thimm, 1977). Los niños observados aquí
producían el código restringido más a menudo que el
código elaborado, es decir, con la excepción de un
solo niño, no se podía esperar que el entorno social
procurase una estimulación verbal muy marcada (tabla II).
Catorce niños del Curso I de parvulario (19,7 %) y
cuatro del Curso II (18,l %) provenían de medios
sociales claramente desfavorables. En los niños del
Curso II se observaban relativamente más anomalías
en el conjunto, especialmente en el plano de la morfología,
la sintaxis, el léxico, la semántica y la pragmática
(figuras 1, 2 y 6) pero menos errores en el
plano fonológico. La razón que explica esto —y que es
significativa en relación a los trastornos en el desarrollo
morfosintáctico— reside en el mayor número de
deficiencias adicionales.
Entre éstas, las más importantes son la incapacidad
mental y los problemas de aprendizaje, generalmente
producto de lesiones cerebrales sufridas en la primera
infancia: mutaciones cerebrales patológicas con las
deficiencias correspondientes que se traducen en, por
ejemplo, deficiencias físicas, trastornos auditivos y
deficiencia motora; diabetes (en un caso) y distrofia
muscular (en un caso). El 56,4 % de los niños en
edad preescolar del Curso I (40 de 71), y el 90,9 %
del Curso II (20 de 22), sufrían otras deficiencias.
Los maestros de las escuelas para invidentes destacan
el aumento sostenido de las incapacidades cerebrales
entre los alumnos ciegos, lo cual tiene consecuencias
críticas sobre el desarrollo del lenguaje.
A este respecto, Benesch (1974, p. 143) se refiere al
psicosíndrome orgánico (definido por Bleuler) y a los
notorios trastornos motores y de comportamiento a
que da lugar. Benesch calcula que existen signos visibles
de disfunciones cerebrales mínimas en casi un
50 % de los alumnos de la Escuela de Ciegos de Viena,
y que se puede prever un aumento de esta proporción
de los trastornos cerebrales en el futuro. Esto
implica necesariamente una consideración de las
consecuencias que entrañan para la educación.
Cuando hay un retraso tan acusado en el desarrollo
de los niños en edad preescolar, debe considerarse
siempre la posibilidad de la existencia de trastornos
cerebrales y factores sociales desfavorables. Durante
nuestro estudio pudimos observar a niños que a los
cinco años aún no habían adquirido los hábitos de
limpieza, que caminaban con dificultad o que rechazaban
los alimentos sólidos, puesto que hasta ese momento
sólo se les habían dado papillas o líquidos
(compárese con Rognow, 1972). En realidad, el desarrollo
del lenguaje aún no había comenzado para
estos niños, o permanecía en un punto muerto.
Debería ahora plantearse una pregunta, a saber,
hasta qué punto se puede compensar la pérdida sufrida
durante esta fase del desarrollo o las deficiencias
presentes a lo largo de éste (Elstner, 1966, p. 35).
Muy pocos de estos niños tienen la oportunidad de
ingresar en escuelas para niños normales, y muchos
se convierten en casos irrecuperables para la educación.
Los resultados arriba citados de Rognow
(1973), Graham, Young y Hawk (1955), de Fay
(1975) se inscriben en esta discusión.
La elevada proporción de trastornos en el desarrollo
del lenguaje nos lleva a preguntarnos si la ausencia
o gran limitación del habla se debe a una deficiencia
mental o si debería considerarse como un retraso
del lenguaje (Leischner, 1976; véanse figs. 4, 5 y 6).
Linck y Haberkamp (1976), así como Kruse (1980)
han contribuido a elaborar un diagnóstico diferencial
de los trastornos esenciales en el desarrollo del lenguaje.
Según su definición, un trastorno de lenguaje
es una lesión orgánica de diversas funciones o centros
cerebrales, en tanto que los retrasos de lenguaje son
definidos como «un mero problema de maduración
del mecanismo del lenguaje» (Kruse, 1980, p. 208).
La sordera y la deficiencia mental han sido excluidas
de la formulación de estas definiciones En el Instituto
de Viena, aún no es posible por varias razones un
diagnóstico diferenciado y especializado. Sin embargo,
a partir del estudio del desarrollo durante las últimas
décadas hemos podido llegar a la conclusión de
que, en aproximadamente la mitad de los casos, los
trastornos de la comunicación verbal se deben a una
deficiencia mental, una tercera parte se debe a trastornos
de lenguaje y en el resto de los casos a un
retraso de lenguaje.
En la comparación entre los trastornos fonológicofonémicos,
morfosintácticos y léxico-semánticos
(figs. 5 y 6) en los niños que sufren ceguera parcial y
los que sufren ceguera total, en términos de desarrollo
del lenguaje, sólo los resultados que concernían a
los chicos se correspondían con las predicciones. Todas
las demás comparaciones dieron resultados
opuestos a esas predicciones. La comparación entre
los párvulos del Curso I y los del Curso II fue la única
en la cual las tendencias observadas se ajustaban a las
predicciones. No vemos contradicción alguna en el
hecho de que se vieran menos errores articulatorios
entre los niños con deficiencias agudas del Curso II.
Esto se debe a que en el Curso II no se señalaron las
anomalías fonológicas de los niños sin lenguaje,
puesto que aún no había comenzado a darse en ellos
la diferenciación fonética. Sin embargo, en el transcurso
del desarrollo ulterior, debe preverse la aparición
de la tartamudez. Los niños incluidos en la categoría
de «lenguaje casi nulo» no podían depender
únicamente del lenguaje hablado en lo que concierne
a la comunicación.
La frecuencia de las anomalías de lenguaje entre
los niños con visión parcial (figs. 3, 4 y 5) no corresponde
a predicciones hechas sobre la base de investigaciones
anteriores (Häusler, 1968, Elstner, 1964).
Se puede pensar, no obstante, como se ha señalado
más arriba, que esta comparación no es representativa
de la población total de estudiantes ciegos o parcialmente
ciegos, debido al escaso número y a la selección
negativa en lo que se refiere a los que sufrían
otras deficiencias. Los alumnos parcialmente ciegos
que ingresaron en la escuela en un periodo posterior
tenían mucho menos deficiencias adicionales y, por
ende, mucho menos trastornos de lenguaje que los
niños de la clase preescolar.
No podemos explicar la frecuencia de las anomalías
de lenguaje en las niñas del Curso II de parvulario
(fig. 2), las desviaciones fonológico-fonémicas
de los niños en el Curso I (figs. 5 y 6) o las desviaciones
morfosintácticas de los niños en el Curso II
(fig. 6) si no es atribuyéndola al azar.
Aunque las comparaciones no han producido resultados
definitivos, y aunque no haya sido posible
elaborar un análisis estadístico algunos hechos se
pueden conocer como ciertos. Al ingresar en las escuelas
de ciegos hoy en día se observa en los niños,
comparativamente, más desviaciones fonológico-fonémicas fonémicas,
morfosintácticas y léxico-semánticas, así
como más dificultades en la fluidez del discurso que
los párvulos videntes. Hay razones biológicas, mentales
y sociales. Estos tres planos se intersectan,
como se observa en la figura 7.
Notas
1. Baumbgarten (1979) da la siguiente definición de las
desviaciones de lenguaje: tanto el propio sujeto como los que le
rodean hablan de un comportamiento lingüístico desviado en
cuanto se aparta de las normas de lenguaje definidas por grupos
sociales o por el principio de autoridad. El lenguaje puede ser
desviado en los niveles fonológico-articulatorio, morfosintáctico o
léxico-semántico. Según el carácter de la desviación. el individuo
no sólo sufrirá una incapacidad para influir en su mundo sino que
también tendrá dificultades en los planos del conocimiento, de las
emociones, de las capacidades psicomotrices y del aprendizaje
social.
2. Los niños con deficiencias visuales pueden recibir la misma
instrucción que los niños videntes. con la ayuda de una enseñanza
especializada, y sin el aprendizaje del Braille.
BIBLIOGRAFÍA
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AFFOLTER F., BISCHOFBERGER W., FRANKLIN W., STOCKMANN I.:
Perceptual Prerequisites for Language Development. The
Proceedings of the 18th Congress of the International Association
of Logopedics and Phoniatrics. Washington D. C.,
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LOS TRASTORNOS DE LENGUAJE EN NIÑOS CON DEFICIENCIAS VISUALES
Walter Elstner
Asociación Internacional de Logopedia y Foniatría.
Viena. Austria
in Rev. Logop., Fon., Audiol.. vol. VII, n.º 1 (37-47), 1987
(Recibido: enero de 1986.)
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